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Barcelona, más allá del modernismo

Nueve edificios racionalistas, expresionistas o eclécticos para disfrutar de la buena arquitectura barcelonesa. Una ruta sin colas que recorre la vanguardia del siglo XX

La colorida Casa Joaquima Vendrell.
La colorida Casa Joaquima Vendrell.Eduardo Riol

Aunque la imagen de Barcelona está indisolublemente asociada a la revolución estilística que supuso el Modernismo, este movimiento no duró para siempre. Ya a principios del siglo XX fue ganando fuerza el Novecentismo, inspirado en las ideas de Eugeni d’Ors, que impuso la vuelta a un urbanismo sereno y comprensible. Paralelamente, el Eclecticismo monumental continuó en boga dado que casaba muy bien con el discurso del poder político y económico. Así, surgieron por doquier espectaculares pasteles de aires barrocos que recordaban de alguna manera a la tarta madre, la Ópera Garnier de París.

Pero nada impidió que la modernidad siguiera su camino. En Europa las nuevas tendencias se abrían paso con vehemencia y Barcelona no fue una excepción. En los años 20 algunos arquitectos comenzaron a aplicar los postulados del Racionalismo, con muestras tan luminosas como el Pabellón de Radio Barcelona (1926-29), de Nicolau Rubió. La construcción en 1929 del universal Pabellón de Alemania de Mies Van der Rohe, la fundación del GATCPAC en 1930, la emergencia de la figura de Josep Lluís Sert -arquitecto que merece un capítulo aparte- y el advenimiento de la II República sirvieron de acicate para el desarrollo de una arquitectura novedosa, que incluyó además el sofisticado Art-Decó y propuestas vanguardistas como el Cubismo y el Expresionismo.

Hoy muchos edificios se alzan desperdigados por la ciudad como los testigos pioneros de la metrópolis contemporánea, poco conocidos y valorados por el gran público. La distancia entre ellos hace difícil unirlos en una sola ruta, pero esta primera aproximación bien servirá para hacerse una idea de cómo Barcelona entró en el futuro.

Casas Masana (Ramón Reventós, 1930)

Este conjunto de inmuebles, situado junto a la Fira de Barcelona y cerca de la Plaça Espanya (calle Lleida, 7-11; calle Olivera, 78), es un icono estético de la ciudad. Con su fachada rosa llena de detalles geométricos y sus tribunas triangulares de regusto Bauhaus, supone un todo un desafío al somnoliento lenguaje novecentista. No hay más que fijarse en las edificaciones que lo rodean. A observar los contundentes barrotes de las puertas y los esgrafiados de la fachada que da a la calle Olivera.

Casa Joaquima Vendrell (Ramon Puig Gairalt, 1928)

Muy cerca de las Masana e inmerso en la densidad del barrio de Poble Sec, este edificio (calle Vallhonrat, 22-26) se erige expresionista e iconoclasta en su concepción esquinera, con unos volúmenes cúbicos y angulosos, la utilización estridente del color y la rotundidad de sus balcones y portales. Del mismo arquitecto son el racionalista Gratacel (rascacielos) de Collblanc, de 1927 (Carretera de Collblanc, 43-45), y la Casa Marià Pidelaserra, de 1935 (Balmes, 178), una elegantísima pieza de Art-Decó, con un torreón casi escultórico. Para rematar, su hermano Antoni construyó la celebrada fábrica Myrurgia entre 1928 y 1930 (Mallorca, 351), de marcado funcionalismo y desarrollo horizontal.

Casa Damians (Agustí Mas / Eduard Ferrés i Puig, 1913-15)

Ya en el corazón de la ciudad, junto a Plaça Catalunya, este emblemático inmueble (antiguos Almacenes El Siglo, en calle Pelai, 54-calle Tallers, 18-20) es una de las muestras más tempranas, celebradas (y reformadas) del Art-Decó en Barcelona. Sus enormes vidrieras, las cariátides que decoran el piso superior, los lucernarios y la bola de vidrio que corona el conjunto lo convierten en un hito urbano cosmopolita y reconocible. La fachada que da a la calle Tallers juega hábilmente con las líneas rectas y curvas para delimitar los ventanales.

