Los huertos que salvarán del hambre a uno de los archipiélagos más aislados
En las islas Bijagós, en Guinea Bissau, la falta de alimento es un problema grave. Para revertir la situación, grupos de mujeres campesinas se organizan para sacar adelante proyectos agrícolas comunitarios
La carretera sin asfaltar que sube desde el puerto hasta la plaza de Bubaque, centro neurálgico del archipiélago Bijagós, siempre está llena de gente. En este enclave perteneciente a Guinea Bissau se abren paso motos con remolque y algunos coches, que tratan de esquivar a las personas que compran en las pequeñas tiendas de artículos de pesca, herramientas, telas y alimentación. Al final del camino, un muro anuncia con grandes letras de colores que allí se encuentra el mercado.
Dentro, varias mujeres venden los pocos productos hortícolas que se encuentran en esta isla. No son muchas, y en comparación con el gran tamaño del recinto, parecen todavía menos. Hay pimientos, pepinos, limas y berenjenas. Algunas ofrecen pescado y moluscos.
Durante la estación seca, de octubre a marzo, las familias dependen de sus producciones de arroz, alimento por excelencia en Guinea Bissau. “Cuando no hay arroz, comemos fruto de palma, alubias, anacardos, moluscos...”, explica Quinta, una campesina que forma parte de Nô Djunta Mon, un grupo de mujeres que tratan de sacar adelante huertas comunitarias en la isla para mejorar su alimentación y su economía.
La región de las islas Bijagós es la que menos diversidad alimentaria tiene de todo el país, según revela la encuesta de Seguimiento de la Seguridad Alimentaria y de la Nutrición en Guinea Bissau. El aislamiento que supone estar en una isla mal comunicada, la falta de equipamientos e infraestructuras y la casi nula participación de los hombres en las tareas reproductivas provocan, sumados a otros factores, que la situación en el archipiélago sea más dramática que en el continente.
Todas las tardes, las mujeres de Nô Djunta Mon y de Atingo Yakanto, otro grupo de horticultoras, recogen los productos que no han vendido y se dirigen a sus nuevos terrenos. Ambos grupos participan en el proyecto ejecutado por varias organizaciones. Los grupos de mujeres han conseguido terrenos cedidos que ahora están a su nombre. Una vez limpios y acondicionados, se convertirán en fincas comunitarias que les permitirán mejorar sus condiciones de vida.
“Las horticultoras estamos cansadas”, afirma la presidenta de Atingo Yakanto, Elizabete Cadengues, que opina que la producción de sus futuras huertas las hará más autónomas e independientes. “Comeremos y disfrutaremos de todo lo que plantemos, y después venderemos lo que sobre”, cuenta Elizabete, más conocida como Beti, que también critica la escasa participación de los hombres en el trabajo agrícola. Esto las sobrecarga aún más, pues las mujeres dedican en Guinea Bissau un 80 % de su tiempo al trabajo doméstico, según detalla el Examen Periódico Universal (EPU) elaborado por el Consejo de Derechos Humanos de la ONU en 2015.
Olimpia, otra de las campesinas, charla con sus compañeras sobre la poca implicación de los hombres mientras corta palos con un machete sentada en el suelo de la huerta. “Queremos vender para tener dinero y así poder pagar la escuela a nuestros hijos e hijas”, explica sin levantar la vista de las estacas que está preparando para luego marcar las divisiones de los canteros.
Junto a ella está su hija Uta, que ha ido a trabajar el campo acompañada de su bebé, Bruno. “Podremos pagar los estudios y, si estamos enfermas, podremos coger ese dinero e ir a la consulta”, asegura. Para ella la clave está en el trabajo en equipo y la cooperación, pues considera que “sin amistad nada puede avanzar”.
Fondos comunes
Nô Djunta Mon, que significa juntemos las manos en kriol, es a la vez el nombre y la estrategia de este grupo de mujeres. Sus asociadas, y las de los otros siete grupos que participan en el proyecto, han creado fondos comunes que les permitirán hacer frente a imprevistos, y tienen planeado crear cuentas bancarias cuando comiencen a tener ingresos.
Mucho de lo que se consume en Bubaque viene desde el continente en el barco y las canoas que cada semana llegan cargadas de gente, gallinas, latas de conservas y sacos de arroz de 50 kilos. A pesar de la poca frecuencia y del alto precio del transporte, Bubaque está bien conectado comparado con otras zonas del archipiélago. En la isla Uno, a cuatro horas en canoa desde allí, los problemas de alimentación empeoran. Allí se encuentran las peores cifras de toda Guinea Bissau, con un 36,7 % de las familias viviendo en situación de inseguridad alimentaria.
