El ‘hijo’ de Arzak
Los cocineros vascos recuerdan al fallecido Anthony Bourdain, con el que mantenían una estrecha y vieja amistad
Siempre hemos tenido con Anthony Bourdain una relación muy cercana. Cada vez que viajaba a Donosti sacaba un hueco para visitar nuestro restaurante. La última vez comió con nosotros en la mesa de la cocina.
Le conocimos hace unos 25 años. Llegó a San Sebastián con los Irízar. Y es curioso que aquella vez, como nosotros no vemos mucho la tele, no le reconocimos. Le tratamos de una manera muy natural. Y es lo que a él le gustaba, la gente normal. Luego vino varias veces más para grabar episodios de la serie documental No reservations. Y nos pedía que no hiciéramos nada fuera de nuestro comportamiento habitual, que fuésemos nosotros mismos. Él quería gente real, sin actuar, portándose como en la vida diaria.
Tenía un gran respeto hacia nuestro trabajo, se notaba que había sido cocinero. Nos animaba mucho. “Se necesita sangre joven en la cocina”, decía. Nos llevábamos muy bien. Era muy directo en sus opiniones, pero muy agradable también, y muy divertido. Daba gusto comprobar su conocimiento tan profundo de la gastronomía. Y hay que resaltar su labor tan importante en la comunicación culinaria. En todas partes del mundo han visto sus programas o han leído sus libros. Ha sido un comunicador increíble, un fenómeno internacional. Su huella permanecerá para siempre.
Le teníamos mucho cariño. Nuestros encuentros, en el País Vasco o en Nueva York, siempre han sido amistosos. Era un tipo entrañable. Recuerdo cómo, durante sus estancias de exploración gastronómica en Guipúzcoa, Bourdain se escapaba por la mañana temprano a Irún a un gimnasio a sus entrenamientos de jiu-jitsu.
Te lo pasabas muy bien con él. Era un bromista. Siempre recordaré lo que me dijo una vez: "Me hubiera gustado que fueras mi padre".
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