
Once cosas que aprendimos en 2017 y le ayudarán a adelgazar en 2018
Si no sabe por dónde empezar, estas son las pautas para perder peso que ha dado la ciencia en los últimos doce meses

"No se trata de decir 'alcohol sí' o 'alcohol no', sino de hablar de un consumo moderado que beneficia a quienes desean acompañar su dieta saludable, con verduras, frutas y legumbres, con un poco de vino o cerveza", nos dijo el doctor Ramón Estruch, del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CIBEROBN) del Instituto de Salud Carlos III, autor de un estudio publicado en 2016 en The Lancet en el que se observó que las personas que siguen una dieta mediterránea a largo plazo, en la que incluyen un consumo de moderado de vino o de cerveza, pierden peso.

Según un ensayo clínico publicado en 2010, beber agua justo antes de una comida puede, si acaso, engañar al estómago para que comamos menos. Esta hipótesis fue presentada en la American Chemical Society en Boston (EE UU), y concluyó que quienes bebieron dos vasos de agua de 230 mililitros justo antes de una comida consumieron entre 75 y 90 calorías menos. Aun así, como aclaró el presidente de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), el doctor Gregorio Varela-Moreiras, en el acto inaugural del II Congreso Internacional y IV Nacional de Hidratación, en lo que se refiere al agua es todo salud, puesto que tiene cero calorías tomada al principio, durante o al final de la comida.

Ocurre de una forma engañosa: mientras al principio parece ayudar a controlar la báscula, a largo plazo este edulcorante, sustituto del azúcar en casi todos los alimentos que "adelgazan" produce el efecto contrario. El aspartamo está presente en chicles, pastillas refrescantes del aliento, yogures, cereales, salsas, siropes para el café, agua de sabores, hielo congelado, algunos helados de hielo, medicamentos, bebidas marcadas como light, cero, zero, con 0% de azúcares añadidos, etcétera.

Entonces, ¿con la edad, entonces, debemos alterar la dieta? Si lo que pretende es mantener la figura, sí. Pero siempre teniendo en cuenta que, como apunta la experta en alimentación y fisiología, lo que hay que controlar y restringir son las calorías, no los nutrientes. ¿Cómo hacerlo? Pues con dietas de alta densidad nutricional y poca concentración energética. Se trata fundamentalmente, explica la doctira Cuervo, de "comer verduras y frutas frescas, al menos una ración de carne, pescado o huevo al día y dos raciones semanales de legumbres".

Lo que no decían los defensores de este método es que atiborrarnos a hamburguesas precocinadas y bollería industrial, aunque luego lo quememos, no es bueno para la salud.
En consecuencia, y como explicaba la nutricionista María Neira, autora del blog Nutriendo mi cambio, "perderíamos kilos a simple vista y en la báscula, pero también estaríamos aumentando colesterol, triglicéridos y tensión arterial, y a medio plazo nos arriesgamos a enfermedades cardiovasculares". En opinión de Carlos Ríos, creador de la web pro-comida sana Realfooding, esta dieta provoca el efecto yoyó: se pierde peso pero se recupera pronto. Adquirir el hábito de comer de forma saludable, por el contrario, ayuda a controlar el peso y tiene un efecto más beneficioso sobre la salud.


Una investigación realizada en la Escuela de Educación y Ciencias de la Salud de la Universidad de Dayton, Ohio (Estados Unidos), concluyó que la práctica de retrorunning mejora el rendimiento en un 2,5% respecto a la disciplina habitual. Siempre que no se estampe contra una farola, su cuerpo lo agradecerá.


¿Cuáles son esas reglas? Basta con una: no tomar nunca los hidratos solos, sino acompañados de proteínas. "Para bajar de peso nuestra dieta tiene que estar enfocada sobre todo a perder grasa, y para ello tenemos que proteger siempre nuestra masa muscular", explicó la experta. Es lo que hacen los japoneses, que mezclan siempre arroz o noodles con cerdo, pollo o pescado, y están delgados.


Como explicaba Antonio Mas, médico especialista en Endocrinología y Nutrición, la grasa abdominal o visceral (la que rodea los órganos) "es metabólicamente más activa y se relaciona con un aumento de la resistencia a la insulina y diabetes, un aumento de marcadores inflamatorios y un peor perfil lipídico. En definitiva, es un marcador clínico del síndrome metabólico, que se caracteriza por la presencia de múltiples factores de riesgo cardiovascular y un gran aumento de la mortalidad".