Barcos vikingos y un anillo arcoíris: Dinamarca con niños en 11 planes
De Copenhague a Billund, mucha diversión, algo de ciencia interactiva y arte contemporáneo adaptado a los más pequeños. Así da gusto viajar en familia
"¡Emmet!”. Hay pocas cosas tan emocionantes para un niño como fundirse en un abrazo con el protagonista de The Lego Movie (La Lego película, 2014) o encerrar a su hermano pequeño dentro de una pompa de jabón gigante.
Son solo dos momentos —vividos en Legoland y Experimentarium, respectivamente— en una emocionante ruta por Dinamarca, de Copenhague a Billund, la ciudad de Legoland, con parada intermedia en Aarhus. El plan es interesante para viajeros de cualquier edad, pues incluye monumentos históricos, navegar a bordo de un barco vikingo y dos de los centros de arte contemporáneo más interesantes del país.
1 Copenhague
Experimentarium. La norma en este museo de divulgación científica, que inauguró su nueva y flamante sede en el puerto de Hellerup en 2017, es que hay que tocarlo todo, sin excepciones. Toda una invitación para niños (y adultos) a jugar, divertirse y, entre saltos y carreras, aprender. Por ejemplo, tienen que pedalear en una bici estática hasta poner en funcionamiento un ventilador, un flexo o una tele panorámica para saber cuánta energía eléctrica necesitan. O correr sobre una cinta para comprender la diferencia calórica que implica quemar un dónut o una ensalada.
No todo requiere despliegue físico. La exhibición Under The Skin (Bajo la piel), dedicada al cuerpo humano, incluye una máquina que mide la actividad cerebral y propone un duelo mental entre dos contendientes: el que más se concentre en la bolita que oscila entre ambos sobre un tablero doblegará al rival. Las 18 áreas temáticas exploran conceptos como el comercio y la distribución mundial, la vida saludable o la experimentación con la luz y el color, zona en la que podremos tocar un arpa cuyas cuerdas son rayos de luz.
La Torre Redonda. Una rampa en espiral asciende por el interior de este icónico edificio de Copenhague y es una irresistible tentación para los niños: un monumento histórico en el que se puede correr (con moderación). Erigida en 1642 para el estudio astronómico, en la cúpula somital conserva el observatorio más antiguo de Europa (en uso). Además de una panorámica circular de la ciudad desde la terraza superior, a 35 metros de altura, la torre acoge exposiciones y conciertos en la sala de la biblioteca, que en su origen reunía el fondo bibliográfico de la Universidad de Copenhague.
Museo Louisiana. El centro de arte moderno más importante de Dinamarca, ubicado en Humlebaek, a 45 minutos en tren desde el centro de Copenhague, también es cosa de niños. Por la sala de Giacometti, por el área infantil —con tres plantas dedicadas a talleres gratuitos de dibujo, collage, modelado con arcilla y pintura— y, sobre todo, por el jardín escultórico. Un espacio verde, con amplias explanadas de hierba y vistas al mar y la costa de Suecia, perfecto para el esparcimiento infantil entre exposición y exposición (Open My Glade, de la videoartista Pipilotti Rist, hasta el 22 de septiembre). Maravillan las facilidades para familias (entrada gratuita hasta los 17 años, áreas de pícnic), que explican la alta afluencia infantil y juvenil a los centros expositivos en todo el país.
Tour por los canales. Que nadie lo dude, un paseo en barco ofrece una perspectiva diferente de algunos de los iconos de la ciudad, como el puerto viejo (Nyhavn), la Ópera y la Biblioteca Real (el llamado Diamante Negro) o, vista desde el agua, La Sirenita y su habitual séquito turístico. Los recorridos, a bordo de barcazas de techo bajo y acristalado, suelen circunnavegar Slotsholmen, la isla donde se levanta el castillo de Christiansborg, y discurren por los apacibles canales de Christianshavn, donde se encuentra el famoso barrio hippy de Christiania.
Den Bla Planet. Al sur de la ciudad, y accesible en metro (estación Kastrup St.) y en autobuses gratuitos que salen de la estación central de Copenhague, la actual sede del acuario nacional danés fue inaugurada en 2013 frente al puente de Oresund en un edificio del estudio 3XN inspirado en un remolino marino. Den Bla Planet (El planeta azul) alberga en su interior miles de especies marinas repartidas en tres áreas temáticas —mares nórdicos, lagos y ríos tropicales, y el océano— y cuenta con diversas propuestas interactivas: desde acariciar el lomo de una raya hasta experimentar el inquietante cosquilleo de una sesión de ictioterapia en las manos. La estrella es el enorme tanque oceánico en el que nadan tiburones martillo y enormes rayas, entre otras especies. Se contempla a través de un gran cristal de 14,5 metros de ancho por 6,5 metros de alto, que invita a sentarse y contemplar desde las gradas ubicadas justo enfrente.
