El magnate ruso Abramovich emigra a Israel
El multimillonario dueño del Chelsea recibe el pasaporte nada más aterrizar en Tel Aviv en su reactor privado tras perder la residencia británica
El magnate ruso Roman Abramovich se ha convertido este lunes en el hombre más rico de Israel. Nada más aterrizar por la mañana en el aeropuerto de Tel Aviv en su reactor privado, recibió de manos de un funcionario del Ministerio del Interior los documentos de identidad que acreditan su condición de nuevo ciudadano del Estado hebreo. Como todos los judíos del mundo, tiene derecho a la nacionalidad israelí por la denominada Ley del Retorno. La prensa hebrea aseguraba que el dueño del club de fútbol Chelsea había presentado la solicitud la semana pasada en la Embajada de Israel en Moscú. Abramovich, de 51 años, se encontraba en la capital rusa después de que las autoridades de Londres no le hubieran renovado de forma automática este mes el permiso especial de residencia en calidad de inversor destacado en Reino Unido.
Los medios de comunicación israelíes sostienen que Abramovich acariciaba desde hace tiempo la idea de emigrar al Estado judío. En 2015 adquirió por 26 millones de dólares un hotel en el exclusivo distrito de Neve Tzedek de Tel Aviv a la compañía inmobiliaria de Yaron Varsano, empresario que contrajo matrimonio en 2008 con la actriz israelí Gal Gadot, célebre por su papel de heroína en la película Wonder Woman. El edificio clásico, próximo a la costa mediterránea, ha sido restaurado para convertirse en residencia permanente del potentado, que estuvo casado en terceras nupcias con la galerista rusa Dasha Zhukova, de 36 años, de la que se divorció en 2017 tras una década de matrimonio mediante un acuerdo económico de 150 millones de libras (algo más de 171 millones de euros).
Abramovich, que hizo fortuna con las privatizaciones del sector de la energía de la extinta Unión Soviética, debía presentar al fisco británico una declaración detallada sobre el origen de su fortuna. Sobre su inopinado cambio de residencia se proyecta la sombra de la guerra diplomática entablada entre Rusia y Reino Unido por el caso del envenenamiento del exespía y agente doble ruso Serguéi Skripal y de su hija Yulia, el pasado marzo en la ciudad inglesa de Salisbury. Abramovich mantiene una estrecha relación con el presidente Vladímir Putin y es uno de los magnates mejor relacionados con el Kremlin. Es propietario de la empresa Evraz, la mayor productora de acero rusa, y de la metalúrgica Norilsk Nickel.
A causa de sus no aclarados problemas de visado, no pudo asistir este mes a la victoria del Chelsea frente al Manchester United en la Copa inglesa en el estadio de Wembley. Residente oficial hasta ahora en la isla británica de Jersey, un paraíso fiscal en el Canal de La Mancha, el magnate ha vivido en Londres junto con varios de los denominados oligarcas rusos enriquecidos tras el desplome del régimen comunista. Este fue el caso de Borís Berezovsky, opositor al presidente Putin desde el exilio, quien fue hallado muerto hace cinco años en la bañera de su mansión de Surrey, al sur de la capital británica.
Con una fortuna estimada en unos 10.000 millones de euros, la revista Forbes le sitúa en el puesto 139 entre los más ricos del planeta, en el 12º de Rusia, y ahora también el primero de Israel. Ha visitado con frecuencia el Estado judío donde ha diversificado sus participaciones en empresas emergentes del sector de las nuevas tecnologías, entre las que destaca una inversión de 30 millones de dólares en un centro de nanotecnología de la Universidad de Tel Aviv. Su actividad filantrópica le ha llevado también a donar equipos de medicina nuclear al hospital Sheba de la metrópoli costera israelí.
Como emigrante recién llegado al amparo de la aliyá, término hebreo equivalente a “elevación o ascensión”, Abramovich gozará durante 10 años de amplios beneficios fiscales. Estará exento del pago de impuestos y durante el mismo periodo no deberá declarar el origen de sus bienes e ingresos.
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