Este verano, ¡rumbo al norte!
10 pistas estivales en Escandinavia, Finlandia e Islandia entre bosques remotos y lagos cubiertos de icebergs
Escandinavia es para el verano. Con días que duran casi 24 horas y un clima suave que invita a caminar, a montar en bici y a disfrutar de la naturaleza; con una población que se lanza a la calle ansiosa de sol y diversión, el verano invita al viajero a poner rumbo al norte de Europa.
Bosques remotos, lagos, volcanes, acantilados imponentes en fiordos serpenteantes, glaciares azules que flotan en aguas gélidas… Todo esto es Escandinavia. Pero también ciudades encantadoras que presumen de diseño vanguardista e imaginativas soluciones para la vida urbana del siglo XXI, museos excepcionales, festivales de rock y aclamados restaurantes que, gracias a su creatividad, han logrado colocar en la cima gastronómica internacional las clásicas (y limitadas) especialidades nórdicas. 10 propuestas para disfrutar de un fresco verano en el exótico norte de Europa.
01 Un toque escandinavo en Escocia
ISLAS SHETLANDS
Los confines septentrionales de Gran Bretaña parecen más escandinavos que escoceses, y no es de extrañar. Para los vikingos, cruzar el mar del Norte desde Noruega era sencillísimo y enseguida controlaron estos archipiélagos desnudos azotados por el viento, donde construyeron casas comunales junto a los restos de poblados prehistóricos.
Un aire ancestral y mágico flota envuelve a los archipiélagos de las Orcadas y las Islas Shetland. Se aprecia en las brumas que cubren sus aguas, donde focas, ballenas y marsopas patrullan las solitarias costas; en el vuelo de las escuadrones de aves que planean sobre las grandes colonias de anidamientos y, ya en la tierra, en los conjuntos de menhires que atrapan los últimos rayos de sol y en los acordes de música popular que se escuchan por sus calles hasta que el viento cierra de golpe la puerta del pub. Son islas poco accesibles y solitarias que recompensan ampliamente el largo viaje hasta ellas.
Las más remotas de todas, las Islas Shetlands, cercanas a Noruega geográfica e históricamente, convierten la nacionalidad en un concepto ambiguo. Son las tierras más septentrionales de Gran Bretaña, pero en el acento local hay un deje escandinavo y calles como King Haakon o St. Olaf recuerdan que estuvieron bajo dominio noruego hasta 1469, cuando pasaron a dominio escocés como dote de una princesa danesa. A pesar de ello, el ambiente es muy escocés; no se trata de un lugar de mala muerte (las plataformas petrolíferas han hecho que la región sea rica y concurrida), aunque aquí la naturaleza sigue imponiéndose a todo lo demás y la densa población de aves invita a no despistar nunca los prismáticos.
La tercera parte de la población vive en Lerwick la única ciudad de las Shetlands, de ambiente muy marítimo y con un magnífico puerto natural, donde resulta obligado visitar el Shetland Museum, que abarca 5.000 años de historia, pero también lanzarse al mar subidos a un kayak para explorar, remando, el tortuoso litoral de este archipiélago y contemplar de cerca focas y aves marinas, reír con los frailecillos y los págalos que se lanzan en bomba al mar y recorrer las reservas marinas de Hermaness, Fetlar o Noss. De regreso a puerto, podremos sacar al vikingo que llevamos dentro en alguno de los festivales temáticos (como el Up Helly Aa), alojarnos en una de las románticas casas-faro de las Shetlands, como la situada en el espectacular Sumburg (gestionada por Lighthouse Cottages) o pasar unos días en un tradicional bod: cabañas rústicas muy sencillas y muy baratas que se pueden reservar en la web www.camping-bods.com
02 Al norte del norte
NORUEGA
El verano es el momento más aconsejable (y casi único) para visitar las regiones más septentrionales de Noruega, donde el resto del año reina la oscuridad. Pero durante el estío la luz permanece casi todo el día y se puede contemplar el famoso Sol de Medianoche. En las regiones del norte del país, como Troms y Finnmark, los amplios horizontes compiten con los densos bosques. Pocos visitantes llegan hasta ella para disfrutar de sus paisajes y su inigualable luz. Los museos de Tromso, la única ciudad de tamaño considerable de la región, orientarán al viajero hacia las tierras árticas que aguardan más allá.
