Este es el único camino para desterrar modos y creencias caducas y tóxicas
Los padres y madres están educando a quienes mañana serán hombres y mujeres, y sin querer, muchas veces les sorprenden sus propios prejuicios
La condición humana no deja de sorprenderme. Una empresa que vende artículos relacionados con el afeitado hace un anuncio que pretende romper una lanza en pro de un cambio en el estereotipo más primitivo y tóxico de la masculinidad y el balance el de 240.000 “me gusta” y 614.000 que nos les gusta, que les ofende. ¿Por qué cuando se expresan en un medio público aquellos comportamientos generalmente masculinos más abominables, pero igualmente reales, tradicionales, validados socialmente, muchos hombres se ofenden?
¿No se trata acaso de abolir aquello que nos empeora y limita como género en lugar de refugiarnos detrás del “no todos somos así”? ¿No se trata de reconocer la parte más vergonzante de determinadas conductas porque solo desde ahí, pueden cambiarse?
Sin embargo, la tendencia más generalizada es la de victimizarse, hacer de la excepción la regla, generalizar desde el caso aislado, porque de esa manera no tengo que hacer esfuerzo alguno. “La culpa es de los otros, de las feminazis, de la prensa, de la izquierda, de la derecha…."
Dicen los ofendidos que existe una especie de Ku Klux Klan mediático contra el colectivo masculino, un movimiento de acoso y derribo contra el género, las feminazis dicen.
El feminismo es definido por la Real Academia Española (RAE) como un principio de igualdad de derechos de la mujer y el hombre. ¿Alguien hoy por hoy puede no estar de acuerdo con esto? Es más, alguien hoy puede no definirse como feminista siguiendo su significado real?
El término feminazi fue popularizado por un locutor de radio estadounidense, afín al partido conservador del señor Trump, y alude de forma peyorativa a aquellas feministas percibidas como radicales. Es decir, que se puede ser feminista pero poco, que no se note mucho. Si estás a favor de la igualdad de derechos que sea con la boca pequeña y lo menos en público posible.
En fin, no creo que a nadie se le escape que los intereses de la empresa responsable del anuncio no son hacer un ejercicio de valentía contracultural, sin embargo, este tipo de gestos son rescatables en tanto contribuyen a apoyar los pasos que conducen a la evolución social, y son la punta del iceberg, el síntoma del cambio que se está produciendo (sin permiso de los ofendidos) en el ámbito social.
Como cualquier revolución cultural y social nos vamos a encontrar con fuertes resistencias, tan humanas como el miedo a la pérdida de poder, el vértigo de lo inexplorado. Pero, también como cualquier cambio de paradigma mental, una vez echado a andar, es imparable.
Ikea en su momento hizo alarde de todo ello en su publicidad, invitándote a “redecorar” tu vida, y no hubo polémica alguna cuando el transexual se sacaba delicadamente la braguita, por ejemplo.
Evolucionar es eso, saber adaptarse al medio, a un medio cambiante. Puedes ofenderte y dejar de usar sus cuchillas como una pataleta infantil de niño que le han llevado la contraria o puedes hacer una reflexión productiva que te ayude a ver, con honestidad, en qué parte de esos comportamientos te reconoces, porque solo desde ahí, es posible el cambio.
Dicen las voces más pesimistas que el machismo está lejos de extinguirse, y seguramente es verdad, porque no hay ni ha habido nunca algo tan profundamente arraigado y transmitido desde que somos un minúsculo embrión. Y no hay otro camino para desterrar modos y creencias caducas y tóxicas que educar en igualdad.
Se necesitan generaciones enteras de niños y niñas a los que se les permita llorar sin hablar de debilidad, entristecerse sin tratar de evitar la pena, conocer las emociones como aprenden los colores, elegir a qué o con quien quieren jugar sin orientarles acerca de la conveniencia o no de su elección, vestirse con los colores que les gusten, llevar el pelo como les dé la gana, apuntarse a los deportes que prefieran, niños que no asocien miedo y tristeza con debilidad y niñas que no asocien la independencia con la soledad.
Los padres y madres estamos educando a quienes mañana serán hombres y mujeres, y sin querer, muchas veces nos sorprenden nuestros propios prejuicios, nuestra mirada contaminada por los criterios de género en los que fuimos criados, es cierto. Pero enfadarse con los espejos no resulta útil. Defenderse con el discurso “pues anda qué tú” es inmaduro. ¿De verdad crees que por cambiar de maquinilla estás haciendo algo, dañando algo, defendiendo algo? … Gilette sabe que la mayoría de las veces, las maquinillas, las siguen comprando ellas.
Paradójicamente, yo veo en todas esas voces enfadadas que llaman al boicot, un síntoma de optimismo, … “ladran Sancho, señal que cabalgamos”.
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