Los errores de unos Goya descafeinados: ¿por qué es tan difícil hacer una buena gala de premios en España?
Grandes estrellas nominadas y un homenaje histórico: los Goya 2020 lo tenían todo para que la gala estuviese a la altura de sus mejores tiempos, pero esta vez los espectadores que esperaban con las uñas afiladas tuvieron motivos para desahogarse
La gala de los Goya 2020 no estuvo del todo bien. Y es una pena, porque así parece dar la razón a todos esos que esperan con los cuchillos afilados y a los que, en el fondo, les da igual que salga bien o no a la hora de hacer sangre. Ha habido buenas galas de los Premios Goya, pero la leyenda es más fuerte. Y así, la mayoría de presentadores han salido escaldados; guionistas y realizadores han acabado decepcionados, y los medios hacen al día siguiente su agosto recopilando las críticas más despiadadas.
El público, por su parte, espera a cada fallo con las uñas fuera. "Nos gusta mucho criticar", se lamenta Raúl Díaz, guionista y realizador de las dos últimas ediciones de los Premios Feroz y guionista en alguna gala de los Goya. "Se han hecho buenas galas de premios en España. La última de los Goya, por ejemplo [Díaz, entrevistado antes de la gala, se refiere a la de 2019]. Pero se olvidan pronto: según Twitter, parece que todas y cada una son una mierda. A mí, en un titular, me calificaron una de mis galas como 'la peor gala de la historia'. ¿En serio? ¿Peor que una de Murcia, qué hermosa eres?".
"No voy a decir el nombre, pero ha habido famosos que tenían un monólogo escrito, han venido al ensayo y han dicho: 'He tocado tres cosillas'. Y aparecen con un texto completamente nuevo escrito por ellos, por gente que no se dedica a escribir"
Raúl Díaz, guionista
No es un problema que afecte únicamente a los Goya: la organización de una gala de premios en España, en general, es siempre una tarea que parece perdida de antemano. El último ejemplo ha sido los premios musicales Odeón, una ceremonia con tantos errores de bulto que hasta la propia RTVE reprendió a la organización. Es fácil señalar: ¿un mal guion?, ¿una realización vaga?, ¿unos invitados a los que parece que no les apetece estar allí? Repasamos los errores y aciertos de la noche de este sábado para desentrañarlo.
El momento emotivo
La victoria de Benedicta Sánchez, Goya a la mejor actriz revelación a sus 84 años por O que arde, es el gran momento emotivo de la noche. La actriz sale sin dentadura (ya lo había anunciado) y sin un discurso escrito a dar un emocionante discurso y, claro, se pierde a la mitad. "¡Ayúdenme!", pide al público. Es el gran personaje inesperado: alarga su discurso pensando que no se puede ir. Y es un momento de humor que da cierta estructura a la gala nada más empezar. Como indica el analista televisivo Borja Terán, autor de Tele. Los 99 ingredientes de la televisión que deja huella, "las galas tienen que construirse como una serie, como un buen formato de entretenimiento: con un desarrollo, una evolución, un objetivo final y un punto de inflexión en medio. Y en ese punto de inflexión tiene que existir emoción, que a veces depende de los premiados". Lamentablemente en la gala de los Goya 2020, entre este gran momento y el siguiente hay una larguísima travesía por el desierto.
El elemento sorpresa
Y el otro gran momento llega (o debería llegar) cuando se desentrañó la gran interrogación de la noche: si Marisol acudiría o no acudiría, precedida de una emocionante actuación de Amaia Romero cantando Canción de Marisol. No, Marisol no se presentó. Había anunciado que no lo haría y, manteniendo esos principios de retiro absoluto que la convierten casi en nuestra Greta Garbo, mantuvo su palabra. Y fue una pena, porque si algo hace que una gala rompa y explote es lo inesperado. Borja Terán recuerda un gran ejemplo: "En la gala de 2010 apareció Pedro Almodóvar [finalizando así un enfado histórico con la Academia] sin que nadie lo esperase, porque no había pasado ni por la alfombra roja". Solo un vídeo de Marisol agradeciendo el premio hubiese hecho que esta gala se convirtiese en legendaria. No lo hizo, y es bueno para Marisol, que apuntala su leyenda, pero malo para unos Goya que se muestran débiles: su llamada no ha sido suficiente para sacar a la superestrella de su retiro.
"Es importante que el star system no se vaya a los baños ni esté mirando el móvil durante la gala, que esté a favor del público, sabiendo que son los protagonistas, aunque estén en el patio de butacas"
Borja Terán, analista de televisión
Contra todo pronóstico, justo después de ese momento hubo dos más emocionantes por motivos diferentes: la victoria de Julieta Serrano como mejor actriz de reparto por Dolor y Gloria y esa espontánea que interrumpe a los Javis en el escenario al grito de "¡salvemos el planeta!" y que resulta ser una actriz. Los que estaban aburridos volvieron a prestar atención. Y de eso se trataba.
La distancia con el público masivo
"Nos obsesionamos con imitar a los norteamericanos", añade el analista Borja Terán. "A menudo, los Goya y los premios en general se miran mucho el ombligo y se olvidan del espectador. Un ejemplo: en los premios Odeón se premió a artistas masivos y se olvidaron de esos que no venden tanto, pero llenan salas de conciertos todos los fines de semana, como Iván Ferreiro o Zahara".