Es difícil resistirse a la llamada de Nordkapp (Cabo Norte), el extremo septentrional de la Europa continental, pero para sentir de verdad el influjo del norte hay que aventurarse más allá y explorar las mesetas escasamente pobladas de Finnmark y su descarnada costa noreste, el corazón noruego del pueblo lapón. El verano reserva aquí experiencias imprescindibles, como recorrer en bicicleta o en coche la espectacular y poco transitada costa norte de la isla Senja, la segunda más grande del país y rival de las Lofoten en belleza natural (pero con muchos menos turistas). También podremos explorar petroglifos de la Edad de Piedra de Alta (patrimonio mundial de la Unesco), o visitar los museos, el Parlamento y las cuchillerías de Karasjok, capital de la Laponia noruega, para conocer su singular cultura.
Conviene después volver a huir de las multitudes con una caminata hasta Knivskjelodden, el pueblo más al norte del continente, o practicar el senderismo salvaje en los Alpes de Lynmen, donde sus altas cumbres glaciares están reservadas para expertos.
Como broche final, podemos ser investidos caballeros con el hueso del pene de una morsa en la Real y Antigua Sociedad del Oso Polar en Hammerfest. En realidad hace miles de años que no se ve un oso polar por aquí, pero durante siglos fue una importante base de expediciones árticas de caza en las que capturaban numerosos osos polares para ser enviados a zoológicos de todo el mundo.
03 El sueño ártico
ISLAS SVALBARD (NORUEGA)
Si hay un destino perfecto para los que sueñan recorrer el Ártico, ese es Svalbard, archipiélago de espectaculares picos cubiertos de nieve y glaciares, con extensos campos de hielo e imponentes icebergs. Un lugar primario donde la noche ártica aparentemente interminable y la perpetua luz del sol en verano desprenden una magia más profunda. Es una de las últimas zonas vírgenes de Europa, donde hay más osos polares que personas, y también una tierra rica en épicas leyendas de exploración polar. Llegar hasta aquí es como cruzar una remota frontera mental: es lo más cerca que la mayoría de los mortales pueden estar del Polo Norte.
Longyearbyen, principal asentamiento y puerta de acceso a Svalbard, funciona como anticipo de lo que aguarda más allá. Se puede hacer senderismo bajo el sol de medianoche, viajar en barco por el interior de los fiordos hasta Pyramiden (antiguo asentamiento soviético donde perviven reliquias de otro tiempo, como la estatua de Lenin o los souvenirs que venden en su hotel) y el glaciar Nordenskjödbreen, o recorrer grandes extensiones de hielo en una expedición en moto de nieve.
Aquí se puede escuchar el silencio polar (como antiguos exploradores) durante una expedición (en invierno) con trineo de perros; pasar una soleada mañana rodeado de los glaciares de Magdalenefjord, antiguo refugio de balleneros; realizar una regresión a la Unión Soviética en el enclave ruso de Barentsburg (tan deprimente como interesante) o zambullirnos en la historia natural y humana en el Museo de Svalbard y el Museo de Aeronaves, en Spitsbergen.
04 Más allá de Helsinki
FINLANDIA
Aunque por motivos geográficos y lingüísticos Finlandia no se ha incluido históricamente dentro de la región escandinava –otras voces sí lo hacen, junto a Islandia–, hay algo puro en el aire y el carácter finlandeses que la hace igualmente estimulante. El verano es para caminar o remar bajo el sol de medianoche por pinares habitados por lobos y osos. También es el momento perfecto para disfrutar de la cara más animada de Helsinki, una ciudad que parece mitad tierra, mitad agua, cuyo sinuoso y complejo litoral incluye un sinfín de bahías, ensenadas y pequeñas islas desperdigadas. Ciudad de sobrios edificios art nouveau y elegantes cafés centenarios, es conocida por sus tiendas de diseño y las escuelas de arte de vanguardia.
La modernidad de la capital Helsinki encuentra su contrapeso en los extensos bosques de pinos y abedules del norte y el este de Finlandia. El sosiego nórdico se encuentra en una casa a orillas de un lago. Basta salir de Helsinki para descubrir paisajes salpicados de lagos en Svonlinna o los canales de esta región lacustre, donde podremos atiborrarnos de pescado y sudar en la sauna de humo de Kuopio. Hay peculiares museos en Tampere, se puede vivir una original noche de copas en los insólitos bares de Turku, la capital histórica del país, o abrirnos paso a bordo de un rompehielos y dormir en el etéreo castillo de nieve de Kemi.