Tivoli. El famoso parque propone una jornada vibrante de atracción en atracción, incluida su clásica Roller Coaster, una montaña rusa de madera de 1914 que aún conserva un detalle inusual: un operario a bordo de cada tren que acciona el freno de forma manual. Los espíritus más sosegados disfrutarán, además de las representaciones del Teatro de Pantomima, de un plácido rincón verde en el corazón de Copenhague, con lago interior y que conserva ese aire del jardín exótico que le dio origen en 1842, actualizado con modernos guiños de diseño: cuelgan de sus árboles 33 curiosas lámparas de cristales dicromáticos del artista Olafur Eliasson, que cambian de apariencia y de color según su posición y la luz ambiental.
Roskilde. En la antigua capital danesa, a unos 30 kilómetros al oeste de Copenhague, los pasos se dirigen hacia el puerto y el Museo de Barcos Vikingos. Aguardan talleres infantiles —como cocinar una tosta de pan vikingo o decorar espadas y escudos de madera— y la interesante exposición principal: una enorme nave donde se muestran los restos de cinco barcos originales hallados en el lecho del fiordo de Roskilde en 1962, y en la que se explica el arduo proceso de su recuperación. La atracción principal aquí, para grandes y pequeños, es salir a navegar a bordo de una de las réplicas de estas embarcaciones con las que los vikingos dominaron estas aguas hasta finales del siglo XI.
2 Aarhus
Museo ARoS. Hay pocos centros de arte contemporáneo cuya visita comience por el tejado. La instalación Your Rainbow Panorama (2011), de Olafur Eliasson, una gran pasarela circular acristalada con los colores del arcoíris ubicada en la azotea del edifico, es un imán para quienes acuden al ARoS, especialmente para los niños. Más abajo aguardan cinco plantas dedicadas a muestras temporales y una última, en el sótano, que acoge instalaciones fijas de artistas como James Turrell, Mariko Mori o el propio Eliasson.
Den Gamle By. ¿Cómo era la vida en Dinamarca a mediados del siglo XIX? Las calles de este parque temático con forma de miniciudad, creadas a partir de edificios originales de entre 1550 y 1800, permiten contemplarla, olerla e incluso saborearla. Con tejados a dos aguas y fachadas con entramados de madera, la mayoría de estas casas fueron rescatadas y trasladadas desde diferentes puntos del país a partir de 1914, año en que abrió Den Gamle By (La ciudad vieja). Podremos entrar en la vivienda de un comerciante, incluida la cocina donde una cocinera trastea entre los fogones; visitar una vieja fábrica textil o husmear en una auténtica botica de 1700, la más antigua de Dinamarca. En la calle nos cruzaremos con los actuales habitantes del pueblo (actores vestidos de época) y podremos montar en un coche de caballos. Este paseo por el pasado danés incluye dos secciones más modernas, con sendas calles ambientadas en 1927 y 1974, respectivamente.
Marselisborg. Este gran bosque al sur de Aarhus depara un momento especial en su conocido parque de los Ciervos: puedes acercarte a ellos y acariciarlos. Muy cerca se encuentra el Museo Moesgaard sobre la evolución humana, interesante por su arquitectura y atractivo para los niños gracias a sus muchas actividades interactivas.
3 Billund
Legoland. La llegada a Billund, a unas tres horas en coche desde Copenhague, ilumina el rostro de cualquier niño. Es la ciudad Lego por excelencia; aquí se encuentra la fábrica original, la Lego House (Casa Lego), museo dedicado de la firma inaugurado en 2017, y, por supuesto, Legoland, el primero de los ocho parques temáticos abiertos por la compañía hasta la fecha (a partir de 2020 Nueva York acogerá el noveno). Inaugurado en 1968, proporciona una inmersión total en el universo creado alrededor del famoso juego de construcciones. Nada más cruzar la entrada, el visitante se topa con Miniland, un mundo en miniatura levantado con fichas de Lego: del puerto de Copenhague a los canales de Ámsterdam, y del Centro Espacial Kennedy, en Florida (EE UU), al propio aeropuerto de Billund, con aviones comerciales a escala deslizándose por la pista mientras los de verdad sobrevuelan el parque de vez en cuando. Las maquetas cuentan con todo lujo de detalles: trenes y barcos en movimiento, agua, sonidos e incluso efectos especiales en la zona dedicada a Star Wars, en la que además del mítico Halcón Milenario se ha recreado, ficha a ficha, la batalla en el mundo helado de Hoth que abre El imperio contraataca (1980).
Más allá comienza la diversión, con casi 40 atracciones para todas las edades, distribuidas en nueve zonas temáticas. Desde el tren elevado de Duplo Land para los más pequeños hasta un combate naval en Pirate Land en el que, como advierte un cartel al entrar, se acaba empapado; la vertiginosa montaña rusa Polar X-plorer, con sorpresa incluida a mitad de recorrido; una emocionante atracción en 4D que medirá nuestras habilidades como ninjas en Ninjago World, o un divertido juego en el que nos convertiremos en una brigada de bomberos en plena emergencia.
Dos días son perfectos para explorar y exprimir al máximo el parque, y un broche perfecto para este intenso viaje danés.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.