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Alterconsumismo
Coordinado por Anna Argemí

Guerrilla en el alcorque

Crecen como champiñones las iniciativas locales ciudadanas para hacer florecer el espacio verde, cultivar alimentos de proximidad y dar protagonismo al peatón en detrimento del coche

En la calle Aragó de Barcelona se unieron para recuperar "la vida cotidiana": más aire, más espacio, más barrio, menos coches
En la calle Aragó de Barcelona se unieron para recuperar "la vida cotidiana": más aire, más espacio, más barrio, menos coches(c) Pilar Sampietro

Nadie dijo que la vida en la ciudad fuera fácil y ahora todavía menos. La triple crisis nos retiene en burbujas familiares, cines caseros en forma de series enlatadas por las que ver surgir algo de verde, solo como escenario de fondo en luchas distópicas.

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Entonces, no es de extrañar que los grupos de green guerrilla urbanos estén más activos que nunca, ni que biólogos se unan a agrónomos para averiguar cómo transformar las naranjas amargas de las calles en fruta comestible, con tan solo un injerto. Tampoco es raro agudizar la imaginación para que lo que plantes en ese alcorque vacío sea un árbol y además frutal.

Y si para preservar tu pequeña plantación, ideas una estructura con banco incluido para sentarte a su sombra, has dado en la diana. Así ha pasado en Madrid gracias al ingenio de unas cuantas manos verdes muy vinculadas al evento Humus Revolution que cada año se celebra en La Casa Encendida. Y también en Zaragoza, donde el #bancorque se ha hecho viral.

En Madrid y en Zaragoca #bancorque se ha hecho viral
En Madrid y en Zaragoca #bancorque se ha hecho viral(c) Pilar Sampietro
#RevoltaVeïnal #Recuperemlaciutat reclaman más aire limpio, más espacio, más comunidad, más barrio

La respuesta al grave problema de la calidad del aire en las ciudades debe pasar por reducir el transporte privado y su emisión de gases constante, pero también por reverdecer cualquier rincón de nuestras vidas. Desde que llegó la pandemia recuperar la ciudad se ha convertido en prioridad. Primero en Barcelona y luego también en Olot, L’Hospitalet de LLobregat, Sabadell, Vilassar de Mar, se organizan cortes de calles algunos domingos para reclamar la vida cotidiana en el lugar que desde hace años ocupan auténticas autopistas urbanas.

Bajo el paraguas de #RevoltaVeïnal #Recuperemlaciutat se reclama más aire limpio, más tranquilidad, más verde, más espacio, más comunidad, más barrio, más comercio, más igualdad, más personas y menos coches. El día señalado, con mascarilla y manteniendo la distancia de seguridad, la autopista urbana se transforma, ya no hay coches, brota la vida y se activan las iniciativas. Los pequeños juegan con tizas en el asfalto, una bici DJ mezcla la música, alguna pareja baila y un grupo intercambia esquejes.

Las plantas están destinadas a esos alcorques ahora vacíos en los que habitaba un árbol. La cuestión es que las plantas no duran mucho, están expuestas a la condición de pipi-can, cenicero, basurero que nos empeñamos en perpetuar. Una colega de lucha de alcorques me comenta que lleva más de 15 plantas repuestas, y maderas y carteles de: ¡atención aquí hay plantas! Y vallas protectoras desclavadas continuamente. Sabemos que eso pasa y no desistimos en reponer.

Martinj, de @mbWoodworkcreations crea estructuras para proteger los árboles
Martinj, de @mbWoodworkcreations crea estructuras para proteger los árboles(c) @mbWoodworkcreations

Así que allí estamos, en la autopista urbana convertida en lugar de paz con nuestra aportación para intercambiar. Hay limones del pequeño patio trasero que se intercambian por tiestos de capuchinas y un montón de variedades de plantas crasas pronto crecerán repartidas por la ciudad. Alguien ha improvisado un taller de kokedamas y otra mano más ha traído bolas de semillas, Nendo Dango, para lanzar y dispersar de vuelta a casa.

Reverdecer la ciudad sí, pero también hacerla más comestible. En eso están otros colectivos urbanos como Espigoladors, una Fundación que trabaja por el aprovechamiento alimentario. Hace pocos días y en colaboración con el Distrito de Sant Andreu, en Barcelona, la Fundación movilizó a 25 personas voluntarias para recoger las naranjas amargas de los árboles de las calles del barrio. Esa mañana a primera hora, las voluntarias recibieron una formación específica que les ayudaría a recoger los frutos sin tanto esfuerzo y acumularon 800 kilos de fruta. Se trata de una prueba piloto para recuperar y transformar la naranja amarga de las calles, aprovechando que en pocos meses la ciudad de Barcelona se convertirá en Capital Mundial de la Alimentación Sostenible. La idea es recolectar la naranja amarga de la calle y hacer mermelada con ella, para entidades sociales que dan acceso a una alimentación saludable.

Un grupo de voluntarios bien formados recolectaron las naranjas producidas a la puerta de casa. ¿El objetivo? Fabricar mermelada para entidades sociales del barrio.
Un grupo de voluntarios bien formados recolectaron las naranjas producidas a la puerta de casa. ¿El objetivo? Fabricar mermelada para entidades sociales del barrio.(c) L'Expres de Sant Andreu

En nuestro libro La Ciudad Comestible (Edit. Morsa) recordamos esa tradición de los vecinos de otro barrio vecino, el de Sant Martí de Provençals, que cada año recolectaban también las naranjas de la calle y hacían mermelada en la plaza cercana, en comunidad. Naranja kilómetro 0. Ciudades comestibles, sí, ciudades en decrecimiento que deben dar pronto respuesta a la emergencia climática en la que nos encontramos. Una buena oportunidad para reconocer que pronto deberemos conseguir alimentos lo más cerca posible. La agricultura urbana, la recolección de frutos en las calles asfaltadas, los prados silvestres entre edificios que aporten biodiversidad a la ciudad, están volviendo para quedarse.

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