Corazón de madre
Me gusta pensar que no saliste de mi cuerpo pero sí de mi imaginación, que te estoy amamantando con el calostro de mis sueños
AMARU, SÉ QUE sabes perfectamente que Laura, la niña de tu libro que va a la compra, solo tiene una mamá y que yo cada noche me invento que tiene dos mamás con las que va al supermercado, pero me dejas ser. A ti lo que te gusta es partirte de risa cuando Laura quiere hacer todo ella sola, meter las manzanas verdes en la bolsa y arrastrar el carrito que es dos veces su tamaño, porque tú haces lo mismo. Hay otro libro sobre una mamá y un hijo que te gusta mucho, Corazón de madre. Cuenta cómo hay un hilo muy fino, casi invisible, que une el corazón de una madre con el corazón de cada hijo, y así todas las cosas que le ocurren al hijo le ocurren también a su mamá: baila si éste ríe o se hace más pequeño si éste se enferma o se siente triste. Ese no lo cambio porque es demasiado bonito, y aunque hable de una sola madre sé que cuando te lo leo yo sabes que ese cuento habla de mi corazón, y que cuando te lo lee Roci sabes que se trata del suyo. Cuando lo acabo, siempre te haces el gatito bebé, me quieres agarrar la teta y me lames la cara. ¿Recuerdas que el otro día un amigo nuestro te preguntó cuál era tu personaje favorito de la Patrulla Canina y dijiste Ryder y luego Chase y al final no supiste qué contestar? Bueno, no te preocupes, no tienes por qué tener favoritos ni comparar las cosas que te gustan, con que haya un lugar para cada uno dentro de ti ya está bien.
No creas que solo te lo estoy diciendo a ti, también me lo digo a mí, porque a veces se me olvida. Por ejemplo, cuando el otro día, después de caerte, fuiste corriendo a llorar a los brazos de Roci y alguien dijo delante de mí: “¡Madre solo hay una!”. El otro día en el parque un niño te contó que su papá se había ido de viaje y tú dijiste: “Pues yo tengo dos mamás”. Así de simple, unos tienen un papá que se ha ido de viaje y otros tienen dos mamás. Facilísimo de comprender. Te hemos enseñado muchas veces el vídeo del parto y sabes que yo también estuve ahí metida desde el principio en la piscina hinchable de tu nacimiento. Me gusta pensar que no saliste de mi cuerpo pero sí de mi imaginación, que te estoy amamantando con el calostro de mis sueños. Cuando te miré largamente por primera vez, vi en tu cara todas las caras de los que amo menos la mía. Pero ahora, cuando nos partimos de risa con el uso y abuso en nuestro vocabulario de la palabra “poto” —que es una manera mucho más tierna y divertida de decir culo—, cuando cambias las letras de las canciones y de los cuentos aburridos, cuando cambias mi mundo, nuestro mundo, me veo, nos veo en tu cara de poto.
Gabriela Wiener es escritora y periodista.
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