El verano es también buen momento para ir hacia el norte: caminar por la ruta del Anillo del Oso en el Parque Nacional Oulanka, casi en la frontera rusa; atravesar el Círculo Polar ártico; visitar el formidable museo Arktikum o visitar a Papá Noel en su cueva de Rovaniemi. Aguardan agradables sorpresas en Porvoo, encantadora villa medieval, perfecta para una excursión desde Helsinki, y en Turku, la ciudad más antigua de Finlandia e importante centro comercial.
Hacia el oeste queda el enorme archipiélago de Aland, entre Finlandia y Suecia, con su propio Parlamento, bandera y sellos postales. Más de 6.000 islas excepcionalmente planas, perfectas para ser exploradas en bicicleta ya que las más importantes están conectadas por puentes y transbordadores de cable.
Hay dos lugares más que incluir en cualquier ruta básica por Finlandia. Tampere es para muchos la ciudad número uno de Finlandia, pues combina sofisticación urbana y una singular ubicación entre dos grandes lagos. Por sus imponentes fábricas textiles de ladrillo rojo fue conocida en otro tiempo como la Manchester de Finlandia. Actualmente, muchos de estos viejos espacios industriales albergan peculiares museos, atractivas tiendas, pubs, cines y cafés. Hacia el noreste, Jyväskylä es la urbe más importante de esta región de los lagos, muy conocida por los amantes de la arquitectura contemporánea: aquí se formó y abrió su primer estudio Alvar Aalto, referencia esencial de la arquitectura del siglo XX, que veraneaba en la cercana isla de Muuratsalo. La ciudad tiene decenas de edificios suyos, pero hay que visitar en primer lugar una de sus últimas creaciones, el encantador museo dedicado a Aalto que acerca al visitante a la figura del arquitecto y a su filosofía. Se puede hacer una ruta en bici por sus obras.
05 Copenhague y muchas sorpresas
DINAMARCA
Dinamarca parece eclipsada por su bellísima capital, Copenhague, repleta de museos, tiendas, bares, locales nocturnos y restaurantes con estrellas Michelín. Sin embargo, el país cuenta con otras ciudades atractivas, como Odense y Arhus, amén de su principal aliciente para el viajero, su idílica campiña, un asombroso litoral y muchos elementos históricos interesantes, como sus cámaras funerarias neolíticas, los cuerpos de pobladores de la Edad del Hierro exhumados en turberas y sus vistosas ruinas y tesoros vikingos.
País puente entre Escandinavia y el norte de Europa, el resto de los escandinavos ven a los daneses como frívolos y juerguistas, y les atribuyen actitudes liberales y progresistas. Su cultura, gastronomía, arquitectura y su forma de vida son las deudoras tanto de sus vecinos alemanes, al sur, como de Suecia, Noruega e Islandia, sus antiguas colonias del norte. Tiene una gran ventaja, no muy grande (menos de la décima parte de España), y la red de transporte es moderna y eficiente. En dos semanas se puede visitar a fondo Copenhague y ver también el resto del país.
Las excursiones familiares preferidas por los daneses no quedan muy lejos de la capital. Kampenborg, a solo 20 minutos de la estación central, es una playa de arena abarrotada de bañistas en verano con uno de los parques de atracciones más antiguos del mundo (un Tivoli de andar por casa) y la zona de picnic más popular en Copenhague: Dyrehaven. Otro lugar muy recomendable es el Museo de Arte Moderno Louisiana, el más importante del país, a treinta minutos de la capital, con una agradable ubicación junto al mar de Oresund. Está rodeado de preciosos terrenos repletos de esculturas de artistas como Henry Moore y Alexander Calder y en su colección permanente hay obras de Giacometti, Picasso, Wharhol o Rauschenberg, entre otros.
Desde Copenhague se puede tomar un catamarán hasta la isla báltica de Bornholm, el lugar más cálido de Dinamarca, donde se disfruta del ciclismo, la playa y sus económicas casas de pescado ahumado. Otra opción es dirigirse al oeste, a la isla de Fionia, para ver la casa donde nació Hans Christian Andersen, en Odense; si continuamos hasta la península de Jutlandia descubriremos la bulliciosa Arhus, la segunda ciudad más grande de Dinamarca, repleta de estudiantes y ahora famosa por el museo ARoS, una enorme galería cuya colección combina piezas de artistas daneses de los siglos XIX y XX y arte contemporáneo de todo el mundo. Desde su pasarela de 360 grados en lo alto del edificio se disfruta de una de las mejores vistas de la ciudad.