En este sentido, los Goya se han ido curando en salud en los últimos años: uno de los mejores momentos de 2018 fue cuando Paquita Salas, o sea, Brays Efe en el personaje creado por los Javis, salió a presentar un premio y estableció un guiño a ese público que no va mucho al cine, pero consume Netflix y que conoce y ama al personaje. No existió este año un momento parecido, uno que se acerque al público más masivo y logre identificarse con él. Fue un acierto llamar a entregadores que aparecen en series tan exitosas como Élite (por el escenario pasaron Jaime Llorente o Esther Expósito), pero, ¿por qué no se les sacó más partido?
Un buen guion (que todo el mundo respete)
No se recordará este año por las grandes frases del monólogo inicial, que sin embargo el año pasado, por ejemplo, sí fue brillante. Este año hubo pocas pullas a la propia industria. "Entiendo que no hay que hacer chistes destructivos, no hace falta", opina Terán, "pero sí hay que reírse de la industria, de sí mismos". Cuidado, eso sí, con señalar directamente a los guionistas. Raúl Díaz recuerda una anécdota que puede explicar por qué, a veces, un discurso puede quedar descafeinado. "El equipo en el que yo estaba ganó un concurso público de unos premios cuyo nombre no diré, pero que tienen nombre de pintor. Del proyecto que presentamos, y que ganó la convocatoria pública, a la ceremonia que se emitió solo sobrevivió un monólogo. Y, de ese monólogo, por supuesto, el intérprete encargado de hacerlo decidió mancillar la mitad del texto. Incluso cambió la persona elegida para presentarlos. De lo que piensas a lo que acaba sucediendo muchas veces hay un trecho".
Pero hay más: "No voy a decir el nombre, pero ha habido famosos que tenían un monólogo escrito, han venido al ensayo y han dicho: 'He tocado tres cosillas'. Y aparecen con un texto completamente nuevo escrito por ellos, por gente que no se dedica a escribir, y tú les intentas hacer entender que los tiempos están medidos y terminas llegando a un acuerdo: pactar un texto que esté a medio camino entre lo que tú les escribiste y lo que ellos escribieron. Pues bien, he visto cómo se pactaba ese nuevo texto, se ensayaba ese nuevo texto y cuando aparecían en la gala, en directo, recitaban el texto que ellos habían escrito", explica el guionista y realizador Raúl Díaz.
El 'gag' (para mal) de la noche: la gente cruzándose por delante de la cámara
Al poco de comenzar la gala, Twitter ya tiene gazapo favorito: la inexplicable cifra de personas que pasan por delante de la cámara en los planos generales del escenario. ¿Por qué sigue habiendo errores de este calibre? Díaz apunta a la falta de ensayos. "¿Qué podemos hacer? Ensayar más y buscar más patrocinadores. Con más dinero, sale mejor. No es falta de talento, es falta de dinero. Dinero significa tiempo para ensayar, pagar a gente por hacerlo, tener espacios más grandes para hacer los ensayos y las propias galas, más profesionales… el dinero ayudaría mucho. Cuando el talento español tiene dinero, se demuestra que las cosas salen perfectas".
¿Más errores? No tener a traductores preparados para cuando salen los ganadores de la mejor película europea y hablan, oh, sorpresa, en francés. Terán señala, al hilo de errores de este tipo, que es importante "aguantar el tipo con los problemas que puedan surgir". ¿Nadie ensayó esto y se olió que un francés podía hablar en francés?
Asientos vacíos
"Es importante que el star system no se vaya a los baños ni esté mirando el móvil durante la gala, que esté a favor del público, sabiendo que son los protagonistas, aunque estén en el patio de butacas", señala Terán. "Eso lo saben bien los norteamericanos y no tanto los españoles". En este sentido, la gala de los Goya de 2020 vuelve a cometer uno de sus pecados capitales: esos asientos vacíos entre el público que se aprecian en cada uno de los barridos generales. Díaz, por su experiencia, está de acuerdo: "La sensación que tengo es que los famosos vienen a ver qué pasa con su nominación, así en general, y como mucho a pasárselo bien y tomarse unas copas después. No hay cultura del espectáculo, de reírse de uno mismo. Para algunos entregar un premio no supone una responsabilidad real. En muchas galas ha fallado la gente que tenía que entregar los premios".
¿Un ejemplo esta misma noche? Para mal, Carles Puyol, una gran estrella del fútbol desaprovechada cuando sale y se limita a leer el teleprompter. Para bien, Santiago Segura, que sale a presentar un premio y, en su línea, hace autopromoción de su próxima película. "Esta gente ya está medio traspuesta", explica. "Hay que vender el pescao". Todo el pescao, toda la emoción, tuvo lugar en el último cuarto de hora de la gala, con los emotivos discursos de Antonio Banderas y Pedro Almodóvar. Fue un gran broche de oro para una gala desigual de unos premios de la que tal vez los espectadores esperamos demasiado y los organizadores no cuentan con los medios suficientes. "Nos falta cambiar el chip en general", resume Díaz. "A los que lo hacemos y a los que lo disfrutan".
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