_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Joker contra la familia Manson

Tanta precaución moralista lo único que consigue es que se eche de menos después de cada escena un tutorial sobre cómo deberíamos entenderla

Manuel Jabois
Joaquin Phoenix es Joker.
Joaquin Phoenix es Joker.WARNER BROS

El domingo pasé la mañana en el Valle de los Caídos y por la tarde fui a ver Joker. De esta forma, pude ver familias deliciosas y perfumadas haciendo cola para fotografiarse delante de la tumba de un dictador y, horas después, vi a un hombre de buena voluntad aquejado de un trastorno psiquiátrico al que el sistema y el mundo hostiga, provocándole un resentimiento propio de supervillano. Eso sí: solo Warner Bros, y no Patrimonio, le ha dicho a sus espectadores que la película “no apoya” la violencia, y que “no es intención” convertir al Joker en un héroe. Que nos pongamos en guardia ante una ficción, en definitiva. No solo que no nos creamos lo que vemos, sino que, si nuestra percepción es equivocada, que sepamos que no era su intención.

Y si es su intención, qué importa. Es ficción. Como si el Joker, a base de bombazos, gobierna el mundo y con él la economía crece, logra reducir las emisiones de CO2 y divide una partida millonaria entre Notre Dame, el Amazonas y la iglesia de Sotosalbos. Tanta precaución moralista lo único que consigue es que se eche de menos después de cada escena un tutorial sobre cómo deberíamos entenderla, entre otras razones porque pareciera que como espectadores de una ficción no tenemos derecho a entenderla por nosotros mismos, sin apadrinamientos intelectuales y sin manos de catequistas sobre los hombros.

En el cine, cuando un personaje se encuentra, tras 90 minutos de agravios y obstáculos, con el asesino de su familia, ¿no les pasa que desean ver morir a ese desgraciado, lentamente si tenemos un mal día? ¿No aprietan los puñitos cuando un disparo le vuela la cabeza y saltan las vísceras a la pared mientras piensan, sin inmutarse, “jódete, cabrón”? ¿De verdad el Tribunal Escolástico de las Buenas Costumbres de la ficción cree que esa satisfacción en el cine es idéntica en la vida real, y que si matan a alguien en nuestra presencia también diríamos "qué merecido se lo tenía" sin mover un músculo y mirando de pasada sus sesos; o, mejor aún, que nosotros mismos lo haríamos porque se lo vimos hacer al Joker o a quien sea y creemos que tenía buenas razones, parecidas a las nuestras, que ya hay que tener mala suerte en la vida para dar con la única mujer del planeta a la que le molesta que alguien haga reír a su hijo?

No es casualidad que ese mismo día, domingo, numerosos lectores de este periódico montasen en cólera porque en un reportaje sobre un franquista cazador de miles de animales no hubiese al final de cada línea un emoji que subrayase lo concienciado que estaba el periodista que lo escribía y dejase clara la posición editorial del diario. Hay un momento especialmente delicado en este oficio: ocurre cuando los lectores se dicen fans de este u otro periodista; será superado en breve por el momento en que los lectores exijan que los periodistas sean fans de ellos, del mismo modo que se reclama que lo sean artistas y otros oficios dedicados al público, y escriban no solo para consagrarles a ellos, exigencia ya familiar, sino que tengan que hacer prueba pública de pureza.

Una demanda de los descendientes de la familia Manson a cierto director que yo me sé sería de ayuda para saber hasta dónde llega uno de los debates más idiotas de nuestro tiempo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_