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Columna
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Las diferentes caras de Colombia en materia de seguridad

El país de hoy está mucho mejor que el de hace 20 años, pero un poco peor que el de hace dos

Ariel Ávila
Un soldado de guardia en Medellin.
Un soldado de guardia en Medellin. JOAQUIN SARMIENTO (AFP)

Hace unos días, la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) anunció un paro armado en varias regiones del país. Una situación común desde hace décadas, ya que para todos los meses de febrero, debido a conmemoraciones, hacen lo mismo. Pero esta vez había algo diferente. Por un lado, el vídeo que anunciaba el paro armado fue distribuido bajo una coordinación sospechosa que se expandió por miles de teléfonos vía WhatsApp. Incluso en ciudades como Bogotá o Barranquilla las familias preguntaban si era seguro enviar a sus hijos a la escuela o salir de vacaciones el fin de semana. Lo segundo es que efectivamente esta guerrilla venía presentando acciones armadas con mayor intensidad que en meses anteriores y, por ende, se percibía un fortalecimiento militar, el cual se pondría a prueba durante ese paro.

Colombia tiene más de 1.100 municipios, el ELN opera en alrededor de 120. Una cifra pequeña. De esos 120, hay 50 municipios donde pueden causar grandes perturbaciones a la seguridad. Hace 20 años, la cifra de municipios afectados por este tipo de paros era de 600 o 700, ahora son 50. Sin embargo, hace dos años eran 30 municipios. En conclusión, la Colombia de hoy es mucho mejor que la de hace 20 años, pero un poco peor que la de hace dos años, al menos en términos de seguridad.

Durante el pasado fin de semana el ELN efectivamente demostró más poder militar que en años anteriores, salieron a vías importantes, paralizaron varios municipios y hasta la capital de Norte de Santander estuvo bajo alerta. En todo caso, no hubo ninguna acción armada en una gran ciudad del país. Se confirmaba entonces la hipótesis de un ELN más fuerte que hace unos años, pero no es siquiera la mitad de lo que era la guerrilla de las FARC al momento de su dejación de armas.

En medio de la compleja agenda política del país, la estrategia de pánico no es lo extraño, en las actuales democracias es el pan de cada día. Lo que si llama la atención es el fortalecimiento del ELN. No debe olvidarse que la agenda de seguridad era tal vez el tema central del urbismo y de la campaña del actual presidente, Iván Duque. Sin embargo, 18 meses después de su posesión, la seguridad no ha hecho otra cosa que deteriorarse.

No hay una explicación clara de qué es lo que pasa, pero para expertos y analistas habría al menos tres posibilidades. Por un lado, muchos militares manifiestan que sienten miedo de realizar operaciones militares por temas jurídicos. Argumentan que no hay seguridad jurídica y que fácilmente podrían ser acusados por casos de violaciones a los derechos humanos ante cualquier operativo militar. Para otro sector de analistas, la explicación está en una parálisis institucional producto de los enredos jurídicos de varios mandos militares. Dichos problemas jurídicos impidieron el comando y control de la tropa, además, causaron una división dentro del mando militar. Una tercera explicación enfatiza que el problema está en el cambio operativo del ELN y en general de las estructuras armadas ilegales en el país. En términos estrictos no hay campamentos, uniformes, armas largas, ni concentración de tropa. La operatividad cambió y la adaptación de la fuerza pública tarda en darse.

El gobierno de Iván Duque quiere a toda costa dar de baja una serie de mandos del ELN y de las disidencias de las FARC, pero no lo ha logrado hacer. En cambio, se ha notado un retroceso en la seguridad del país. Así que la gran apuesta del Gobierno es que mediante resultados militares logre subir en las encuestas y superar la crisis política. Todo un reto para el presidente que cumplirá dos años en el poder en algunos meses con un país que se incendia.

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