David Reed: del ‘soul’ a Zambia, 40 años de reportero gráfico
Documentó la música negra estadounidense hasta que abrazó el fotoperiodismo puro y duro. Cualquier cosa, asegura, antes que un trabajo normal que solo paga facturas
David Reed, nacido en Londres en 1946, mal estudiante pero buen aficionado al atletismo y a la bicicleta, un buen día se puso a juguetear con las cámaras que utilizaba su padre, profesional especializado en la fotografía industrial. Así fue como el virus se inoculó en las venas de aquel muchacho. Hasta hoy. Tras pasar por la Ealing Technical & Art College se metió en el ajo de los flases al convertirse en asistente de Terence Donovan, uno de los grandes fotógrafos de moda de los años sesenta y padre de lo que se dio a llamar el Swinging London. En aquella época, Londres era como un gigantesco imán que atraía a jóvenes. Desde más o menos 1965 la capital británica se consolidó como el principal centro internacional del pop con un renacer creativo y una fiesta continua. De él aprendió técnica, luces y sombras. El resto lo hicieron otros maestros de su época: Irving Penn, Robert Frank o Bruce Davidson.
A principios de los años setenta llamaron a Reed del Sunday Times Magazine y del sello discográfico Stax, la alternativa sureña a la Motown de Detroit, para deambular por Nueva York y Memphis y retratar a esa marabunta del soul y el blues que estaba cambiando las reglas del ritmo. Seres y artistas venidos de otro mundo que revolucionaron, entre otras cosas, la manera de vestir. “La vida por entonces era divertida, aunque trabajábamos duro. No había horarios establecidos, currábamos a la hora que fuera y donde fuera. Yo era un fanático del soul y el blues. Para mí fue un sueño fotografiar a muchos de mis héroes musicales… aunque a menudo no les gustaba mi acento de blanco inglés”, relata Reed.
Del universo musical pasó al reporterismo gráfico puro y duro. En Zambia (África) sintió el peligro. “Fui arrestado allí en 1986, acusado de ser un presunto espía sudafricano, y me obligaron a marchar calle abajo con el cañón de una pistola pegado a mi espalda. No fue una experiencia agradable. Menos mal que un ministro de aquel país dio la cara por mí y terminaron soltándome bastante rápido”, informa.
Más tarde, ya en 1994, se interesó por el retrato más íntimo. Como los que realizó para el proyecto Material World, promovido por el fotógrafo Peter Menzel, en el que 30 familias corrientes de todo el mundo se retrataban en la calle junto a todas sus posesiones. El fin era mostrar sus diferencias socioculturales y económicas. “Este trabajo implicó captar la vida cotidiana de una familia británica sin concesiones a lo accesorio, solo ellos y sus costumbres. El libro y las exposiciones que salieron de allí comparaban los estilos de vida de familias de todo el mundo. El proyecto incluso logró un patrocinio de las Naciones Unidas, con motivo del Año de la Familia”, recuerda.
Reed se resistió al cambio cuando llegó provocado por la llegada de la era digital (“por fortuna, siempre he tenido un gran don para el Photoshop”) y ahora vive retirado en una pequeña casa en la campiña inglesa. No es fácil dar con él. “He tenido la suerte de pasar mi vida viajando por el mundo, cubriendo una increíble variedad de historias y temas, conociendo lo bueno y también lo simplemente grande, viendo lo ordinario y extraordinario, y cobrando por ese privilegio. ¡Ha sido mucho más emocionante que trabajar para ganarse la vida!”. Ahora, con 73 años, cuando hace balance de su brillante carrera, si algo no se considera es artista. “Yo no soy fotógrafo de arte, lo que soy es documentalista, me describo como reportero gráfico. Lo que me gusta es mostrar los temas en su entorno natural”. Con más pretensiones no habría llegado tan lejos.
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