Poligamia o poliginia
Aunque conozcamos algún caso, nuestras sociedades no son poligínicas y hace mucho más tiempo que no son poligámicas
Nos pasamos el día hablando en griego. De ahí que a nadie extrañe la poligamia. Nuestro Tribunal Supremo ha dictaminado que dos mujeres casadas con el mismo varón, un marroquí afincado en España, sean ambas sus viudas, con derecho a pensión. Cierto enredo hay con lo de aceptar el caso, pero lo ha solucionado repartiendo en dos mitades una pensión única. En España la poligamia, se sabe, es delito. Pero el caso es que buena parte del problema es semántico. El caso de la palabra “poligamia” encubre realidades fuertemente distintas y quizá por ello convenga abrirla.
Si un varón puede estar casado simultáneamente con varias mujeres o también mantener a varias a la vez, con aceptación completa, sin que disfruten del estatus de esposa (cosa ésta que no es incompatible con la primera, puede tener esposa y además otras), esa sociedad es poligínica. Muchas de las sociedades antiguas lo fueron y algunas todavía lo son. La sociedad que nos relata la Biblia, en su Antiguo Testamento, es poligínica. Los patriarcas tienen una o varias esposas principales, porque de ellas deriva la línea correcta de herencia, y a la vez concubinas y esclavas a disposición. Y no otra cosa dice el Corán, que permite hasta cuatro esposas y concubinas en número ilimitado. La sociedad que nos trasladan las epopeyas homéricas así lo hacía y también la sociedad griega clásica, cuyo enunciado de uso, dicho por Demóstenes, anoto: “Tenemos a las cortesanas para el placer, las concubinas para proporcionarnos cuidados diarios y las esposas para que nos den hijos legítimos y sean las guardianas fieles de nuestra casa”. Esto, repito, es un uso inmemorial que se ha extendido a muchas sociedades en Eurasia, África y América. Los varones importantes son poligínicos. Es una de sus prerrogativas. Poliginia es estar autorizado a poseer varias mujeres, sean o no algunas esposas y otras concubinas.
Poligamia, por el contrario, es tener muchos vínculos matrimoniales. Algunas sociedades poligínicas también son polígamas, otras no. Para saberlo y poder distinguirlas lo que importa es poder establecer claramente la existencia de la herencia legítima y principal. Hoy esas sociedades son pocas. La poliginia, con varias parejas de entre las cuales ninguna es la principal, es un grave problema para el establecimiento de las sucesiones y herencias. Donde la primogenitura es importante, la poliginia tiene que estar muy acotada o es disfuncional. Recordemos la historia de José o el harén del Gran Turco.
Es evidente que en nuestras sociedades esto ha dejado rastros y huellas, si es que no ocurre todavía de tapadillo. Un rastro digno de ser subrayado aparece en el viejo y abolido delito de adulterio. En nuestro código lo cometía la esposa que yaciera con varón distinto a su marido. Pero el marido solamente si mantenía barragana dentro de su propia casa, esto es, si la hacía convivir con la esposa legítima. Si no había tal, no había caso. Fuera… lo que pudiera y quisiera. El varón tenía derecho a ese y otros privilegios. Bien, aunque conozcamos algún caso, nuestras sociedades no son poligínicas. Hace mucho más tiempo que no son poligámicas, porque en eso somos romanos: el matrimonio es único y tiene dos cónyuges. Sin embargo, cualquiera ve que, forzando un poco los términos, nuestras sociedades son polígamas… sucesivas.
Si una persona puede, sucesivamente, ir desposando diferentes parejas, previa separación y divorcio de la anterior, eso es poligamia sucesiva. Si bastantes de las sociedades históricas han sido poligínicas, la nuestra es frecuentemente polígama en el sentido que queda dicho. Nadie pierde fama o estatus por sucesivos matrimonios. Algunos incluso lo ganan. Univira llamaron los romanos con admiración a la mujer que únicamente se había casado con un esposo. Su simétrico no existió, o por lo menos no hay rastro de nombre para él. Las relaciones entre los sexos no han tenido por norma ser simétricas.
Se preguntará quizás por el caso de la poliandria, pero debe decirse que se trata de otra falsa simetría: que varios varones tengan en común a una mujer no hace poliándrica a esa mujer. El polo de poder nunca debiera quedar fuera del foco. Los grupos humanos que han aceptado la práctica son escasos y les agrupa su vida en lugares especialmente difíciles. Compran entre varios hermanos una esposa, por ejemplo. La poliandria es una práctica patriarcal de pobreza. La poliginia es la antigua riqueza. Y la poligamia actual deviene directamente de la libertad individual de las sociedades abiertas.
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