El poder de una ‘capulana’
Las mujeres ocupan el 39% de los sillones del Parlamento de Mozambique, pero la brecha de género es enorme. El coordinador de Ayuda en Acción en el país reflexiona sobre sus derechos
Hace un año y medio que comencé a vivir en Mozambique, uno de los 10 países con menor Índice de Desarrollo Humano (IDH) del mundo. Vivo en la ciudad de Pemba, capital de la provincia de Cabo Delgado, en la que Ayuda en Acción centra buena parte de su intervención. Se trata de una pequeña ciudad en la que tenemos prácticamente de todo y por ello no es representativa de la realidad en la que vive la mayor parte de la población: comunidades rurales con muy poco, dedicadas a la agricultura familiar.
Si tuviera que escoger algo que represente bien a este país, podría ser su bandera por todo lo que simboliza: el rojo de la sangre derramada en la lucha armada, el negro por su gente y su pertenencia al continente africano, el verde de su riqueza natural, el amarillo de sus recursos minerales y el blanco por la paz. A su vez, una estrella por la solidaridad entre los pueblos, un libro por la importancia de la educación y una azada por la de la agricultura, junto a un fusil que recuerda de nuevo la lucha armada. Sin embargo, cuando pienso en Mozambique hay otra imagen que me viene a la cabeza, otra cosa que, a mi entender, representa incluso mejor a este país: una capulana.
La capulana es una tela africana generalmente asociada a las mujeres, aunque cada vez es más usada por los hombres en camisas, pantalones y otras prendas. Se dice que llegó a Mozambique alrededor del siglo X procedente de Persia y es similar a otras usadas en países como Angola (donde la llaman pano), Zambia (chitengue) o Kenia (kikoy).
Aquí no es extraño que la vida comience y acabe con una capulana, desde que la matrona envuelve en ella al recién nacido —el parto hospitalario sigue siendo inaccesible para muchas mujeres— hasta cubrir el cuerpo de una persona cuando sucede una infelicidade, como llamamos aquí a los fallecimientos. La capulana sujetará al bebé durante los primeros años colgado a la espalda de su madre, las vestirá a ellas en cualquier fecha importante como su ritual de iniciación o su boda, amortiguará el peso de la leña y el agua cargadas sobre las cabezas y vestirá la mesa, la cama y muchos lugares más.
En Mozambique, el 48% de las niñas se casa antes de los 18 años
Carminda, cómo no, viste con capulanas. Cuando le pregunto qué representa esta prenda para ella, me mira extrañada unos segundos antes de responder: “Es el símbolo de las mujeres mozambiqueñas, cuando la vestimos nos sentimos bien. Yo no salgo de casa sin una en el bolso, nunca sabes cuando la vas a necesitar". Carminda Alberto es activista contra la violencia de género en la ONG local Muleide (Mujer, Ley y Desarrollo) desde hace 12 años y una de las personas con las que trabajamos mano a mano. “Mi trabajo es el empoderamiento femenino en las comunidades, combatir la violencia de género y los casamientos prematuros. Muchas mujeres no conocen sus derechos y tienen miedo a denunciar, debemos ayudarlas a vencer ese miedo”, cuenta.
Muleide cuenta con más de 25 años de experiencia en lucha contra la violencia de género, los casamientos prematuros —según ONU Mujeres, en este país el 48% de las niñas se casa antes de los 18 años de edad y el 14% ya están casadas antes de cumplir los 15— y los embarazos precoces —más del 46% de las adolescentes de entre 15 y 19 años están embarazadas o tienen ya un hijo—; algunos de los temas centrales en la agenda de género de Mozambique. Son problemas comunes a los que se enfrentan, por el hecho de serlo, sus niñas y mujeres. Igual que comparten el uso de la capulana.
Mozambique ha alcanzado progresos significativos en materia de género en cuestiones como la participación política de las mujeres y el marco legislativo para la protección de sus derechos. Muchos se sorprenden, por ejemplo, al saber que el 39% de los sillones de su Parlamento está ocupado por mujeres, una cifra por encima de la media europea. Sin embargo, la brecha de género continúa siendo enorme y los retos muy numerosos, especialmente en el contexto rural.
En las comunidades rurales, sigue siendo tabú que las mujeres hablen en presencia de los maridos
Cuando voy de visita a una machamba (terreno de cultivo), veo trabajar a hombres y mujeres por igual, no aprecio grandes diferencias pues la labor se afronta en familia. Sin embargo, los cuidados en casa o el acarreo de agua son otra historia, casi siempre les corresponde a ellas. Por otro lado, conseguir que las mujeres se expresen con libertad no es sencillo, requiere de tiempo y de técnicas que lo faciliten. En las comunidades rurales, por ejemplo, sigue siendo tabú que hablen en presencia de sus maridos, por lo que tenemos que generar espacios no mixtos para poder desarrollar mejor la comunicación y el trabajo en derechos de las mujeres.
Se avecinan elecciones en Mozambique (las autárquicas o municipales en octubre de este año y las generales un año después), y por ello es un momento clave para visibilizar todos estos retos. Ya en las pasadas elecciones, organizaciones como Forum Mulher (red de asociaciones de mujeres de la que forma parte Muleide) denunciaron la poca presencia de sus reivindicaciones en el debate político. “Los derechos de las mujeres y la mejora de sus condiciones de vida no aparecen como cuestiones importantes. Las mujeres nunca son protagonistas del discurso político de campaña”, aseguran. El hecho de que en las pasadas elecciones no existieran datos oficiales sobre la participación electoral de las mujeres, parece darles la razón.
Para Carminda la capulana es el símbolo de las mujeres mozambiqueñas, pero para mí es algo más. La vida en Mozambique no se entiende sin ella. Estoy seguro de que cuando me marche lo haré cargado de ellas y de que cuando piense en todos los desafíos que aún tiene que afrontar este país, me tranquilizará pensar que su futuro estará sostenido por sus mujeres y sus poderosas capulanas.
Jesús Torres Palmero es coordinador de Ayuda en Acción en Mozambique.
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