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Cruceros

Cuatro días de aventura marinera en Baleares

De Palma a Valencia a bordo de un antiguo velero bergantín para descubrir los enclaves costeros más sugerentes de Formentera e Ibiza

El velero 'Cervantes Saavedra', en las islas Margaritas, dos islotes de la costa de Santa Inés, en Ibiza. 
El velero 'Cervantes Saavedra', en las islas Margaritas, dos islotes de la costa de Santa Inés, en Ibiza.  r. pola

El cadencioso cabeceo de la proa apunta a la cala de San Vicente, en el norte de Ibiza. El viejo bergantín va rompiendo las aguas de azul profundo creando a su costado una cenefa de saltarinas espumas blancas. La banda sonora la pone el leve drapeo de las velas al viento y el entrecortado siseo de la proa deslizándose suavemente sobre el mar. Estamos a bordo del Cervantes Saavedra, un buque faro construido en Suecia en 1934 y reconvertido en goleta-bergantín en 1982. Desde ese momento, el barco participó en la regata Cutty Sark, navegó durante años por aguas australianas y realizó minicruceros en el Caribe y en las costas de Turquía y el mar Rojo. Entre 2011 y 2013 fue la embarcación en la que se rodó la serie El barco. Hoy realiza travesías en el entorno de la costa levantina y balear.

cova fdez.

Navegar en el Cervantes Saavedra es un verdadero lujo y no porque sea un barco suntuoso; muy al contrario, no deja de ser un navío de época, adaptado, eso sí, a su actual cometido. El lujo reside en embarcarse en un antiguo velero, único en su clase, para vivir la evocadora experiencia de transportarse a otros tiempos y formas de entender la navegación. Hay algún camarote —el del armador, por ejemplo— con librería náutica, mesa para cartas de navegación…, todo rodeado de oscuras maderas, brillantes ojos de buey, molduras doradas… Un escenario que envuelve en sugerentes fantasías del viejo mundo del mar. Nuestra singladura tiene como punto de partida el puerto de Palma, para a lo largo de cuatro etapas recalar en Formentera y parte de la costa de Ibiza y terminar el periplo en Valencia.

Dirección Ses Illetes

Después de una larga noche de navegación sorteando tormentas, y tras cruzar Es Freus —el estrecho entre Ibiza y Formentera—, fondeamos frente a Ses Illetes, probablemente la playa más conocida de Formentera. El temporal da paso a un día luminoso. Comida a bordo, desembarco en la playa y baño antes de una puesta de sol con un horizonte de mástiles lejanos.

Construida en 1934 y reconvertida en goleta-bergantín en 1982, es la embarcación donde se rodó la serie El barco

El embrujo de Espalmador

El segundo día, la lancha nos deja muy temprano en Espalmador, una pequeña isla de aguas y arenas caribeñas al norte de Formentera que forma parte del parque de Ses Salines. Paseos y baños solitarios a ambos lados del pequeño istmo que con marea baja une el diminuto islote con Ses Illetes. Desde la única casa payesa que se alza en el promontorio más elevado de la isla se divisa un perfecto y cuidado ecosistema costero mediterráneo. Un centenar de metros más abajo se extiende una preciosa laguna rodeada de frondosa vegetación. Al fondo se abre, en forma de concha, la cala mayor de la isla. El lado norte de Espalmador esconde deliciosos rincones y recónditas calitas ideales para practicar esnórquel y apreciar las enormes praderas sub­acuáticas de posidonia.

Después de comer —la travesía cuenta con pensión completa a bordo— reanudamos nuestra lenta travesía. Recalamos en Port Roig, una pequeña y tranquila ensenada dentro de la bahía de Es Cubells, ya en Ibiza. La tarde es propicia para practicar kayak, paddel surf y esnórquel.

Vistas desde Cala Comte, en la isla de Ibiza.
Vistas desde Cala Comte, en la isla de Ibiza.Rachel Carbonell (getty)

Incomparable Es Vedrà

Levamos anclas en dirección a Es Vedrà, la icónica isla rascacielos situada frente a los mayores acantilados del suroeste de Ibiza. Desde lo alto de la torre vigía que domina la costa, Es Vedrà se quedará para siempre en la retina de quienes tengan la suerte de contemplar la puesta del sol con el contrapunto del perfil de este islote pitiuso. En la cala Llentrisca hay un par de cuevecitas y dos recoletas calitas de piedra, una de las cuales resulta únicamente alcanzable por mar. El Cervantes Saavedra se enseñorea en este formidable paraje marino, fondeando en medio de una bahía aislada del mundo por los enormes farallones de la costa y la total imposibilidad de obtener cobertura telefónica. A lo largo de la tarde la tripulación ilustra al pasaje con una clase magistral sobre nudos marineros y hacia las seis reanudamos nuestro periplo, navegando entre Ibiza y el pequeño archipiélago de las Bledes. Al anochecer fondeamos en Cala Comte, a la vera misma de la protegida isla de Conejera. Y después de cenar llega el momento de acercarse en lancha hasta alguno de los chiringuitos gastromusicales de la parte más occidental de Ibiza.

Las misteriosas Islas Margaritas

Aprovechando la brisa de la mañana retomamos la navegación. La capitana Norah Fernández-Cuesta se encarga de dirigir la maniobra. Con las velas al viento, la estampa y silueta del navío resultan impresionantes. El mejor y más agradable pasatiempo mientras se navega es la simple contemplación del paisaje: por un lado se suceden calas, acantilados, pequeñas poblaciones; por el otro desfilan veleros, motoras, catamaranes y, con un poco de suerte, delfines. A lo largo de la travesía el pasaje tiene ocasión de participar en todas las tareas del barco y al final todos se han familiarizado con términos como botavara, jarcia, drizas…

En la travesía, el pasaje participa en las tareas del barco y se familiariza con términos como botavara o jarcia

Hacia las doce de la mañana anclamos en las aguas de las islas Margaritas, dos pequeños islotes que, junto con las verticales paredes de esta parte de la costa balear, componen un entorno verdaderamente singular. Como láminas de hojaldre, los geométricos pliegues de los estratos pizarrosos del acantilado se comprimen hasta llegar al mar. Un tupido y vertiginoso pinar envuelve las crestas de la costa. Frente a estos imponentes farallones, en cuya base los fenicios excavaron en roca viva algunos de sus viejos almacenes —hoy visibles todavía—, un grupo de delfines evoluciona frenéticamente tras un banco de atunes. Algo más allá, emergiendo de un profundo abismo, la Margarita mayor aparece luciendo, cautivadora, un arco-túnel bajo el que puede pasar una embarcación pequeña. El agua es azul cobalto por un lado y luminoso azul celeste por el otro. Hacer esnórquel o nadar en este privilegiado lugar resulta algo irresistible.

Luminosa naturaleza

Abandonamos las islas Margaritas hacia la puesta del sol, en dirección a Valencia. Comienza a soplar un suave viento que nos hace temer que el viaje de regreso durará menos de las 16 horas previstas. Ya en plena navegación nocturna asistimos a dos magníficas escenas naturales. Como no hay luna, sobre nosotros el firmamento despliega un nítido espectáculo de estrellas y constelaciones, mientras el barco deja tras de sí una estela fosforescente que parece crear una Vía Láctea marina. El efecto luminiscente lo producen, al parecer, bancos de medusas que, al haberse alimentado de plancton fluorescente, convierten sus cuerpos en luciérnagas acuáticas. Un llamativo final para una experiencia que no se olvida fácilmente.

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