El tornaviaje de Pedro Sánchez
Si naufraga la próxima investidura tocará pensar en cómo rectificar el camino emprendido
Tras el descubrimiento de América y la circunnavegación de Juan Sebastián Elcano el verdadero reto para los grandes marinos españoles —en su gran mayoría vascos— consistió en encontrar una vía rápida y segura de regreso. Repatriar a la metrópoli las valiosas mercancías encontradas era el propósito último de las expediciones; de poco servía llegar lejos si no se era capaz de trazar el rumbo de vuelta. Pedro Sánchez recorrió con éxito el camino de ida impulsado por la ola de la censura. Un golpe de fortuna, rápido y potente, le llevó en volandas a la Presidencia sin una mayoría suficiente para gobernar. Lo intentó durante diez meses en solitario y la experiencia terminó con un abrupto fracaso.
Aznar y González son dos maestros de la política. Se recuerdan bien sus duras confrontaciones dialécticas pero a veces se olvida que en 1992 juntos expandieron y llenaron de contenido el Estado autonómico, que en 1995 sentaron las bases para encauzar el sistema de pensiones a través del Pacto de Toledo o que culminaron de la mano el ingreso en la estructura militar de la OTAN en 1997; tres hitos que definen, entre otros, la España presente. Saben de lo que hablan cuando reclaman centralidad; ninguno de estos tres acuerdos se habría podido firmar con los actuales dirigentes de Podemos en el Gobierno.
Pedro Sánchez tiene en la cabeza un proyecto fácil de explicitar: pretende gobernar para la izquierda social con el respaldo de la derecha institucional. La ruta marcada en su carta de navegación le permitiría asumir la representación de buena parte del electorado movilizado por Podemos tras la crisis y, al tiempo, ganar espacio por el centro ofreciendo estabilidad. Este es su pretendido tornaviaje, el que haría posible transformar un bloque coyuntural en una mayoría estable de gobierno. Sin embargo, su cartografía parece no ser tan certera como preveía. Unidas Podemos quiere también embarcarse en ese buque. Saben que, lograda la investidura, no habrá mayoría de censura posible durante cuatro largos años y no quieren quedar arrumbados a la sombra de un Gobierno socialista fuerte. El socio preferente quiere entrar como caballo de Troya en las tripas del Estado, una idea presente desde sus primeros pasos; en este momento, además, lo necesitan como garantía de supervivencia. Lo de menos es quienes se sientan en el Consejo de Ministros, la clave es estar allí.
Si naufraga la próxima investidura tocará pensar en cómo rectificar el camino emprendido. Una lógica desconfianza dominará a todos los protagonistas y la patente voracidad de PSOE no ayudará a calmarla. Ahora que ha quedado más claro qué es lo principal —la unidad de España, la democracia, el Estado de Derecho— y qué lo accesorio, solo faltará que Sánchez empiece a actuar en consecuencia.
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