Hotel Suites 1478, confort y vistas a la catedral de Las Palmas de Gran Canaria

La meca europea de los trabajadores en remoto aúna el buen clima litoral del archipiélago canario y el encanto de un barrio como la Vegueta, donde el capitán Juan Rejón dicen que encontró unas palmeras en las que aposentarse para dar origen sin quererlo a la ciudad de Las Palmas. Callejones coloniales como el de Pedro de Algaba, monumentos únicos como la catedral de Santa Ana o museos tan valiosos como el Centro Atlántico de Arte Contemporáneo y la Casa de Colón conforman el escenario fundacional de este hotelito de apariencia histórica que fue diseñado, sin embargo, en 1940 por el arquitecto insular Miguel Martín-Fernández de la Torre, el mismo que firmó el emblemático hotel Santa Catalina.

En fecha más reciente (2017), otro arquitecto también canario, Vicente Boissier, lo rescató para uso turístico con tintes si acaso más sobrios y comedidos, auscultando todo lo bueno que se hizo en el siglo pasado y aportando al alojamiento Suites 1478 la elegancia de un mobiliario de líneas precisas y someras, un ambiente contemporáneo, un trato profesionalizado y detalles sin aspavientos, pero muy agradables.

La casa se vertebra en torno a un patio típico canario con un lucernario protector, junto al cual se sitúan el vestíbulo recibidor y el restaurante 1478, interesante por su carta de pescados locales. Tres pisos de buena altura distribuyen sus nueve habitaciones de efectos sedantes, aunque algo sobredecoradas, con el pavimento en piedra volcánica de Arucas, visillos nebulosos, cojines de estampados geométricos, camas generosas y un tamaño superior al de cualquier hotel de semejante categoría. De ahí lo de suites… Las más solicitadas, con diferencia, son las del ático. Ganan en confort por su templado interiorismo, su luz atlántica y, claro está, por la generosa dimensión de sus terrazas, donde unos butacones sobre el entarimado de madera permiten acomodarse día y noche para divisar los torreones de la catedral.

Cuando las callejas del barrio se vacían, a la luz menguada de la Luna o de los tejados eternos de la ciudad, es momento de salir al exterior y plantarse ante la fachada señorial en piedra que reclama la atención del paseante por su ensoñador arco colonial, las celosías que la resguardan y la imponente balconada de madera labrada que defiende la estirpe del lugar. Herencia supuesta de aquel 24 de junio en que se fundó la Ciudad Real de Las Palmas. Un día no cualquiera de 1478.