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Fuera de ruta

Prizren, entre muecines y campanadas

La segunda ciudad de Kosovo concilia raíces orientales, musulmanas y cristianas. Un paseo a orillas del río Bristica, la mezquita de Sinan Pasha y el castillo medieval

La ciudad kosovar de Prizren con la mezquita de Sinan Pasha (a la derecha de la imagen). 
La ciudad kosovar de Prizren con la mezquita de Sinan Pasha (a la derecha de la imagen). Lucie Debelkova (alamy)
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Anochece en la terraza del Pavin Caffe. Pelo largo y guitarra en bandolera, el joven cantante que va a amenizar esta noche de sábado empieza su repertorio. Pero su voz tiene que rivalizar con la del muecín que, desde la vecina mezquita de Sinan Pasha, llama a la oración. ¡Desigual y sorprendente estéreo! Cerca, en torno al cine Europa, es una verdadera cacofonía de todas las músicas modernas imaginables (salsa incluida) que salen de los bares alineados en fila india, ganando definitivamente la partida al almuédano. Y es que estamos en un lugar con mucha marcha nocturna, pero también en una ciudad islámica, en una de las pocas zonas de Europa donde la mayoría de la población reza a Alá. Más exactamente en Prizren, la segunda urbe de Kosovo, y puede que la más cautivadora de este Estado que se separó de Serbia y en 2008 declaró unilateralmente su independencia (que España no reconoce). Una localidad que aspira a erigirse en mascarón de proa de la oferta turística, incipiente pero prometedora, del país.

Prizren tiene con qué responder a este desafío. La ciudad, de unos 170.000 habitantes, se extiende a ambos lados del pequeño río Bristica —también llamado Lumbardhi—, con sus orillas llenas de terrazas floridas, en las que se amontona en verano una juventud omnipresente: un 53% de los kosovares tiene menos de 25 años, un récord en Europa. Y las pequeñas casas blancas y con techo rojo, todas iguales, escalonadas en la ladera del cerro que domina la orilla norte del río, difunden una agradable sensación de armonía. Un trenecito y unos landós van siempre llenos de visitantes, procedentes sobre todo de los países vecinos y de Turquía, y recorren las pequeñas calles empedradas del casco viejo. Entre las transeúntes escasea el hiyab, mientras el oscuro niqab (que cubre por completo) está ausente: son más bien los pantalones ceñidos y los escotes la regla entre las jóvenes.

La catedral católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Prizren.
La catedral católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro de Prizren.Andrea Ricordi (getty images)

Monumentos islámicos

Todo eso no es óbice para que estemos en una ciudad profundamente oriental, en la que las huellas de cinco siglos de dominio turco saltan a la vista. Se encarnan en las viejas casas de las familias nobles otomanas, muchas abiertas a los visitantes, como la interesante Casa Lokvica. Y estamos, también, en una localidad profundamente musulmana: cuenta con nada menos que 20 mezquitas (más 10 monumentos islámicos menores). La más imponente es, a orillas del río, la de Sinan Pasha, del siglo XVIII, con refinadas pinturas de colores vivos que cubren techo y cúpula. Fue restaurada en el año 2015, como gran parte del patrimonio islámico local, con financiación del Gobierno de Turquía, un país aquí muy presente: promueve múltiples actividades culturales, y la gran oferta de todas las agencias de viaje locales es invariablemente la ciudad de Estambul.

Pero no solo de mezquitas vive Prizren. También tiene sus lugares de culto cristianos, como la catedral católica de Nuestra Señora del Perpetuo Socorro, flanqueada por el colegio San Ignacio de Loyola. O la catedral ortodoxa de San Jorge. Aunque la coexistencia acústica entre muecines y campanadas es hoy una realidad, no fue siempre fácil en su historia, incluso en la más reciente. Durante los tumultos de la población de origen albanés (el 90% de los habitantes de Prizren) contra la minoría serbia en 2004, los principales lugares de culto ortodoxo fueron quemados y arrasados. Unas fotos expuestas a la entrada de la catedral San Jorge recuerdan la amplitud de los daños entonces sufridos, con los muros del edificio calcinados. Actualmente, las principales iglesias ortodoxas de la ciudad siguen bajo la protección de una discreta vigilancia policial.

javier belloso

Museo de la Liga albanesa

Y es que el ecumenismo arquitectónico de la ciudad no basta para borrar siglos de conflictos interreligiosos, en este lugar que fue clave en el surgimiento del nacionalismo albanés: nació precisamente aquí, de la mano de la Liga de Prizren. Constituida en el año 1878 por unos notables locales, cuando la potencia otomana entraba en declive en los Balcanes, esta organización pretendía luchar para evitar que los serbios ocuparan el lugar que iban dejando libre los turcos. La potencia otomana apoyó primero el movimiento, antes de arrepentirse al darse cuenta de que lo que querían de verdad los albaneses era ser libres de cualquier sujeción foránea, fuera la de Belgrado o la de Estambul. Lo recuerda el Museo de la Liga Albanesa de Prizren, en un bonito edificio histórico del centro de la ciudad destruido por las tropas serbias en marzo de 1999 y reconstruido ocho meses después. Enseña fotografías y piezas escritas que documentan las circunstancias del nacimiento de la Liga y su lucha, así como las habituales pinturas de gestas heroicas de los grandes próceres. Exhibe también mapas de la “Gran Albania” que incluyen parte del territorio de los vecinos Kosovo y Macedonia: el irredentismo sigue aquí vivo en algunos sectores.

Si se visita esta ciudad, conviene subir la cuesta empinada que lleva al bien conservado castillo medieval (la mejor luz para verlo es la de la mañana). Vista desde lo alto, con su mar uniforme de techos rojos sin rascacielos, de donde solo sobresalen minaretes y campanarios lado a lado, Prizren parece haber alcanzado por fin la armonía. ¡Un buen momento para visitarla!

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