Continuando hacia el norte, llegaremos a Skagen, donde se juntan el Báltico y el mar del Norte. Un lugar bello y tonificante, con un ajetreado puerto y la localidad más septentrional de Dinamarca. A mediados del siglo XIX, los artistas descubrieron la luminosidad de Skagen y su colorido paisaje, plasmando románticas escenas de la vida marinera local. Ahora es un popular centro turístico, sobre todo en verano, con un pintoresco barrio antiguo de casas de madera, tejados rojos y paredes amarillas. La península está rodeada de bonitas playas.
Y el viaje no estaría completo sin degustar la aclamada cocina danesa. Además del famoso restaurante Noma de René Redzepi, en Copenhague, resulta interesante visitar el castillo culinario de Dragsholm Slot (a 91 kilómetros de la capital), un hotel encerrado en una fortaleza medieval que acoge la Slotskokkenet (literalmente, cocina del castillo). Especializado en nueva cocina nórdica, elaborada por el antiguo chef del Noma, Claus Heriksen, en la planta superior cuenta con un comedor más económico pero dirigido por el mismo chef.
06 El lejano norte sueco
LAPONIA
Suecia es en realidad un destino salvaje. Sus paisajes abarcan desde los inhóspitos terrenos lunares y bosques impenetrables del norte, hasta las soleadas playas y los exuberantes campos de cultivo del sur. Sus cortos veranos y largos inviernos obligan a exprimir al máximo cada rayo de sol durante las tardes de agosto. Para los más urbanitas, Estocolmo es la ciudad perfecta, pero hay que aprovechar los largos días de verano para explorar el lejano norte del país: la región de Laponia, donde se encuentran las últimas tierras vírgenes de Europa y se puede conocer la centenaria forma de vida de los samis (lapones), pastores de renos.
Recorrer esta región imprime en el viajero un ritmo diferente. Las largas y solitarias distancias entre las ciudades están a menudo desiertas, a excepción de los omnipresentes renos. En verano se viaja acompañado de la perpetua luz del sol de medianoche que facilita, por ejemplo, el recorrido por el Kungsleden, el Sendero del rey. Con 450 kilómetros de recorrido desde Abisko hasta Hemava y 16 cabañas de madera perfectamente equipadas en diferentes puntos para los caminantes, es la ruta de trekking más larga del país.
El contraste llega al entrar en el Hotel de hielo de Kiruna, una de las atracciones más populares e internacionales del norte sueco. Nació en 1989 como un pequeño iglú pero se ha convertido en un complejo (todo de hielo) que incluye un restaurante, una iglesia (muy popular para bodas) y el Absolut Icebar, en el que se bebe en vasos de hielo mientras se admiran diversas esculturas (de hielo). El hotel se construye cada año pero desde 2011 se puede disfrutar también en verano: se trata de una versión más pequeña alojada en un almacén congelador.
De nuevo en ruta, la Vidmarksvägen, conocida como la carretera del páramo, es uno de los recorridos más espectaculares de Suecia. 500 kilómetros en dirección noroeste hasta bordear la frontera noruega y serpentear de regreso hasta la E45. Un road trip que atraviesa espesos bosques, lagos solitarios y, si hay suerte, con algún oso a la vista.
El norte de Suecia también reserva delicias culinarias en Sänninggärden, un pequeño restaurante tipo granero al que acuden los gastrónomos suecos para probar las delicias locales, como el bistec de reno, el filete de trucha ártica con queso Västerbotten o el filete de faisán con tarta de rebozuelos. También podremos experimentar la forma de vida lapona en el campamento lapón de Batsuoj y los amantes de las sagas policiacas suecas disfrutarán en la ciudad minera de Kiruna, reconociendo los escenarios de las novelas de Asa Larson.
07 La isla de las iglesias
GOTLAND (SUECIA)
La isla sueca de Gotland permite descubrir (y disfrutar) del estilo de vida escandinavo. Al sureste del país, tiene muchos atractivos para el viajero: una capital protegida por la Unesco, bosques de trufas, gastronomía de primera, artesanos con talento y más horas de sol que cualquier otra región de Suecia. También un importante legado histórico: cerca de un centenar de iglesias medievales e innumerables yacimientos prehistóricos, desde barcos de piedras y túmulos funerarios hasta ruinas de fuertes en lo alto de las colinas.
