_
_
_
_

Gabi Martínez, el escritor que siete meses antes de la pandemia predijo que “algo muy gordo” estaba por venir

"No costaba mucho anticipar una gran crisis, la duda era qué forma adoptaría", asegura el autor catalán, que acaba de publicar 'Un cambio de verdad'

Use Lahoz

En 2014 Gabi Martinez (Barcelona, 1971) publicó Voy, una novela formidable que, de alguna manera, presagiaba la posterior tendencia por el género de la no ficción. Siendo un pionero y sólido ejemplo de literatura autoreferencial, pasó desapercibida, algo que forma parte de la trayectoria Gabi Martínez, un escritor que las ve venir. En 2005, cuando todo iba bien, publicó un combativo libro de crónicas titulado Una España inesperada en el que señalaba que no todo iba tan bien. En 2010 se jugó la vida en Pakistán siguiendo la pista de un hombre asesinado que a su vez había estado siguiendo la pista del yeti, experiencia que reflejó en Sólo para Gigantes, y hace dos años, con Las defensas se enfrentó a las altas esferas de la industria farmacéutica y también al propio médico y personaje de un libro que retrataba la increíble historia de un doctor que sufrió la enfermedad que investigaba.

Regresa ahora con otra demostración de estilismo literario: Un cambio de verdad, en el que transforma en conmovedor relato su experiencia como pastor de ovejas desde el duro invierno hasta el más que áspero verano de La Siberia extremeña, el hogar en el que nació su madre y al que Gabi Martinez vuelve después de haber dado varias vueltas al mundo. Esta es la crónica de un aprendizaje, de un regreso al origen que transformaría y tocaría la fibra al propio Henry David Thoureau. Más que un libro de formación, es un ejercicio de deformación voluntaria.

A finales de 2019 me encontré con Gabi en una plaza del barrio de Gracia. Nos sentamos en un banco y me dijo: “Va a venir una muy gorda, va a ser una bofetada para el sistema muy fuerte y es mejor que nos preparemos”. Conociendo su capacidad visionaria, debí tomármelo muy en serio. Pero no me preparé... Siete meses después, en la misma plaza, le pregunto si se acuerda de ese momento... Entre tantos desequilibrios no costaba mucho anticipar una gran crisis, la duda era qué forma adoptaría. El resultado es un azote de origen medioambiental -porque la pandemia no es culpa de un murciélago, tiene que ver con desajustes estructurales- y enorme impacto económico. Necesitamos un cambio de paradigma: cambiar el verbo atacar por otros como cuidar. Relativizar el espectáculo y reivindicar los detalles. Mi editorial ha aceptado la propuesta, hoy en día casi punk, de poner un rebaño de ovejas en la portada. Cero espectacular. Si quieres una experiencia auténtica, atrévete a entrar en esa presunta calma. Recuerdo Una historia verdadera, la película de David Lynch. La peli va de un abuelo que cruza Estados Unidos conduciendo su cortacésped. Cero espectacular. Nunca la olvidaré.

En Las defensas, si no recuerdo mal, concluía con la imagen de tu madre, Eloisa, y tu padre, Gabriel. Él había estado enfermo y habían pasado juntos toda la convalecencia, y salían los dos juntos aplaudidos por el equipo de enfermería después de superar una operación. Un cambio de verdad surge de la necesidad de ir a la cuna de tu madre, al lugar donde nació y creció. Después de escribir sobre muchos lugares del mundo me he ido acercando cada vez más a mi espacio, mi familia, mi tierra. Mientras alrededor todo se iba emponzoñando, con una corrupción rampante, la normalización del odio y una sociedad superacelerada, ahí seguía mi madre, fiel a la ética y la fuerza de toda la vida, y hablando aún de su pueblo, uno de esos lugares que algunos asocian al vacío cuando resulta que mi madre está llena, y es frondosa y potente. Quise saber de dónde había sacado la resistencia, la naturaleza y la moral que había intentado transmitir a sus hijos. "Piensa que aquello también es muy duro. Nosotros emigramos", me advirtió. No quería ofrecerme un retrato bucólico pero tampoco el lamento sostenido que arrastramos desde Julio Llamazares y ha hecho suyo tanta gente del campo que infravalora lo que tiene mientras muchos urbanitas les da la razón con una especie de regodeo paternalista. Si queremos cambiar algo, hay que liquidar ese lamento y contar lo rural expresando también su belleza y sus posibilidades, empoderar al campo como se empodera a una persona. Basta ya del relato perdedor. Por eso el libro también habla de madres e hijos, de creación y futuro. Mi hijo se vino conmigo en verano.

Hablas de la importancia de la oveja negra. Tú eres también una oveja negra de la literatura. ¿Por qué el lenguaje siempre dota al término negra de connotaciones negativas ? En La Siberia hay cigüeñas negras, mirlos, buitres negros, unos cielos nocturnos apasionantes, vacas y ovejas negras... una naturaleza oscura que deslumbra. ¿Por qué lo negro se asocia a lo malo? Mohamed Alí, el boxeador, ya se preguntó si a nadie le extrañaba que Tarzán fuera blanco. Blancanieves, la Casa Blanca… Nos han contado el cuento de que las ovejas blancas son las buenas, y resulta que hoy las representan individuos como Trump, Bolsonaro o Abascal. Las ovejas negras serían las que viven al margen de esa corriente, de forma, dicen algunos, alternativa. El resinero, la pastora, los apicultores, la quesera, los poetas... gente que ocupa lugares poco visibles pero que está viviendo de maneras que podrían sacarnos de atolladeros. Y el campo es un reino de ovejas negras. Estupendas.

