Las Casas del Cónsul, tranquilidad palaciega en Úbeda

Conocido también como la Casa de las Bolas, por las esferas que cuelgan de la cornisa, este palacio edificado en el siglo XVII exhibe como marca de identidad, más allá de las mencionadas bolas y de dos vieiras santiaguesas incrustadas en su fachada, un escudo de armas perteneciente a la casa de los Molina, personajes muy influyentes en la historia de Úbeda. Desde el político del siglo XVI Juan Vázquez de Molina hasta el escritor contemporáneo Antonio Muñoz Molina, pasando por la limosnera mayor de la reina María Teresa, esposa de Luis XIV de Francia, el Rey Sol, este apellido ha permanecido siempre ligado al devenir político, social y cultural de la ciudad, representado hoy por este remansado alojamiento turístico de 16 habitaciones. Un remanso de paz que conoció épocas mejores.

La filosofía del “háztelo tú mismo” se inicia con la búsqueda de una plaza de aparcamiento por las callejas adyacentes y el arrastre del equipaje por el empedrado. En horas nocturnas no hay personal de recepción, así que conviene recordar la contraseña de acceso por el portón. Una vez dentro, bajo el pasmo del patio interior columnado, la terraza con piscina y bar nocturno, los artesonados que impermeabilizan en altura las cubiertas renacentistas y toda esa decoración interior con antigüedades valiosas, uno percibe que nada escapa aquí a la memoria de los siglos.

El comedor se sumerge en las antiguas cantinas del palacio, alineadas junto a la muralla castrense que constituía antaño la línea defensiva de la ciudad. A su carta no le falta nada, especialmente en sus elaboraciones más caseras. Todas las estancias giran en torno al patio central, engrandecidas a la vista por un orden asimétrico de muros robustos de piedra, amplios ventanales, techos altos y materiales nobles. Algunos desconchones evidencian la carencia de empleados para mantener en buena salud unas instalaciones de semejante categoría nobiliaria. En compensación, la suite regala el ludismo de una bañera de hidromasaje y la sensualidad del mar de olivos que conforma el valle del Guadalquivir en los alrededores de Úbeda.

Y, claro, con semejante regalo sensorial, a ver quién se queja de otras incomodidades a 60 euros la noche en palacio.