Casa Vehils Vidal (Agustí Domingo Verdaguer, 1936)

Cruzando las Ramblas llegamos a la vía comercial del Portal de l’Àngel. Allí se erige la Casa Vehils Vidal (Portal de l’Àngel, 32-34), que pasa prácticamente inadvertida a los transeúntes con su discreta y femenina elegancia. Hay que fijarse en sus balcones, el juego geométrico de los volúmenes y las franjas a modo de platabandas que separan las galerías de la primera y la segunda planta.

Foment del Treball (Adolf Florensa / Josep Goday, 1931-34)

Bajamos ahora por Portal de l’Àngel y, atravesando la Avinguda de la Catedral, nos paramos en el cruce con la Via Laietana. Aquí está el bloque de oficinas de Foment del Treball (Via Laietana, 32-34), con una concepción tan contemporánea como melancólica, que fusiona la racionalidad de su uso administrativo, muy al estilo de Sullivan y Adler, con detalles decorativos clasicistas. Su chaflán semicircular convexo está rematado por dos torres con templetes cuadrados que, junto con el remate gemelo de la vecina mole Hispania, producen un efecto de monumentalidad que parece sacado de un grabado de Piranesi.

Edifici Fàbregas (Luis Gutiérrez, 1935-44)

Subiendo por la Via Laietana hacia la Plaça Urquinaona pronto se llega al que se considera el primer rascacielos de la ciudad (Plaça Urquinaona esquina calle Trafalgar), poco esbelto pero hermoso en su racionalismo y en el aprovechamiento del solar (¡qué bonitos balcones en los vértices!). El Fàbregas apunta maneras por lo que respecta a una manera grandilocuente de construir, muy del gusto de la época franquista (véanse el Edificio España, la Torre de Madrid o el Ministerio del Aire ―del mismo Gutiérrez― en la capital, o el Hospital de Cruces de Barakaldo). Hay que verlo desde lejos y desde la calle Jonqueres para apreciar su enorme volumen.

Casal Sant Jordi (Francesc Folguera, 1929-31)

Atravesamos la Plaça Urquinaona y subimos por Pau Claris, donde se erige la que se merece por méritos propios el título de Casa Loos de Barcelona (calle Pau Claris, 81). Angulosa y estridente, fue diseñada audazmente para dar cabida a oficinas (primeras plantas), viviendas de alquiler (plantas superiores) y la vivienda del propietario (ático). Folguera se permitió incluso conciliar tendencias tan diversas como el Art-Decó y el Novecentismo en los elementos decorativos, entre ellos la escultura de Sant Jordi en la parte superior de la fachada, que da nombre al Casal.

Casa Lluís Ferrer (Eduard Ferrés i Puig, 1914-16)

Después de recorrer el inspirador Passeig de Gràcia y observar en el número 108 el racionalismo minimalista de la Casa Jacint Esteva, de Pere Benavent (1935-36), cruzamos la Avenida Diagonal y llegamos a la casa Lluís Ferrer (Passeig de Gràcia, 114). Es esta otra interesante muestra del primer Art-Decó que, por desgracia, perdió la cúpula y el ático en una desastrosa reforma. Pero, en fin, al menos conserva una preciosa tribuna en el piso principal y una sofisticada decoración en los bajos. No hay que dejar de ver los forjados de la puerta principal, digna de aparecer en cualquier screwball de los años 30. También puede buscarse la firma del arquitecto en la fachada.

Parroquia de Santa Teresa del Nen Jesús (Josep Domènech, 1932-40)

Los valientes que resistan hasta el final disfrutarán con este raro edificio. Subimos por Gran de Gràcia, giramos a la izquierda por la calle Sant Marc y al llegar a Via Augusta nos toparemos con la iglesia (Via Augusta, 72). Su impronta expresionista, que recuerda la iglesia danesa de Grundtvit, de Jensen-Klint, se ve en el extraño y orgánico campanario, en el mismo plano de la fachada, y el rotundo arco de medio punto de la puerta principal,. El extraño tratamiento de la roca arenisca le otorga una personalidad única que contrasta estridentemente con todo lo que la rodea… Claro, que de eso se trataba.

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