Enrique del Río y Amaia de Meñaka: Por amor al arte
Piense en un plan para después del trabajo. Quizá decida tomarse una cerveza con algún amigo, hacer deporte o ir al cine. Lo que parece probable es que entre todas las opciones no estará visitar una galería de arte. Un plan “chic” y habitual en capitales como Londres y Nueva York, asegura Enrique del Río, que no es común en España. “Esos ambientes, por ejemplo en Madrid, no existen. Ya no hablo de comprar obras, sino de por qué la gente joven no se acerca al arte y que eso dé lugar a nuevos públicos”. Para lograr ese cometido, tras hablar con muchos coleccionistas, concluyó que hacía falta trabajar en una triple dirección: la formación, el asesoramiento y la oferta. Y esos son precisamente los tres pilares sobre los que él y Amaia de Meñaka, ambos con 36 años y amigos desde hace tiempo, han levantado We Collect, el primer club de coleccionistas del país.
El proyecto funciona como galería —en junio se mudaron a un nuevo espacio a pocos metros del Retiro, en Madrid— y al mismo tiempo como una especie de escuela, ahora exclusivamente virtual, para amantes del arte y creadores. A los primeros les enseñan, entre otras muchas cosas, a invertir, a saber coleccionar, a entender las obras; a los segundos, a vender su trabajo a través de los canales habituales, pero también a sacarle el máximo partido a las redes sociales. Instagram es hoy el escaparate por excelencia para artistas y galeristas. “A través de ella, hemos conocido a muchos a los que hemos decidido exponerles. A Côme Clérino le trajimos una exposición entera sin haber visto una obra suya en vivo”, comenta Del Río. Y eso que este mercado, coinciden ambos, no se entiende sin el cara a cara. “La traslación de lo físico a lo virtual en el arte no acaba de funcionar. Somos defensores de la venta online, pero no tiene nada que ver. Nunca se va a poder sustituir”.
Esa dependencia de las ferias, exposiciones y eventos, unida a la incertidumbre, ha supuesto un parón en la compraventa de obras desde que comenzó la pandemia que De Meñaka y Del Río han intentado (e intentan) compensar sin pausa. El pasado marzo, durante el confinamiento, lanzaron una serie especial compuesta por pequeñas piezas inéditas de distintos artistas con un precio inferior a 200 euros. Desde las fotografías instantáneas como diario del encierro de Beatriz Dubois hasta las pinturas sobre paquetes de tabaco de liar del madrileño An Wei. La colección C —“C de coronavirus, pero también de calma, de continuar”— resume su apuesta por los autores jóvenes, con “carreras ya empezadas” y cierta proyección internacional como Nuria Mora y Alan Sastre, pero también por creadores más noveles como Alba Galocha, que acaba de estrenar exposición. “Todos son muy estéticos, pero con un trasfondo teórico muy potente. No son solo decorativos”, explica De Meñaka, que heredó de su familia la pasión por el coleccionismo y se curtió en casas de subastas como Sotheby’s, ferias como Arco y galerías internacionales. “Mientras mi hermano pedía ir al zoo cuando éramos pequeños, mi plan ideal era ir al Prado o al Thyssen”.
Del Río añade que, sin proponérselo, la gran mayoría de artistas expuestos hasta la fecha han sido mujeres. “Hay un problema principalmente en museos y en ferias”, reflexiona sobre la desigualdad. Un desequilibrio que, según su socia en el proyecto, también existe en el mundo del coleccionismo, aunque él se muestra dubitativo. “El perfil de comprador es el de un hombre de entre 50 y 65 años. Eso está cambiando porque se le está empezando a prestar atención a ese tema”, apunta ella.
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