Sopa ‘borscht’ en Moscú
La escritora y periodista argentina Hinde Pomeraniec, autora de ‘Rusos de Putin’, regresó el año pasado a Moscú para reencontrarse con la ciudad y escribir su último libro
¿Encontró novedades en el Moscú actual?
Lo más maravilloso fue poder caminar sola porque ahora existe Google Maps. En el aeropuerto compré un chip telefónico local para poder usar el GPS, y así no tuve que preguntar a los moscovitas. Además, hay un tren desde el aeropuerto al centro y los carteles ahora están en ruso, chino e inglés. La ciudad se ve más limpia, y otro detalle es que a partir del Mundial de Fútbol de 2018 enseñaron a sonreír a los comerciantes: les hicieron ver que así tendrían más clientes.
¿Quedaban restos del Moscú soviético?
Un icono que perdura es el edificio de la fábrica de chocolate Octubre Rojo, con la imagen de una niña con pañuelo en la cabeza llamada Alyonka que sigue apareciendo en el envoltorio de las tabletas. También hay una cadena de restaurantes donde proyectan películas de la época soviética y explotan un poco la nostalgia de aquellos años, en la decoración y en las recetas. Se llama Varenichnaya. Yo iba allí todo el tiempo porque la comida era como la de mis abuelos judíos de Europa del Este: arenques, varénikis, sopa borscht...
Hablando del pasado, ¿visitó el mausoleo de Lenin?
Sí, por fin entré esta vez, tras hacer una larga cola. Quise quedarme más rato, pero te echan a toda prisa. Debo decir que, más que el cuerpo embalsamado de Lenin, lo que me impresionó fue que la tumba de Stalin —que está enterrado cerca, pero en el exterior— tenga siempre flores frescas.
Adivino que se movió en metro…
Por supuesto. Es la forma más económica de viajar, y es también un museo subterráneo. Mi estación favorita es Plaza de la Revolución (Plóshchad Revolutsii), con sus estatuas de bronce que reproducen fielmente la atmósfera del mundo soviético y sus personajes. Es alucinante.
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