Ubicada en medio del Báltico, en su extremo noreste se encuentra la isla de Far, famosa por ser hogar del desaparecido cineasta Igmar Bergman. 38 kilómetros más al norte se encuentra el parque nacional insular de Gotska Sandön, mientras que los islotes de Stora Karlsö y Lilla Karlsö se hallan en su costa oeste.
Visby, su capital portuaria, es una joya medieval que ya justifica el viaje. En verano está hasta arriba, pero la temporada finaliza a mediados de agosto con la Medeltidvectan, semana medieval con representaciones teatrales, mercados callejeros y todo tipo de celebraciones.
08 Isla de hielo y fuego
ISLANDIA
Para muchos, Islandia es la esencia de lo nórdico (aunque históricamente no pertenece a Escandinavia) y, sobre todo, uno de los lugares más originales de Europa. Explosivos géiseres, piscinas de lodo hirviendo, nubes sulfurosas que ascienden por grietas terrestres y glaciares que se abren paso entre las montañas. Un enorme laboratorio volcánico donde uno se siente insignificante y cuya fauna no es menos singular: es sus fiordos más profundos se pueden observar rorcuales aliblancos, ballenas jorobadas y azules, así como un sinfín de aves en sus imponentes acantilados, como los llamativos frailecillos. El paisaje contagia la energía oculta y el deseo de moldear al universo. Quizá por ello su capital, la limpia y verde Reikiavik, cuenta con la mayor concentración de soñadores, escritores, poetas y músicos del mundo.
Una semana basta para un circuito general por la isla: las cascadas doradas de Gulfoss; Geysir y sus chorros de agua caliente; Thingvellir (o Þingvellir), un lugar histórico donde los vikingos establecieron el primer Parlamento democrático del mundo, el Alping, en 930, y tras recorrer el llamado Circulo de Oro, se puede regresar a Reikiavik para bañarnos en la Laguna Azul. Hacia el oeste, se puede visitar las volcánicas islas Vestmannaeyjar o caminar por glaciares en Skaftafell. Siguiendo por la Ring Road, la carretera de circunvalación de la isla, hacia el sur encontraremos el imponente casquete glaciar de Vatnajökull, el más grande del planeta (sin contar los polos). Una veintena de lenguas glaciares fluyen como ríos de hielo agrietado, mientras que la impresionante laguna de Jöjulsarlon –recurrente escenario cinematográfico; Muere otro día, de la saga Bond, Batman Begins– permanece cubierta de azules icebergs.
Con más tiempo se puede visitar el Alto Borgarfjörour, al oeste, así como la península de Snaefellsnes, un imán para quienes creen en ovnis y la New Age; aseguran que este lugar emite un aura curativa. Montañas enigmáticas, serpenteantes ríos de lava, diminutos pueblos de pescadores y casas rurales desperdigadas por un parque nacional. Por algo Julio Verne convirtió Snaefell en la entrada al mundo subterráneo de Viaje al centro de la tierra. Al norte de la isla que una etapa imprescindible: Húsavik, un tradicional puerto ballenero convertido ahora en la capital europea de la observación de ballenas. Entre junio a agosto se puede contemplar a estos gigantes mamíferos alimentándose en la bahía de Skjálfandi.
09 Un archipiélago remoto
ISLAS FEROE
Dispersas entre Islandia y Escocia, las Feroe son como un rompecabezas de 18 islas rocosas cubiertas de hierba que emergen de las espumosas olas del Atlántico. Son una parte de Escandinavia bastante desconocida, cuyas casas de vistosos colores e iglesias de madera con cubierta vegetal destacan en medio de agrestes páramos. A pesar de considerarse remotas, senderos bien señalizados atraviesan escarpadas montañas y bordean algunos de los acantilados marinos más elevados de Europa, e incluso sus aldeas más diminutas están conectadas por numerosos túneles de carretera. Además, albergan una sociedad moderna y activa cuyas únicas comunidades rurales son un hervidero de arte y música.
A las Feroe se llega volando o desde Londres, Dinamarca e Islandia. Una vez allí, se pueden sortear las olas en un mágico viaje en barco bajo las imponentes rocas cuajadas de aves de Vestmanna, caminar por las cimas de impresionantes farallones hasta las colonias de frailecillos en la apacible isla Mykines, la más occidental del archipiélgo, o conducir por el norte de Eysturoy para ver los pueblos más bonitos de las islas, los mejores fiordos y los picos más altos de las Feroe.
