Tentación tras tentación en Murcia, capital gastronómica de 2020
La ciudad mediterránea atesora una gran variedad culinaria gracias a su exuberante huerta y a platos con carácter como los michirones o el paparajote
Murcia sucederá en 2020 a Almería como capital española de la gastronomía, una distinción que lleva concediéndose desde hace nueve años para promocionar y potenciar la comida y los sabores de distintas regiones de España. El jurado, compuesto por personalidades del turismo, la restauración y la comunicación, no ha tenido margen de duda en su elección, ya que la otra aspirante, Marbella, retiró a última hora su candidatura. El título lo ostentará la huerta de Europa —calificada así por la calidad de sus frutas, cítricos y hortalizas que exporta a todo el continente— desde el 1 de enero hasta finales del año que viene. Vinos, migas, quesos, arroces, verduras, carnes y pescados componen la oferta gastronómica de Murcia, donde los productos de la huerta y los del mar conviven en armonía.
Bajo el lema La huerta de los 1.001 sabores, Murcia pondrá su gastronomía en el mapa con rutas gastronómicas, festivales de frutas y verduras, talleres sobre cocina saludable y concursos culinarios. Bares y restaurantes de la ciudad se encargarán de difundir platos típicos como el cordero asado a la murciana, pasteles de carne, michirones (habas cocinadas con panceta, chorizo y pimentón), paparajote (hojas de limón rebozadas con masa de buñuelo) o la ensalada murciana, tanto en sus versiones tradicionales como más creativas
Quizá por no tratarse de una gran ciudad (443.000 habitantes), los sitios buenos y baratos proliferan en la capital murciana, aunque también existen opciones para estómagos más exquisitos a los que no les importe hacer un desembolso generoso. A continuación, una selección de lugares donde comer es un arte y una experiencia única.
1. La marinera y el pastel de carne, los aperitivos más típicos
Hay lugares, como Murcia, que despiertan el apetito. Apetito, sobre todo, por sus famosas tapas. Y la mejor manera de empezar a conocer la ciudad es degustando el aperitivo más típico, la marinera (rosquilla de pan, ensaladilla y una anchoa), que también tiene su versión en masculino (con boquerón en vinagre en vez de anchoa) o en bicicleta (sin pescado). El secreto de esta tapa es la rosquilla murciana, difícil de encontrar fuera de la región, más alargada y resistente que las habituales. En el café Gran Vía, conocido popularmente como La Pecera (Gran Vía Alfonso X el Sabio, 1D), la bordan y la incesante afluencia de parroquianos hace que la despachen a un ritmo que garantiza la frescura de sus ingredientes. La anchoa, como manda la tradición, suele presentarse cortada en tres trozos para ingerirla por partes. Otro lugar donde la marinera es una institución es La Tapa, en la siempre concurrida plaza de las Flores, epicentro del aperitivo murciano. Este bar de tapeo de toda la vida tiene una buena relación calidad-precio y ha sabido reinventarse en los últimos tiempos.
El pastel de carne, el otro bocado estrella de la ciudad, se sirve desde hace más de un siglo en Bonache (plaza de las Flores, 8), pastelería abierta en 1828. A pocos pasos se encuentra Zaher (Riquelme, 5), donde se puede degustar su pastel de carne y otra de sus especialidades, el pastel de sesos, con una caña de Estrella Levante.
2. Para comer bien y sentados
Sin abandonar el casco histórico, y si lo que se quiere es sentarse a una mesa y tomar un menú del día, hay que ir a la calle de Ruipérez donde desde 1935 está la bodega Pepico del Tío Ginés. Otro clásico, el Rincón de Pepe (Apóstoles, 34) ofrece un abundante menú ejecutivo. La barra, excelentemente provista, es una buena alternativa para viajeros con prisa: su capuchino tiene fama de ser el mejor de la ciudad. Otro sitio recomendado es Keki Tapería; al frente de su cocina está el chef murciano Sergio Martínez, discípulo de Manolo de la Osa y Josean Alija en el Guggenheim bilbaíno. Y también de Nacho Manzano, con quien aprendió a elaborar unas croquetas antológicas, merecedoras de figurar entre las mejores de España.
3. Pizzería con aroma a maestros de la pintura
Otra alternativa para comer bien aquí es la pizzería Pintada (Arenal 3), aunque está algo alejada del centro. Es un local familiar con horno tradicional que presume de una espléndida terraza que, con buen tiempo, no tiene desperdicio. Abierta a una zona peatonal, junto a un parque, permite a padres y madres alargar la sobremesa mientras sus hijos juegan en los columpios. Se puede elegir entre tablas de quesos, ensaladas y una selección de 25 pizzas (con nombres de pintores; Pollock, Munch y Picasso, entre otros). Los postres son caseros.
4. Café con bizcocho en el café del Arco
Hay que volver al centro, bajo el arco de San Juan, en el corazón del casco antiguo, para encontrar el lugar perfecto para merendar: el emblemático Café del Arco (Arco de Santo Domingo, 1), con un toque de diseño y un curioso panteón de cuadros de personalidades locales obra de Martínez Cánovas. Sus bizcochos tienen fama.
5. Una cena de categoría
En la pedanía El Palmar, a unos cuatro kilómetros del centro de Murcia, se encuentra Cabaña Buenavista (Finca Buenavista, s/n), el único estrella Michelin de la cocina murciana. "Si no queda nada en la memoria, significa que me he equivocado". Esa cita del gran chef francés Alain Ducasse ha sido tomada prestada por los responsables de este templo gastronómico para presentar sus menús degustación (entre 120 y 150 euros), un sugerente recorrido por aperitivos, quesos y platos murcianos reinterpretados por el chef Pablo González (Murcia, 1971).
Enso Sushi es el gran restaurante japonés en Murcia y una buena alternativa para última hora. Se nutre de la variedad de pescados del Mar Menor para ofrecer una propuesta convencional y austera, aunque se atreve con platos que fusionan la cocina mediterránea con el recetario nipón.
Para una cena redonda también está el restaurante La Pequeña Taberna (plaza de San Juan, 7), un seguro por lo bien que se come. Impresionantes sus alcachofas de la abuela, de las que solo se vende una por persona y día. Arturo Pérez Reverte cita el restaurante en La carta esférica (Alfaguara, 2000).
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