Una vida dedicada al feminismo: hablamos con Oxana Shachko, fundadora de Femen
La activista ucraniana, ahora desligada del movimiento que ella misma creó, presenta su libro de memorias y está volcada en la pintura
En 2018 se cumple una década desde que una idea de rebelión contra un sistema opresor y patriarcal tomó forma para hacer historia. Tres chicas ucranianas que rondaban entonces la veintena decidieron llamarle Femen. Oxana Shachko es una de ellas. Exiliada desde hace cuatro años en París, la activista reconvertida en pintora, recapitula ahora en un libro Histoire d'une trahison los orígenes su revolución feminista y los motivos por los que ella y otra de las pioneras del movimiento, Sacha Shevchenko, se desvincularon de Femen. Lo hace de la mano del que ha sido su cronista desde 2009, Olivier Goujon. En esta historia de traición, los documentos personales, las vivencias y las conversaciones de las fundadoras del movimiento que atentó contra los cimientos políticos del régimen de Putin y a las que después acusaron de terrorismo, se alternan con la reflexión sobre el impacto que sus acciones han tenido en el mundo y en sus biografías. Para Oxana donde antes hubo fuego ahora quedan cenizas. Femen se ha resquebrajado y desvirtuado pero la lucha sigue.
La presentación del libro no pasa por alto en París, otra de las activistas ucranianas que se unió más tarde y lidera Femen, Inna, no está de acuerdo con la crítica que Le Nouvelle Observator ha hecho, y menos con la visión de Olivier, la acusa de haber convertido el principio de igualdad que defendían sus compañeras en sextremismo, y escribe una extensa réplica a la revista: "Oxana y yo llegamos a París a la vez, mientras, Sasha se fue a Alemania, ambas tuvieron la oportunidad de seguir en un movimiento más grande y más organizado como el que ahora tenemos, si no lo hicieron fue porque ellas no quisieron, no porque yo sea una sociópata". La realidad y sus múltiples visiones/versiones.
En medio del huracán me siento con Oxana en la cafetería de la que es su nueva sede, la Facultad de Bellas Artes de París, un remanso de paz, escondido entre columnas, estatuas de mármol y un patio arbolado, donde un té con leche y un trozo de pastel cuesta un euro, algo impensable en esta ciudad. Le pido que me explique qué pasa con Femen y cuál es su actual visión del feminismo. Empieza por la segunda pregunta. Una risa sarcástica, antecede a una mirada convincente. Su respuesta: "Todo". Para ella el feminismo es su vida y su causa.
En su país, el de las agencias matrimoniales y donde muchos europeos eligen con catálogo y por poco más de 2.000 euros un matrimonio concertado, sigue imperando una mentalidad obsoleta, heredada del régimen soviético y las libertades de las mujeres en 2018 son una conquista diaria. Lo primero que Oxana quiere dejar claro es que Femen: l'histoire de un traishion' es un relato no manipulado de su vida, no como el documental Ukraine is not a Brodel (Kitty Green, 2013) en el que la directora, que estuvo rodando con ellas durante dos años, da a entender que un hombre era el encargado de llevar las riendas y marcar los objetivos: el cuándo y el cómo llevarían a cabo cada acción. En realidad este jefe de comando, Viktor, no era más que el novio de una de las chicas, "él nunca decidió nada y a ella seguro que le interesaba nuestra causa, pero apostó por el sensacionalismo, cortando de aquí y pegando de allá durante la edición, para ser más comercial".
El documental se estrenó hace cuatro años cuando Femen estaba en la cumbre. Las militantes concentraban la atención de la prensa con cada acción que terminaba en comisaría. Su resistencia siempre fue pacífica, no así la brutalidad policial durante las detenciones. Todo el mundo hablaba de las ucranianas que denunciaban en top less "Abort is sacred" o "God is a woman".
Pero, además de salir en periódicos, informativos y poner el foco mediático internacional en los conflictos contra los que protestaban, ¿ha habido resultados?
Nunca buscamos resultados concretos, quizá porque éramos muy jóvenes cuando empezamos y demasiado idealistas, pero todo estaba pensado. No teníamos dinero ni medios y acudimos a la performance, los slogans, la iconografía, las flores en el pelo, todo estaba unido al papel que la mujer ha tenido en el arte y en la historia. Al principio no enseñábamos los pechos (Oxana fue la primera en hacerlo en 2009) pero al final, esto ha tenido impacto en el movimiento posterior "free the nipples", y me parece que es una consecuencia muy positiva. Hemos denunciado acciones políticas que atentaban contra los derechos humanos y otras que lo hacían directamente contra los de las mujeres.
La historia idealista fue creciendo, chicas de otros países quisieron sumarse a la causa y, como suele pasar, la línea de acción principal se fue desdibujó...
