Los retos del presidente Sánchez

Pedro Sánchez toma hoy posesión como presidente del Gobierno (el séptimo de la democracia y el tercero del PSOE) tras una exitosa operación en la que muy pocos creían. El líder socialista ha conseguido más apoyos parlamentarios que los que auparon a Mariano Rajoy a La Moncloa en 2016. 180 diputados le dieron el sí, aunque solo 84 le ofrecen lealtad absoluta. Pero la democracia representativa es así y no es presidente el que más votos ciudadanos obtiene, sino el que suma más escaños a su favor.

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Muy pronto tendremos un nuevo Gobierno monocolor del PSOE que tiene ante sí importantes retos para los meses (muchos o pocos, todavía no se sabe) que le quedan por delante. De entrada es importante dejar de dramatizar sobre los riesgos de un Ejecutivo con apoyos tan dispares como el actual. Es verdad que ni Podemos ni los partidos independentistas han demostrado lealtad a la Constitución y al legado de la Transición. Pero en un sistema democrático los contrapesos son importantes y hay que esperar que Sánchez no caiga en las trampas que le intentarán poner estos grupos en su lucha por hegemonía de la izquierda.

De entrada, Pablo Iglesias intentó ayer marcarle el ritmo de las palmas en su primera intervención en el Congreso y el ya presidente le hizo una larga cambiada que le dejó sin palabras. Tampoco entró al trapo de la petición de Gobierno de coalición o de los gritos finales de “sí se puede”. El líder del PSOE ha llegado al poder con la lección aprendida y sabe en quién puede confiar y en quién no.

Pero, además de desdramatizar la situación, hay que hacer un esfuerzo para rebajar las expectativas de lo que algunos quieren presentar como un tiempo nuevo. No es razonable pensar que el nuevo Gobierno va a dar la vuelta a la política de los últimos siete años del PP con tan poco tiempo por delante y con unos apoyos tan inestables. Hay que ser realistas y centrarse en lo que anunció Pedro Sánchez: estabilizar la situación institucional, iniciar un proceso de regeneración y recuperar la agenda social. Si cumple con esas tres promesas, todo irá bien.

Donde hay que rebajar claramente las expectativas es en las políticas económica y territorial. Con unos Presupuestos para 2018 aprobados y con la lupa de Bruselas sobre el gasto público, el nuevo Ejecutivo tiene poco margen de maniobra este año. Para 2019, si los socialistas quieren abrir el grifo del gasto social, tendrán que subir impuestos, algo no despreciable en la ideología socialdemócrata, pero poco probable en un año electoral.

En cuanto a la política territorial, y especialmente a la cuestión catalana, tampoco hay que esperar grandes avances. El reto del nuevo Gobierno es desescalar el problema, buscar nuevos interlocutores en el sector independentista y empezar a tender puentes para recobrar la normalidad. El 155 decayó el mismo día que llegaba Sánchez. Una buena noticia para iniciar el nuevo camino.