La emancipación como mito
Cualquier dato que se tome corrobora que España no es un país para jóvenes
En las malhadadas negociaciones para la investidura de presidente de Gobierno se barruntó varias veces la idea de un Ministerio de la Juventud. No fue la única novedad: en su primer discurso, Pedro Sánchez subrayó la urgencia de un estatuto del becario, la universalización de los derechos de los autónomos y la recuperación del concepto de “trabajo decente”, puesto en circulación por la Organización Internacional del Trabajo a finales de la década de los años noventa (oportunidad de acceder a un empleo productivo que genere un ingreso justo, la seguridad en el lugar de trabajo y la protección social para las familias). Asimismo, en España avanza, el documento del PSOE para la negociación con los otros grupos parlamentarios, se incluía la necesidad de reforzar el Plan de Choque de Empleo Joven. Por primera vez en mucho tiempo las reivindicaciones sobre el colectivo de los jóvenes superan (pero no ignoran) las de otros segmentos de la sociedad, aunque no sea el más numeroso en términos electorales. Al tiempo que se ponían esas buenas intenciones encima de la mesa, el Consejo de la Juventud de España (uno de los organismos que sufren la interinidad e inestabilidad de los últimos Gobiernos) hacía público su Observatorio de Emancipación, correspondiente al segundo semestre del año pasado. Los principales datos aportan un estado de la cuestión bien alarmante:
1
Sólo el 19% de los menores de 30 años se emancipa, cuando hace 10 años, en plena Gran Recesión, este porcentaje llegaba al 26%; o visto de otro modo, el 81% de los jóvenes se queda en casa de sus padres.
2
Los jóvenes que quieran irse a vivir solos, alquilando una vivienda (y pagando los gastos de comunidad correspondientes), deben aportar para ello el 91% de su salario. El sueldo medio de este grupo de edad es de 940 euros netos al mes. De nuevo, la comparación con el pasado es pésima: hace una década ese porcentaje era del 57,4%. La explicación de este fenómeno es el incremento de la precariedad estructural en todas sus formas.
3
Sólo el 15,6% de las personas jóvenes emancipadas viven solas, y no comparten su piso o apartamento con otras personas que también ayudan a pagar el alquiler.
4
El 34,8% de la población entre 16 y 29 años se encuentra en riesgo de pobreza o exclusión social (que se mide en términos de pobreza, carencia material y baja intensidad de trabajo en el hogar). La juventud es el colectivo de edad más vulnerable en España.
Es por estos datos y otros que se aportan por lo que el Consejo de la Juventud llega a la conclusión de que “la situación de los jóvenes no ha mejorado”. Los datos macroeconómicos que señalan algo de luz en la economía española no se reflejan en la juventud, que se encuentra con salarios bajos, empleo temporal y cada vez más desajustes en el mercado: ante las nuevas fórmulas de contratación o de modelos empresariales, quien paga la consecuencia es la juventud.
A estas tendencias se unen las que proporciona el Banco de España, a través de una conferencia leída por su gobernador, Pablo Hernández de Cos (EL PAÍS de 15 de julio): los jóvenes españoles ganan ahora menos que hace una década. Cada nueva generación siempre fue superando los ingresos laborales de las previas, pero esta trayectoria se truncó con la Gran Recesión. En este periodo, todos los grupos vieron reducidas sus retribuciones anuales, pero hay un grupo que lo ha padecido con mayor crudeza: los jóvenes, y entre ellos “el colectivo de jóvenes menos formados fue el que sufrió una mayor caída en sus ingresos anuales totales”.
Varias generaciones de jóvenes ya no tienen el futuro prometido. Entre la incertidumbre y el miedo sólo hay un paso, el de la vulnerabilidad. Se ha detenido la escalera del progreso, lo que significa una reducción de las expectativas materiales y emocionales de aquellas cohortes de edad. Para ellos, la emancipación es sólo un mito y España no es un país para jóvenes.
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