La historia de Cristiano Persico, un joven de 30 años de la periferia napolitana que sobrevive con pequeños delitos y la venta de refrescos en un parque, retrata un instante de la tormenta que se cierne sobre el sur de Italia tras la devastación social y económica del coronavirus.
Cristiano Persico, conocido como 'El Polaco', nació en la periferia de Nápoles, en Italia. En la imagen, consumiendo cocaína.Paolo ManzoEl pasado noviembre, con su novia embarazada de cinco meses, una pareja de carabinieri llamó a la puerta de casa. La policía se lo dejó claro: o paraba de trapichear o se lo llevaban a la cárcel de Poggioreale, donde ya pasó un par de semanas con 20 años. Le prometió a Giusy que lo haría. También que no volvería a tocar la coca.Paolo ManzoCristiano y Giusy tuvieron una niña en plena pandemia. En la imagen, los tres saliendo del hospital.Paolo ManzoA los 20 días del nacimiento de su hija, Giusy abandonó a El Polaco. La razón: seguía abusando de la coca.Paolo ManzoPersico buscó dónde instalarse y encontró un piso ocupado que reservó por 500 euros.Paolo ManzoDurante la reclusión, El Polaco no tuvo problemas, pero volvieron en cuanto regresó a la calle. Una tarde, cinco chicos le dieron una paliza por un asunto pendiente.Paolo ManzoEl Polaco sobrevive con lo que gana como vendedor ambulante en un parque. Allí va con una mesa con dos caballetes donde coloca cacahuetes, ganchitos, gominolas. Complementa esos ingresos con pequeños trapicheos.Paolo ManzoOcasionalmente, según cuenta él mismo, guarda armas a algún colega. También afirma que nunca ha disparado una.Paolo ManzoCristiano Persico no piensa en el futuro: "Si lo hiciese, me darían ganas de llorar todo el tiempo. ¿En cinco años? Muerto, en la cárcel o en el manicomio”.Paolo Manzo