La seducción del Salento
Pueblos que son un festival barroco, un litoral con increíbles calas, cuevas para explorar y fortalezas convertidas en hoteles. De Lecce a Gallipoli, una ruta para hacer con calma por las maravillas del sur de Italia
El sur más remoto de Italia, la punta del tacón de la bota, se disfruta mejor en modo slow, reservando tiempo para perderse por carreteras secundarias y recrearse en los pequeños hallazgos a las que estas nos conducen: de la belleza de un iglesita barroca al bullicio de una sagra (una fiesta callejera alrededor de un plato o un ingrediente donde no faltan la música y el baile). Si bien en julio y agosto las ciudades y playas más conocidas de la península del Salento, en la comarca más meridional de Puglia, están atestadas, fuera de temporada —septiembre, octubre, noviembre incluso— la región despliega su autenticidad meridional, su particular idiosincrasia, regalando al viajero la sensación de que le han hecho partícipe de un importante secreto y sembrando en él la duda de si debería o no compartirlo.
Salento es tierra de campesinos y de pescadores. Sus playas, bañadas por dos mares, el Adriático —con una costa escarpada, cincelada en roca— y el Jónico —con calas idílicas que son la perfecta postal mediterránea—, están entre las mejores de Italia, pero el interior, una llanura salpicada de viñas y olivos, no anda corto de encantos. Entre ellos, sus masserie: granjas que antaño fueron fortificadas para proteger a sus moradores de los posibles invasores y que hoy, reconvertidas en hoteles de cuidado diseño, acogen al turista con la proverbial hospitalidad salentina. Todos los pueblos tienen algo, hasta los que están formados por apenas un puñado de casas color miel alrededor de una iglesia. Y en la península hay más de un centenar de ellos. Pero para afinar un poco el plan de ruta, una buena idea es recorrer el tacón de una costa a otra con alguna incursión al interior, empezando por la imprescindible Lecce, un delirio barroco con más de 40 iglesias que se ha ganado un merecido hueco entre las ciudades más fascinantes de Italia.
Haga como los locales y empiece el día un con caffè leccese (frío y con leche de almendra) y un pasticciotto, un épico bollo relleno de crema pastelera (o nutella, limón, ricotta…) que se come caliente y, dicen, se inventó en 1745 en la cercana ciudad de Galatina. El primer baño puede ser en alguna cala de las cercanas Marine di Melendugno, una franja del litoral adriático tachonada de torres vigía que son fiel testimonio de un pasado convulso. O en la Grotta della Poesia, una suerte de piscina natural donde el relax está asegurado, o en Baia dei Turchi, con arena blanca y agua pantone Caribe, a la que se llega tras un paseo entre pinos.
Ciudad de los mártires
En esa playa desembarcaron los turcos en el siglo XV para saquear la cercana Otranto, conocida como la ciudad de los mártires por los 800 hombres que fueron decapitados en 1480 por rechazar convertirse al islam. Sus huesos se conservan en una capilla de la catedral de Santa Maria Annunziata, famosa también por un formidable suelo de mosaico que ocupa toda la nave central y representa el árbol de la vida. El castillo aragonés (en el siglo XIII Otranto fue anexionada a la corona de Aragón), las callejuelas del centro histórico y su playa urbana, en la que los niños chapotean y los mayores atrapan cangrejos o se preparan una frisa (una tosta con pan de grano duro humedecido en agua y cubierto con tomate, aceite y sal), son buenos motivos para quedarse unos días en esta ciudad encantadora.
Tome después la SP358, la carretera escénica que en una hora une Otranto con el confín de Italia: Santa Maria di Leuca. Pero el camino puede llevar días. Pare en calas como Porto Badisco; en pueblos como Santa Cesarea Terme, conocido por sus villas elegantes y sus manantiales termales; o en cuevas como Zinzulusa, visitable a pie, o la hipnótica Grotta Verde, a cuyas aguas esmeralda se llega fácilmente a nado. Tricase hay que disfrutarla a la hora del cóctel, porque en la plaza principal del pueblo la actriz Helen Mirren y su marido, el director Taylor Hackford, abrieron en 2014 la Farmacia Balboa, un templo de la mixología donde no es raro encontrarse a uno de sus dueños. Y de la belleza de las vecinas Specchia y Presicce, incluidas ambas en la lista de la asociación Los Pueblos más Bellos de Italia, saltamos a Pescoluse o Torre Pali, playas tan paradisiacas que las apodan las Maldivas del Salento.
Otro lugar con alma de la península del Salento es el Castello di Ugento, en la localidad homónima; un castillo con mil años de historia que, tras décadas de abandono, ha vuelto a la vida tras una compleja restauración en la que no faltaron los hallazgos arqueológicos. Quien no pueda darse el capricho de pasar la noche en una de sus nueve suites (la tarifa no es exactamente asequible), siempre podrá visitar los frescos del siglo XVII que adornan sus salones, comer en su restaurante gastronómico Il Tempo Nuovo —ubicado sobre los cimientos de una torre normanda del siglo XII— o enrolarse en sus clases de cocina pullesa. El centro histórico de la cercana Gallipoli, bautizada por los griegos Kalé Polis (ciudad hermosa), es una isla amurallada unida a la ciudad nueva por un puente y con una escena nocturna vibrante.
La ruta termina. No obstante, no pasa nada por dejarse pueblos por conocer, playas vírgenes como Porto Selvaggio o Punta Prosciutto por explorar, o recetas por probar. Porque quienes descubren el verdadero Salento siempre acaban volviendo.
Guía
- Turismo de Lecce (tourism.ilecce.it)
- Castello Aragonese di Otranto (castellodiotranto.it). Entrada, 10 euros
- Coctelería Farmacia Balboa (farmaciabalboabar.com), en Tricase
- Hotel Castello di Ugento (castellodiugento.com), en Ugento
- Turismo de Puglia (viaggiareinpuglia.it)
- Turismo de Italia (italia.it)
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.