Entre la codicia y el caos
Europa llegó tarde y mal. Empezó por leer erróneamente la caída de Wall Street. Como si no fuera con ella
No es un aniversario cualquiera. Lo que entonces empezó todavía no ha terminado. Ni siquiera se sabe cómo hay que actuar para que no se repita. No fue una crisis pasajera la que empezó entonces sino una época de fragilidad e incertidumbre. Esa es la mayor de todas las lecciones: entonces pilló a todos desprevenidos y ahora la cautela, e incluso el miedo, son los que presiden nuestras vidas.
La caída de Lehman Brothers ahora hace de 10 años nos enseñó muchas cosas. Que las crisis cíclicas no habían desaparecido. Que los mercados no se autoregulan. Que la política y las administraciones públicas son necesarias, al menos para intervenir masivamente antes de que el sistema se hunda. Que la globalización no tiene retroceso, por más que los desglobalizadores pretendan desmontarla: fue la primera crisis global y fueron las intervenciones globales, de la Reserva Federal fundamentalmente, las que la atajaron.
Europa llegó tarde y mal. Empezó por leer erróneamente la caída de Wall Street. Como si no fuera con ella. Como si fuera fruto exclusivo de la codicia ajena y no existiera contacto entre sus bancos y los europeos. El euro le complicó las cosas. Y más aún la aversión alemana a la mutualización de la deuda, denostada como forzada unión de transferencias. Mientras EE UU salía de la crisis, Europa se hundía y regresaba a la recesión, ahogada por las políticas de austeridad. Grecia lo pagó muy caro. También toda la clase media europea. Avanzó la unión bancaria, pero muchas cosas se resquebrajaron: ahí están el Brexit o las victorias electorales del populismo xenófobo y excluyente.
Diez años después una avalancha de ensayos y reflexiones nos lo cuentan (Una crisis de libro. Babelia, 8 de septiembre). Nunca había desplegado la humanidad tanta sabiduría en la organización del buen gobierno de las economías y de los países. Y sin embargo, los resultados son bien pobres. Es el argumento mayor de los hijos engendrados por la crisis, esos engendros populistas encabezados por Trump que avanzan en todos los continentes, con programas surgidos de las vísceras y contra el conocimiento racional.
Empezó como una explosión de la codicia y se manifiesta ahora como el gobierno del caos, instalado en la Casa Blanca, donde la codicia mantiene su larga mano extendida con nuevas y amenazantes desregulaciones, aranceles y cortapisas al comercio, recortes de impuestos e incrementos del déficit en los que se incuba la próxima crisis. No es un aniversario feliz, sino todo lo contrario.
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