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Columna
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Voto de clases

Pedro Sánchez podría convertir a su partido en una de las pocas plataformas socialdemócratas capaz de ganar elecciones en Europa

Jorge Galindo
Pedro Sánchez en el Congreso, el pasado 27 de febrero.
Pedro Sánchez en el Congreso, el pasado 27 de febrero. Sergio R Moreno (GTRES)

En ningún segmento de la sociedad ha perdido tanto apoyo el centroizquierda europeo como entre la clase obrera. En lo que llevamos de siglo, la probabilidad de que un trabajador manual vote por un partido socialdemócrata en Europa occidental se ha reducido en un 25%. El PSOE ha sido, sin embargo, una excepción a esta norma. Mientras los socialistas mantenían su base tradicional, el surgimiento de Podemos y Ciudadanos se construyó principalmente con los sufragios de la nueva clase media urbana, de los trabajadores del sector servicios.

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Ahora, sin embargo, la tendencia es la contraria. Porque si en algo coinciden todas las encuestas publicadas desde la convocatoria electoral es en el crecimiento del PSOE a costa de la debilidad estructural de Podemos y de la consolidación del viraje a la derecha de Ciudadanos. Es posible que esta dinámica se traduzca en una recuperación de una parte del electorado urbano menos envejecido, si es que no lo está haciendo ya.

Gracias a ello, Pedro Sánchez podría convertir a su partido en una de las pocas plataformas socialdemócratas capaz de ganar elecciones en Europa. Pero, a diferencia de lo que sucedía en el bipartidismo anterior a la crisis, la socialdemocracia española no puede dar estos votos por sentado. La posibilidad de una fuga renovada seguirá ahí mientras naranjas y morados se mantengan lo suficientemente fuertes como para que un voto a ellos no se sienta como malgastado.

En otras palabras: los nuevos trabajadores adquirirán poder para otorgar y quitar mayorías a la socialdemocracia española, con una amenaza de salida creíble. Gracias a este poder, podrán condicionar propuestas, decisiones y pactos. En tanto que el andamiaje del PSOE se mantiene gracias a la vieja clase obrera, la negociación para la formación de una coalición amplia será inevitable. Pero ahora se presenta una oportunidad para que se produzca de forma más simétrica que en el pasado.

Nuestros sistemas de bienestar, nuestros mecanismos de protección y regulación económica y laboral, no protegen tan bien como deberían a los nuevos trabajadores. Pero los cambios necesarios no se producirán a menos que haya incentivos electorales para ello. Para que los partidos dominantes sientan esta presión, es imprescindible que quien más interés tiene en que dichos cambios se produzcan actúe como un bloque electoral coherente. Como un nuevo voto de clase. @jorgegalindo

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Sobre la firma

Jorge Galindo
Es analista colaborador en EL PAÍS, doctor en sociología por la Universidad de Ginebra con un doble master en Políticas Públicas por la Central European University y la Erasmus University de Rotterdam. Es coautor de los libros ‘El muro invisible’ (2017) y ‘La urna rota’ (2014), y forma parte de EsadeEcPol (Esade Center for Economic Policy).

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