Supongo que eres consciente de que corres el riesgo de que te encasillen dentro del nature writing o de escritor de viajes, cuando en realidad tu estilo y tus temas van mucho más allá de las etiquetas... Entre las muchas etiquetas que me han colgado siempre se mantiene una palabra: escritor. El mercado quiere encajarte en un nicho pero a mí me gusta caminar. Y si tengo fuerzas, ¿por qué no hacerlo? Es cierto que los últimos años me he relacionado a fondo con la naturaleza salvaje y el mundo rural, un estimulante universo... que está siendo agredido. Vivir los espacios naturales dándoles protagonismo, desvelar que su relato es tan intrigante y seductor como cualquiera, es un desafío personal y creativo que se ajusta muy bien a mi atracción por realidades fascinantes que nuestra sociedad arrincona. Exponiendo la belleza de la naturaleza, también la oscura, quizá alguien se decida a defenderla. ¿Eso es nature writing? Quizá, pero sobre todo veo una posición moral y un deseo de exprimir lo sentidos. La vista y el oído son los únicos sentidos que cultivan las urbes y por eso mucha gente de ciudad solo conoce a la naturaleza de vista. Estudios recientes señalan que poseemos al menos catorces sentidos y ocho inteligencias. La naturaleza te expone, te hace sentir vulnerable y despierta cada sentido, tu parte animal. La conciencia del entorno se multiplica, te obliga a conocerlo y respetarlo. Y aprecias la biodiversidad. Esa postura afecta a todo, al arte también. Hasta hace unos años, la aspiración era ser diferente pero hoy ya abundan los que prefieren la diversidad y el eclecticismo. Entendiendo que tú eres muchos (Pessoa), que contienes multitudes (Whitman), es más fácil dialogar con cualquiera. Y lo mismo ocurre con el arte. ¿Por qué mantenerte en una etiqueta cuando te puedes expandir? Creo que vuelve a ser hora de reivindicar la figura del artista. Del artista total. Decir artista sin complejos. Arte y naturaleza llevan demasiados años marginados. Hay un menosprecio popular por los poetas y los pastores cuando resulta que en ellos sigue latiendo el futuro.

Creo que el verdadero protagonista de Un cambio de verdad no eres tú, sino el paisaje y los animales con los que conviven sus habitantes y te rodean. Claro, el espacio y sus habitantes son los protagonistas. Se trataba de dar voz a la tierra, al rabilargo, al autillo y la jara, o a Siria, mi mastina. A cazadores y a rescatadores de buitres. A estudiosos de cigüeñas. Que la biodiversidad se expresara. Yo no debía ser más que un hilo conductor, el elemento de contraste que sirviera para perfilar aún mejor a La Siberia.

Un personaje muy interesante es Miguel, mientras se comentan los tres años sin lluvias en La Siberia y te lleva en un coche dice: "Se ha roto el tiempo". ¿Crees que se puede recomponer el tiempo? Miguel representa muchas cosas. El rebaño de oveja negra criada en ecológico que cuida con su familia se ha convertido en un símbolo, pero también trabaja con otras razas autóctonas. Defender a esos animales le procura grandes amigos y el odio de gente muy poderosa, porque su proyecto contrasta con métodos ganaderos más industriales. A los boicots que debe soportar, se ha unido un cambio climático que está desordenando floraciones, migraciones... El cambio climático y los odiadores van de la mano, porque uno es la consecuencia de la brutal actuación de los otros. Los codiciosos han roto el tiempo, y, aunque los destrozos ya están aquí, a la naturaleza le da igual porque se encargará de nosotros con su habitual indiferencia. De todos modos, una forma de recuperar algo, de contener algo, puede ser unir fuerzas contra esa gente que, después de la pandemia, solo piensa en acumular el dinero perdido al coste que sea.

"De tanto protegernos contra las bacterias nos estamos quedando sin defensas", dice el veterinario... ¿Crees que nuestra sociedad, después de protegerse tanto inventando a diario apariencias se va a quedar también sin conciencia? El título tiene dos lecturas, y una apunta a esa idea. La primera propone cambiar el relato de especie superior que nos estamos contando y recordar nuestras limitaciones, reducir la velocidad... La otra propone no quedarse en las apariencias. Cuando me instalé en el refugio hice un gesto: cambié de lugar. Muy bien. Pero habría quedado en nada de no haberme implicado a fondo. Allí padecí el primer bloqueo literario de mi vida, y fue porque no tenía la experiencia ni el vocabulario para escribir desde dentro. Pasé más de medio año bloqueado, durante el que tomé una decisión clave con los rebaños. Y seguí trabajando. Después del verano todo se abrió. Ahora tengo auténticos amigos en una tierra que ya siento propia, y hemos montado la Asociación Caravana Negra para apoyar el arte y la cultura. El tiempo es fundamental para convertir a la apariencia en algo más. Si no estamos dispuestos a dedicar ese tiempo...

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Use Lahoz
Es autor de las novelas 'Los Baldrich', 'La estación perdida', 'Los buenos amigos' o 'Jauja' y del libro de viajes 'París'. Su obra narrativa ha obtenido varios premios. Es profesor en la Universidad Sciences Po de París. Como periodista fue Premio Pica d´Estat 2011. Colabora en El Ojo Crítico de RNE y en EL PAÍS. 'Verso suelto' es su última novela

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_