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UN BAÑO DE DATOS | MODA

La historia del bañador en centímetros de piel

De la enagua al tanga: 130 años de prendas de baño

Bañadores
A finales del siglo XIX los bañistas utilizaban el traje de baño con pantalón y enaguas, “prenda interior femenina, similar a una falda y que se lleva debajo de esta”, según la RAE. La piel al descubierto suponía un 5% del cuerpo. Desde entonces ha ido aumentado hasta alcanzar un 80% o incluso el 100%. Biquinis, triquinis, tangas, bañadores surferos o tipo Speedo han marcado hitos en la relación entre cuerpo y vestimenta. Uno de ellos fue la fotografía de Brigitte Bardot en Cannes mientras posaba con un bikini en 1953, tendencia que no sería popular hasta la década siguiente.
Las prendas favoritas
Ellas compran más bañadores por Internet que ellos. La prenda favorita de baño de las mujeres es el biquini (75%), de colores azules (12%), de lycra y con volantes en la braga. Actualmente la tendencia mayoritaria es una combinación de todos los estilos y materiales tecnológicamente adaptados para favorecer el secado de la prenda, la temperatura del cuerpo o la protección contra la radiación. Pero la característica que une a los bañistas a la hora de hacer sus compras es una: ‘el low cost’.
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Vestirse es significarse. Y si alguna prenda implica eso más que cualquier otra (con excepción, quizá, de los uniformes) es el bañador. O el biquini. Cada uno en su momento han supuesto una conquista del propio cuerpo a base de reducción de centímetros de tela.

Si los microbiquinis de las tiendas low cost siguen abriendo hoy las bocas de los más conservadores, hay que trasladarse a la puritana y católica Boston de principios del siglo XX, cuando a sus 20 años Annette Kellerman se plantó por primera vez un bañador ¡de manga corta! ¡Y sin enaguas! En época de mangas largas y faldas inmensas, el resultado fue una detención policial y una escandalera mundial. Normal que el biquini tomara el nombre del atolón de las pruebas atómicas de EE UU: fue la bomba.

Pequeños grandes logros, parte de la historia de la libertad de vestimenta... y de la humanidad.

Quitarse las enaguas un día llevó a poder pasear en boxer años después, o a que Ursula Andress mareara a los espectadores de medio mundo con su biquini en Dr No . 1962. No en España, donde el cartel de la película fue censurado. Ni hablar ya de toples: para eso hubo que esperar a las suecas (y sus divisas). Conquistas del armario y del cuerpo. De ahí a la carcajada, ya sin escándalo, de Borat solo hay un paso. Y un pedacito (menos) de licra.

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