También podremos acercarnos al faro de Kallur, en el extremo más septentrional, para contemplar impactantes panorámicas de acantilados, abarcando hasta seis cabos distintos, o descubrir la música rock local en el festival G!, en una playa de Gota. Si preferimos unas imágenes espectaculares con las que dar envidia a nuestros seguidores de Instagram, nada mejor que un vuelo en helicóptero.
10 Capitales del diseño
DE HELSINKI A REIKIAVIK
Las sofisticadas capitales nórdicas son el contrapunto a la naturaleza salvaje de los países del norte de Europa, sometidos a climas extremos y a comunicaciones difíciles. Estocolmo, Copenhague y Helsinki, o incluso Oslo y Reikiavik, pueden presumir de sus museos, galerías de arte, tiendas de diseño, iniciativas ciudadanas y, claro está, de su gastronomía, cada vez más innovadora y premiada.
Aunque cada una es diferente, todas las capitales tienen algo en común, un estilo nórdico inconfundible, una calidad de vida que se percibe en las calles, en los parques y en los escaparates. Estocolmo es la más majestuosa; Oslo presume de una ubicación espectacular, Helsinki resulta vanguardista, Reikiavik es original por los cuatro costados y Copenhague es cosmopolita, estimulante y siempre está a la última.
La joya es, sin duda, Estocolmo, bañada por el color miel de los rayos de sol y con edificios de tonos azafrán y canela levantados sobre 14 islas rodeadas de gélidas aguas de un azul eléctrico. Su impecable casco antiguo (Gamla Stan) parece un decorado de cuento, pero en sus calles hay mucha vida, un sensacional y vanguardista sentido de la moda y un gusto especial para la comida y el diseño. La ciudad puede recorrerse a pie, aunque en verano su centro histórico está atestado de turistas helado en mano y cargados de compras. El Parlamento, el Vasamuseet, el museo Skansen al aire libre, el Museo Nacional, el Museo de Arte Moderno, el barrio de moda (Soder) repleto de boutiques, cafés y bares a la última o un fabuloso mercado tradicional (Ostermalms Saluhall) son algunos de los puntos más representativos de esta brillante capital nórdica.
Copenhague, puerto milenario que ha logrado conservar su encanto histórico pero dándole un estilo futurista, con especial énfasis en la innovación y la vanguardia, cuenta con espléndidos barrios respetuosos con el medio ambiente. Sus calles están repletas de tiendas y cafés que destilan estilo y buen casi sin pretenderlo. Hay museos y colecciones de arte de talla mundial, una atrevida arquitectura moderna y nada menos que 12 restaurantes con estrellas Michelin. Y a unos minutos del centro, playas, parques, bosques y elegantes lagos.
Oslo pasa casi desapercibida en medio de la belleza natural de los fiordos noruegos, de sus bosques, colinas y lagos, pero también tiene estilo propio. Aquí la naturaleza forma parte de la propia ciudad, en competencia con museos y pinacotecas de alto nivel (como el de Munch) y una ópera estrenada en 2008 que evoca un glaciar flotando en la costa. La marcha está Grünelokka, un barrio especialmente animado en verano, con aceras plagadas de cafés, bares y restaurantes cerca de Olaf Ryes plas.
La mitad de Helsinki es agua. La capital finlandesa parece una hermana pequeña de sus vecinas escandinavas, pero está a la última en el diseño de vanguardia. Aquí todo rezuma modernidad: en sus tiendas de diseño pero también en sus pubs con música en directo. En verano sus habitantes disfrutan del valiosísimo sol e inunda las calles de bicicletas. El centro de todo es el Kauppatori, la plaza del mercado, junto al muelle de pasajeros. El centro histórico está lleno de bares y clubes, y la zona de Punavuiori en torno a Iso-Roobertinkatu es una de las mejores para encontrar locales alternativos de moda.
Por su parte, Reikiavik parece moverse a golpe de cafeína. Sus calles centrales están llenas de acogedores cafés, restaurantes de calidad y de muy buenos museos. Una gran ciudad europea del siglo XXI de tamaño pequeño y manejable, asentada sobre su historia vikinga. La capital más septentrional del mundo está inmersa en la naturaleza: las montañas cubiertas de nieve y los volcanes se alinean en el horizonte y el océano brama al borde de la ciudad. Lo último es el museo Reykjavik 871+/-2, magnífica combinación de arqueología, tecnología e imaginación, con una exposición compacta pero absolutamente absorbente.
Más información en las guías Lonely Planet de Islandia, Finlandia, Suecia, Copenhague, Noruega y en www.lonelyplanet.es
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