No cerramos la puerta a nadie y todo el mundo era bienvenido, empezamos a financiarnos con una web, vendiendo camisetas, para dar visibilidad y utilizar el dinero para las acciones. Los medios se interesaban en nosotras y nos empezaron a hacer entrevistas y a invitar para ser entrevistadas en otros países. A medida que crecíamos lo hacía también la violencia de la policía, sabíamos que era eso lo que teníamos que afrontar, era el precio qué pagar por defender lo que creíamos. Entonces todo estalló, cuando nos acusaron por terrorismo. (Fue en 2013 en Hannover cuando Oxana, Sacha y otra activista se desnudaron delante de Angela Merkel y de Putin, llevaban inscrita en su cuerpo la frase "fuck you dictator"). Después de esto pusieron granadas y pistolas en nuestra sede y nos acusaron de querer matar al presidente de Rusia.
Cuando te juzgan por terrorismo y más en un país comunista puede ser complicado, ¿cómo lo vivistéis?
Para una persona con una vida normal esto puede ser peligroso pero nosotros ya sabíamos lo que estaba en juego, aún así lo hicimos. Antes o después iba a ocurrir, ya nos habían llevado a un bosque de noche y ya habíamos experimentado cómo puede tratarte la policía y qué es estar en la cárcel. Solo sabía que si me quedaba iba a ser procesada y en ese momento la policía me perseguía a cada paso. Alguien entró en mi habitación robó y destruyó todo, y alguien también provocó un incendio que arrasó la casa de mis padres.
En este momento, en el año 2013, según Oxana, muchas "se subieron al carro", buscaban ser populares y utilizar la fama de Femen para sus propias causas. Oxana no tiró la toalla, se convirtió en una exiliada política y se vino a París.
Un año antes había empezado a colaborar con Caroline Fourest, ella nos había invitado para que hiciésemos acciones aquí y nosotras a ella en Ukrania. La primera fue "ni putes ni sumises". Las chicas de París nos habían abierto las puertas pero cuando llegó el momento de venir como refugiadas nos les interesó, nos decían "por qué no vais a Brasil u a otro sitio, aquí no os necesitamos". Propusimos acciones pero tampoco se atrevían a ejecutarlas, incluso cuando la prensa preguntaba por nosotras les decían que no sabían dónde estábamos y vivíamos en el mismo edificio.
Oxana decidió entonces tomar distancia y reconducir su causa hacía sus orígenes, la pintura, mientras Inna se quedó a la cabeza de Femen. Su arte es ahora su medio de protesta, expresión y de compromiso.
Para mí Femen es y siempre será mi hijo, es mi idea, mi creación y ahora la observo con distancia, de manera más analítica, y veo que las chicas no han innovado en sus protestas ni en sus performances, para mí no son creativas. Yo he vuelto a la pintura, que es algo que hago desde que tengo ocho años, entonces era muy religiosa y quise entrar en un convento. Empecé pintando iconografía ortodoxa y ahora modifico las figuras y mezclo simbología de diferentes religiones, altero el papel de la mujer, que siempre ha sido pasivo en la historia. Sustituyo cristos por mujeres desnudas y añado sarcasmo con dinosaurios. He dejado a un lado la política y me concentro en la religión como esa gran lacra que ha destruido sociedades y relegado a la mujer a la invisibilidad durante siglos.
¿Cómo ha cambiado tú vida cruzar las fronteras de tu país sin retorno, para vivir en Europa?
Ha sido un cambio radical. Siempre he estado en contra del sistema educativo en Ucrania, de cómo intentan adoctrinar y aleccionar y ahora estoy aquí viniendo cada día a clases. Eso es a lo que me dedico y esta es mi vida. Sé que no puedo volver a mí país. Hace cuatro años que no veo a mi familia, nos comunicamos por Skype porque ellos tampoco pueden viajar a verme por mi condición de refugiada política. Tengo que hacer cola como todos los sin papeles en la prefectura de policía y allí veo una realidad triste, cuando me encuentro con familias asustadas que esperan desde la noche, con sus hijos, porque solo te atienden durante unas horas. Vivir en Europa para una chica Ucraniana, como yo, te da mucha libertad, pero en Francia sigue habiendo conductas sexistas y viejos estereotipos que fomentan la desigualdad; es una sociedad tradicional donde le siguen regalando una cocina a las niñas para que jueguen.
Y qué pasa con tus relaciones personales, ¿cómo te ha afectado estar en Femen? ¿Te has encontrado con hombres que buscan una mujer fuerte al lado para ser significantes?
La gente que me he encontrado y que sigue en mi vida son personas que comparten mis principios y mis valores y en este tiempo me he dado cuenta de que sé lo que quiero. No pienso en formar una familia ni en tener hijos, quiero dedicarme enteramente a la causa que he elegido, luchar por el feminismo, entendiéndolo como igualdad.
La década que ha pasado en la vida de Oxana desde que comenzó Femen ha sido clave. En la transición de sus 20 a sus 30 se ha convertido en una mujer que conoce el camino por el que discurre esa misión que cada uno de nosotros hemos venido a desarrollar a este mundo. Ella sabe que la suya es luchar para que las libertades y los derechos de las demás avancen. Un compromiso que trasciende lo individual para integrarla dentro de un causa colectiva, donde la generosidad, bien entendida, siempre es plenitud.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.