La ONG andaluza ASAD, que realizó un diagnóstico participativo antes de formular el proyecto, explica que un 75% de las personas encuestadas tomaba normalmente una sola comida al día. Para tratar de revertir esta situación, más de 180 mujeres de las aldeas de Angonho, Cabuno y Angodigo están inmersas en la preparación de las huertas comunitarias.
Constantina da Mota, presidenta del grupo de campesinas Tepeni, prepara una gran olla de arroz en el exterior de su casa y habla con sus vecinas de las dificultades que tienen para cultivar y comercializar sus productos. Si el aislamiento ya era un problema en Bubaque, en Uno lo es todavía más. Constantina interrumpe la conversación para espantar un par de gallinas que se acercan al fuego, lo que le recuerda otro de sus quebraderos de cabeza: los animales. Las vacas, cabras y cerdos entran en los campos y dañan los cultivos, provocando que se pierdan los esfuerzos invertidos en las cosechas.
La presidenta de Tepeni cuenta que con el proyecto ejecutado por ASAD y sus contrapartes están consiguiendo vallar las huertas, en las que además se han construido pozos para facilitar el riego. Por todo ello, confía en que conseguirán obtener beneficios de las próximas cosechas. Pero la ausencia de planes de desarrollo, la poca presencia de las instituciones y la inestabilidad política que vive el país no ayudan. Desde su independencia en 1974, la población bissauguineana ha sufrido una guerra civil y varios golpes de estado, el último en 2012.
Inestabilidad constante
Tres años después se presentó un plan estratégico bautizado como Terra Rankapero que fue paralizado solo unos meses después de su lanzamiento debido, una vez más, a la inestabilidad política. El objetivo de este plan era consolidar las instituciones democráticas, conseguir estabilidad y promover un desarrollo sostenible para el año 2020.
En las elecciones presidenciales de finales de 2019, la posible elección de Domingos Simões Pereira dio esperanzas a muchas personas, que veían en el candidato del Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde (PAIGC) una oportunidad de cambio; pero fue Umaro Sissoco Embaló, del partido Movimiento para la Alternancia Democrática (Madem G15), quien finalmente obtuvo la mayoría de los votos en la segunda vuelta.
Los problemas que afrontan las agricultoras son muchos: la baja productividad, la ausencia de diversificación y la dificultad para conseguir semillas
Estas trabas políticas se suman a las del sector agrícola: la baja productividad, la ausencia de diversificación, la dificultad para conseguir semillas o la imposibilidad de ahorrar para hacer frente a imprevistos o crisis, como las inundaciones que afectaron a arrozales de Bafata, Gabu y Oio en 2017 y que supusieron la pérdida de más de 30.000 toneladas de arroz. La sobreexplotación de los recursos sumada a las consecuencias del cambio climático, que hace que llueva menos y haya menos arroz, provocan que los períodos de escasez sean cada vez más largos.
Además, la producción nacional bruta de alimentos es “insuficiente para dar respuesta a las necesidades alimentarias del país, y la mala nutrición y la inseguridad alimentaria se han convertido en un obstáculo estructural en Guinea Bissau”, indica la FAO, que detalla que dicho estado africano “continúa registrando un déficit alimentario de cerca de 90 mil toneladas de media”. Este organismo de la ONU considera que para construir la soberanía alimentaria debe producirse un empoderamiento de las mujeres campesinas y una reducción de la pobreza. Guinea Bissau lleva una década estancada en los últimos 10 puestos del ránking del Índice de Desarrollo Humano (IDH), del que actualmente ocupa el lugar 177 de 189 países.
Para Bonifacio Nunes Albes, uno de los impulsores del proyecto, parte de la solución pasa además por ser conscientes de la importancia de una buena nutrición y por valorar el trabajo hortícola. “Hay gente que dice que la horticultura no tiene rendimiento, pero es porque carece de las nociones básicas sobre qué es la horticultura”, cuenta en un descanso de las formaciones de agroecología que se realizan en el marco del proyecto. “Un obrero no puede levantarse de la cama si no tiene comida, y un profesor o una profesora no pueden dar clase sin una buena alimentación”, agrega Bonifacio. “Cuando vas al médico y tienes algún problema te dice: ‘Come frutas, come verduras’. ¿Y de dónde salen? De la horticultura. Todos los trabajos tienen importancia y valor, pero a veces en Guinea Bissau, por falta de concienciación, pensamos que los agricultores no son nadie... Hay que respetar todos los oficios”.
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