_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Micromachismos

A la revolución de las mujeres de 2017 hay que acompañarla de microluchas por la igualdad

Un grupo de activistas durante una protesta contra los feminicidios en Podgorica (Montenegro).
Un grupo de activistas durante una protesta contra los feminicidios en Podgorica (Montenegro).EFE

La revolución de las mujeres ha venido para quedarse, ni un paso atrás, y en 2017 se han dado zancadas con la campaña de denuncias contra los abusos sexuales. El movimiento se recordará como uno de los grandes hitos en este laborioso camino de conquistas por el respeto y la equidad entre sexos, como hicieron historia las sufragistas en Estados Unidos y Gran Bretaña, la igualdad salarial en Suecia, “el segundo sexo” de Beauvoir, la segunda ola de Kate Millett o la tercera de Rebecca Walker. En 2017, las mujeres se conectaron con un solo grito, “me too”, para denunciar lo que hasta entonces habían sido silentes acosos sexuales (no confundir con consentidos). Las denuncias saltaron de la pancarta callejera al altavoz de los escenarios, y prendieron como una chispa sobre un reguero de pólvora, rápida y luminosa. Por fin se hizo real el ansiado “stop al silencio” y la liberación de fantasmagóricas culpas. A partir de ahora ya nada será igual porque el acoso ha dejado de ser un marchamo social para ellos. Se acabaron los acosadores tabernarios a voces.

Por el camino de esta cruenta lucha se van quedando víctimas anónimas de violencia machista, 48 el último año en España, por osar decirles a los pretendidos patriarcas “basta”. Esto nos obliga a abrir 2018 en pie, sin olvidar que la vida cotidiana sigue cubierta de estereotipos y actos “micromachistas”. ¿Micro, si son machistas? No será que la nueva expresión pretende definir con benevolencia la cotidianeidad del trato a las mujeres como seres subsidiarios, talladas desde niñas como figuritas de porcelana para el disfrute de los hombres.

Para entenderlo bien pongámonos las gafas de ver de una “niña normal y corriente”. ¿Qué ha visto en un “día normal y corriente”, por ejemplo en esta Navidad? Veamos. La publicidad le habrá bombardeado o bien con muñecas lloronas y meonas necesitadas de cuidados, o con esbeltas barbies ataviadas con refulgentes trajes y rubias melenas para peinar; junto a carritos bebé, escobas o cocinas. Para la hermana mayor habrá reparado en la oferta de perfumes capaces de extasiar a los hombres; y para mamá mágicos detergentes, con portentoso poder de reluz y blancura. En las películas, se habrá topado con vigorosos héroes. En las noticias, habrá normalizado a presentadoras embutidas en sugerentes vestidos, presentadores que conducen la política, hombres que prescriben sobre ciencia o economía, icónicos futbolistas y relatos donde la mujer es protagonista porque ha sido asesinada por su pareja o por un depredador sexual. En los programas festivos habrá observado que las chicas lucen más carne que ropa, y que de esta guisa son capaces de entonar las campanadas engullendo las uvas a 0 grados. Lo normal es que papá se haya ofrecido a “ayudar” a mama poniendo alguna que otra mesa. Por el salón habrán circulado magazines que proponían a las reinas de la casa soluciones exprés de rejuvenecimiento, cremas anticelulíticas, melenas de seda, moda encajada como guantes en lánguidas jovencitas, reportajes de maduras pasadas por el Photoshop, recetas de cocina y trucos para reforzar las armas de mujer. En el restaurante le ofrecerían la carta de vinos a papá y, por supuesto, la cuenta. Ahí la hermana mayor fue la señorita y mamá la señora, ante la certidumbre de que mamá posee marido y prole y que la crema facial efecto flash no hizo milagros. Por el centro comercial habrá visto a alguna chica en semicueros ofreciendo globos, en la joyería a muchachas guapas con el imperativo laboral de llevar los labios pintados de rojo, y en la sección droguería a vendedoras mayores con los labios a su aire.

En Navidad, la niña promedio ha respirado rosa intenso, como el chicle igualmente pegajoso, por muy revolucionaria que pueda ser mamá y ella sea quien le escoja las lecturas. El colegio, los amigos y la televisión ya se encargan de dividirle el mundo en dos bloques diferentemente coloreados. En cuanto crezca, percibirá que la industria del consumo le cobrará una tasa rosa en los productos que se suponen son para ellas, y el mundo laboral la colocará bajo una lupa y le negará el mismo salario que a ellos. Por eso bien está que conozca por qué en dos meses habrá que seguir conmemorando el día de la mujer trabajadora. Y que a las grandes revoluciones como la de 2017, hay que acompañarlas de microluchas para hacer frente al eufemístico micromachismo, un virus que está por todas partes.

Gloria Lomana es periodista y analista política. Acaba de publicar Juegos de poder.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_