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Una guía para sobrevivir o morir con dignidad en las catástrofes

La nueva edición del manual de acción humanitaria 'Esfera' recoge décadas de experiencia en terreno para guiar el trabajo de quienes salvan vidas durante una emergencia para lograr mayor eficiencia

Proyecto Esfera
Alejandra Agudo
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Más de 11.300 personas murieron entre 2014 y 2016 en tres países africanos —Sierra Leona, Liberia y Guinea—  por una sola enfermedad: el ébola. Esta ha sido una de las crisis sanitarias de mayor envergadura en la última década, no solo por el número de infectados sino también por la elevada letalidad del virus. De cómo respondió y actuó la comunidad internacional para salvar el mayor número de vidas posible, lo que funcionó y lo que falló, se extrajeron varias lecciones. Una de ellas fue que los trabajadores humanitarios no solo tenían que mantener con vida a los pacientes, sino también saber acompañarles en los últimos momentos.

Gracias a este ejercicio de revisión, la provisión de cuidados paliativos es una de las nuevas normas introducidas en la cuarta edición del manual de acción humanitaria Esfera, presentado este lunes en Madrid con el apoyo de la Fundación LaCaixa. Esta guía, promovida y elaborada por profesionales de organizaciones no gubernamentales junto con el Movimiento de la Cruz Roja y la Media Luna Roja, es hoy una referencia esencial para las ONG de todo el mundo, voluntarios, agencias de la ONU, gobiernos, donantes, e incluso el sector privado, que responden a crisis de todo tipo, desde catástrofes naturales hasta guerras. En ella no solo se subrayan los principios éticos y jurídicos que deben regir su actividad, sino también cuáles son los estándares mínimos de calidad que todos han de cumplir con su labor.

"Se trata de asegurar que las personas puedan sobrevivir a una situación de crisis con dignidad", explica Aninia Nadig, responsable de políticas y sensibilización de Esfera, el proyecto que está detrás de esta iniciativa, impulsado por un centenar de ONG. Para ello, el manual establece normas específicas sobre acceso a agua y saneamiento, alimentos, refugio y salud. Un ejemplo: las organizaciones humanitarias tienen que asegurar que la población inmersa en una situación de emergencia dispone de agua, como mínimo, 15 litros por persona al día. En cuanto a la alimentación, se estima que las necesidades mínimas son de 2.100 kilocalorías diarias "con un 10% de la energía total en forma de proteínas y el 17% de grasas". No vale cualquier menú. No basta con salvar vidas de cualquier modo: hay que hacerlo bien.

Los anteriores son solo dos ejemplos de los cientos de normas e indicadores que contiene este manual. La mayoría ya estaban contemplados en las tres versiones anteriores, pero otras han sido introducidas o reformuladas. El mundo ha cambiado desde la primera edición publicada en el 2000; y con él, también han mutado las crisis, que son cada vez más urbanas y de mayor duración. Por eso, algunas de las novedades se han incorporado en el capítulo de alojamiento y refugio.

La puesta en común de las experiencias de los trabajadores humanitarios es esencial para adaptar y crear las normas de actuación

"Hay que adaptarse. Ya no podemos pensar solo en levantar campos de refugiados y desplazados", apunta Francisco Rey, codirector del Instituto de Estudios Sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH), quien ha participado en la presentación. "Antes se construían viviendas provisionales, pero lo provisional a veces dura décadas. Es un problema", agrega. Pero en la actualidad hay desplazados en las ciudades que ni siquiera necesitan que una ONG les levante una casa con sus 3,5 metros cuadrados por persona, así como con espacios privados y comunes, analiza Nadig, "sino poder pagar un alquiler".

En este sentido, una de las prácticas que ha demostrado su eficacia es la transferencia de efectivo a personas en situación de vulnerabilidad. Primero se empezó a usar para garantizar la seguridad alimentaria de la población que perdía sus medios de vida. En vez de repartir comida, si los mercados locales funcionan o se restablecen —lo que sucede en las crisis prolongadas— la comunidad humanitaria ha comprobado que es más útil dar dinero a las familias para que ellas adquieran los alimentos de su elección. "Les hace menos dependientes. Les da más libertad y es más digno", opina Rey.

Este mecanismo supone un paso de una ayuda basada en suministros a otra garante de derechos, en este caso, a la alimentación. Ahora, tal como apuntaba Nadig, las transferencias de efectivo también pueden resultar útiles para otro tipo de intervenciones como la provisión de vivienda. La Unión Europea optó por esta forma de ayuda con los refugiados sirios en Turquía, donde el 90% habitan en pisos de alquiler. Lo prefieren porque les da más libertad y seguridad que permanecer en un campo, pero necesitan de apoyo económico para costear la renta.

La puesta en común de las experiencias de los trabajadores humanitarios es esencial para adaptar y crear las normas del manual de Esfera. Ellos son quienes mejor saben qué se necesita, qué funciona y qué ha fallado en el pasado. El sector aprende de sus éxitos y sus errores para mejorar. "El terremoto Haití de 2010 fue un punto de inflexión porque nos dimos cuenta de que hubo cosas que se podían haber hecho mejor", reflexiona Mónica Acosta, jefa de emergencias de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (Aecid). "Este es un sector en el que hay autocrítica y mucha autoevaluación para mejorar", añade Marta Valdés, directora adjunta de Acción Humanitaria de Oxfam Intermón. 

"En las emergencias se pone más de manifiesto la descoordinación", anota Rey. Por eso, tener una guía común con objetos e indicadores compartidos y preestablecidos, mejora la respuesta, ahorra tiempo, conversaciones logísticas y de planificación. Cuando sucede una emergencia, todos tienen claro qué mínimos persiguen. "Nos aporta un lenguaje común", detalla Valdés. "Lo importante es improvisar lo menos posible. Tener unos estándares, que un equipo de expertos ya haya analizado qué funciona y qué no, nos ayuda a no tener que pensar en ello para responder a una emergencia", agrega Cristina Gutiérrez, jefa de la Oficina de Acción Humanitaria de la Aecid.

Los expertos destacan que el manual Esfera es útil para proveer la atención adecuada, y también para evaluar después si se ha conseguido tal objetivo. Una rendición de cuentas que no solo se debe realizar ante los donantes y entre pares del sector, sino también ante los propios beneficiarios. 130 millones de personas necesitan ayuda humanitaria para sobrevivir, según la ONU. Y se merecen sobrevivir o morir con dignidad, repite Nadig. Para lograr la mejor de las atenciones, advierte Jaime Varán, de la coordinadora estatal de ONG, hace falta algo más que normas y lenguajes comunes. "Hace falta financiación y España solo dedica 32 millones de euros a ayuda humanitaria. Un céntimo de cada 100 euros que se recaudan por impuestos". No habrá transferencias de efectivo que realizar, si no hay efectivo que transferir.

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Sobre la firma

Alejandra Agudo
Reportera de EL PAÍS especializada en desarrollo sostenible (derechos de las mujeres y pobreza extrema), ha desarrollado la mayor parte de su carrera en EL PAÍS. Miembro de la Junta Directiva de Reporteros Sin Fronteras. Antes trabajó en la radio, revistas de información local, económica y el Tercer Sector. Licenciada en periodismo por la UCM

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