Tranquilo, no eres el único que está festejando que se acaben los villancicos
Los psicólogos explican por qué son adorables a la par que insufribles
El final de las Navidades está cerca y muchas personas cuentan ansiosas los minutos que quedan para poner el punto final a las fiestas. Su problema con esta entrañable etapa del año son los villancicos; muchos han estado a punto de arrancarse hasta el último pelo de la cabeza cuando han tenido que dedicar una tarde de compras acompañados por ese repetitivo soniquete de este tipo de música, que se reproduce hasta en la consulta del dentista.
Aunque la peor parte se la han llevado los trabajadores que han tenido que escuchar esta melodía durante toda su jornada laboral, sin descanso, lo que puede afectar de forma negativa a su rendimiento y concentración. Según, Rosana Pereira, psicóloga, coach fundadora de Haztúa Psicología Positiva, lo que desquicia es el patrón insistente y repetitivo de este género musical, que produce estrés y agotamiento.
Es un tintineo que taladra su cabeza y del que no se puede escapar, hasta el punto que uno llega a casa y las vocecillas de las melodías aún permanecen instaladas en su mente. "Nuestro cerebro necesita variedad de estímulos y contrastes, es lo mismo modo que nos ocurriría si estuviésemos encerrados en una habitación y siempre viésemos las mismas paredes", señala Pereira. De hecho, la experta confirma que los datos de la Asociación Americana de Psiquiatría indican que más de un 60% de la población del país confiesa sentirse estresado en estas fechas. Irónicamente, necesitan unas vacaciones con urgencia en momentos de fiestas. ¿Pero por qué?
'A Belen pastores' puede sacar la fiera que lleva dentro
Nuria Escudé, musicoterapeuta, psicóloga, directora y profesora del máster de Musicoterapia de la Universidad de Barcelona, considera que cuando la música viene impuesta por una época o una institución puede empeorar nuestro estado de ánimo. En los peores casos, su influencia llega a generar crisis, nervios, estrés, agotamiento y depresión... provoca que salte 'la fiera' que llevamos dentro. Y eso que una canción puede ser más relajante que un ansiolítico.
"Los villancicos que escuchamos habitualmente en los grandes comercios y supermercados poseen un ritmo marcado y repetitivo, asociado a una mala instrumentación, que satura los oídos", analiza la especialista. "Por eso nos provoca la necesidad de huir y retirarnos a un lugar donde podamos disfrutar del silencio, para descansar", añade. Además, el ruido de la zambomba, los tambores y los cascabeles también tiene cierto efecto depresivo en muchas personas. Los villancicos son así: o los amas o los odias.
¿Pero por qué producen tristeza y melancolía, si se supone que están compuestos para generar alegría y cargarnos de espíritu festivo? Escudé considera que la Navidad es para muchas personas un símbolo de falsedad consumista, familias desavenidas y soledad. Las canciones navideñas suponen un recuerdo constante de todos estos sentimientos: "La música tiene un impacto muy fuerte a nivel emocional, asociamos determinados estímulos musicales positivos a la secreción de dopamina y a un aumento del placer, por el contrario, ocurre justo lo opuesto cuando está ligada a un recuerdo negativo", dice.
Trucos para escapar de esta 'pesadilla' musical
Pese a que el final esté cerca, las melodías navideñas todavía no han dejado de sonar y, aunque está claro que hay pocas opciones de escapatoria, no está de más seguir unas pautas básicas para resguardarte de su efecto. La psicóloga Rosana Pereira aconseja tratar de centrar la atención en otros estímulos que nos permitan obtener la variedad que nuestro cerebro reclama: las voces de las personas que visitan una tienda, nuestros propios pensamientos o mantenernos lo más inmersos posibles en nuestras tareas.
"Podemos prestar más atención a los estímulos que nos llegan por otros canales sensoriales y que nos ayudarán a que sea más llevadero el repetitivo compás de los villancicos. Y si nada de esto funciona, siempre nos queda pensar que en unos pocos días volverá la rutina a nuestra vida", señala Pereira. La musicoterapeuta Nuria Escudé propone un mantra tipo 'oídos que no escuchan, corazón que no siente'. Ponernos unos cascos con nuestra propia música pude ser una ayuda, nada mejor que una barrera física para no escuchar nada de lo que sucede alrededor. Eso sí, ten en cuenta los consejos de la Organización Mundial de la Salud para evitar el riesgo de perder oído.
Por último, si no puede plantarse sus audífonos y no quiere terminar loco por culpa del runrún constante, Núria Codony Junyent, también psicóloga y directora de Haztúa Prosperidad Psicología Positiva, recomienda utilizar el grounding. La técnica que consiste en pensar en cinco cosas que está viendo en ese momento, cuatro que escucha, tres que toca, dos que huele y una que saborea. "Esto nos proporciona una distracción que hará que los pensamientos negativos se disipen sin necesidad de luchar contra ellos", concluye la experta. Como por arte de magia antinavideña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.