Secretos del museo del Prado
Las fascinantes historias que esconden tres grandes retratos de la pinacoteca madrileña
‘Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina’, de Lorenzo Lotto (1523)
Óleo sobre lienzo, 71 x 84 centímetros
Tras formarse en Venecia junto a Giovanni Bellini, Lorenzo Lotto (Venecia, 1480-Loreto, 1557) trabajó en Treviso, Recanati y Roma antes de radicarse en Bérgamo, donde entre 1513 y 1526 pintó para familias como los Cassotti, ricos comerciantes de tejidos que utilizaron las artes para dejar testimonio de su ascensión social en obras como este retrato donde una joven pareja, Micer Marsilio Cassotti y su esposa Faustina, miembro de una familia patricia de Bérgamo, posan mientras él le coloca a ella el anillo. Detrás se ve a un pícaro Cupido que unce a ambos con un yugo mientras mira a los contrayentes con sorna. Estr poco conocido maestro del Cinquencento italiano fue un artista de gran talento y originalidad que revolucionó el género del retrato matrimonial, dotándole de humor y profundidad psicológica.
‘El Cardenal’, de Rafael (hacia 1510)
Óleo sobre tabla, 79 x 61 centímetros
La identidad del prelado de mirada fría e inquietante ambigüedad —arquetipo de cardenal renacentista— retratado por Rafael durante su etapa romana (1508-1520) sigue siendo un misterio. Los candidatos más probables son los cardenales Bendinello Suardi (retratado en 1516 por Sebastiano del Piombo en un cuadro que hoy se exhibe en la National Gallery of Art de Washington), quien conspiró para matar al papa León X y acabó encarcelado en el castillo Sant'Angelo de Roma, y Francesco Alidosi, favorito del papa Julio II, personaje con fama de inmoral, avaricioso y cruel, asesinado en mayo de 1511 en una calle de Rávena por el sobrino del papa, Francesco Maria della Rovere, duque de Urbino. ‘El Cardenal’ es una de las obras más bellas de Rafael y uno de los mejores retratos de la historia del arte, un cuadro en el que a la penetración sicológica del personaje se unen su sobria composición —un triángulo sobre fondo neutro que converge en el afilado rostro— y la vibrante recreación de los tejidos, casi tangibles en el efecto moaré de la muceta (capa corta) de seda carmesí.
‘María Tudor, reina de Inglaterra’, de Antonio Moro (1554)
Óleo sobre tabla, 109 x 84 centímetros
En 1554, el pintor holandés Anton van Dashorst Mor, conocido en España como Antonio Moro, viajó a Londres por encargo de Carlos V para hacer el retrato de su prima y futura nuera María Tudor (1516-1558) protagonista de uno de los periodos más sangrientos de la historia inglesa. La hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón tuvo una infancia traumática. En 1533, tras ser repudiada su madre, tuvo que renunciar al título de princesa y el Parlamento inglés la despojó de la sucesión en favor de Isabel, la hija de Ana Bolena, la mujer responsable del divorcio de sus padres y su caída en desgracia.
La ejecución de Ana Bolena en 1536 provocó un cambio en la situación de María, y cuando en 1553 su hermanastro Eduardo VI murió de tuberculosis sin dejar descendencia, se le abrieron las puertas al trono de Inglaterra. Un mes después de su coronación, aceptó la propuesta de Carlos V de casarse con su hijo Felipe, once años menor que ella, quien acababa de enviudar. En julio de 1554, María Tudor se desposaba con el Demonio del Mediodía, como llamaban los protestantes ingleses al príncipe español, en la catedral de Winchester, una boda de conveniencia que establecía que, como rey consorte de Inglaterra, perdería cualquier autoridad si la reina fallecía antes que él. En noviembre de ese mismo año, con el apoyo del cardenal Reginald Pole, María Tudor derogó las reformas religiosas impuestas por su padre e inició una feroz represión de los líderes protestantes que llevó a casi trescientas personas —entre ellos Thomas Cranmer, el arzobispo de Canterbury que autorizó el divorcio de Enrique VIII de Catalina de Aragón— a la hoguera, lo que le valdría el apodo de Bloody Mary, María la Sanguinaria. Felipe apenas residió en Inglaterra como rey consorte, ya que en 1556 heredó de su padre las Coronas de Castilla (incluida América) y Aragón, Sicilia, Cerdeña y los territorios borgoñones. María falleció sin descendencia en noviembre de 1558.
En su retrato del prado, Moro representa a la segunda esposa de Felipe II en un sillón de terciopelo carmesí bordado, con los labios finos y apretados en un rictus. Sus ojos, fríos y acerados, parecen traspasar al espectador mientras sujeta entre los dedos la rosa roja de los Tudor. Del cuello cuelga su regalo de boda: el Joyel de los Austrias con la legendaria perla Peregrina, la misma que Richard Burton le regaló en 1967 a Liz Taylor por su cumpleaños, y El Estanque, un diamante de 100 quilates que Felipe II compró en Amberes por 80.000 escudos de oro.
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