Una escapada de 72 horas alrededor del vino y su cultura
Aquí se inventó el enoturismo, por algo será. Y se manifiesta de muchas formas: un pícnic en un viñedo, una sugerente cata o maridaje romántico en una bodega de Rioja. La guinda, descubrir la historia de pueblos medievales en otoño, cuando los días son templados, y el sol extrae de la tierra los dorados, rojos y verdes más inverosímiles
En un territorio que vive por y para el vino durante todo el año, el otoño y la vendimia se desviven en actividades a su alrededor. Miles de personas acuden a conocer in situ sus extraordinarias bodegas, que la convierten en uno de los mejores destinos enoturísticos del mundo. Así lo refleja el World’s Best Vineyards, certamen de referencia en el sector, que cada año premia a las bodegas más destacadas del planeta. Este 2023, eligió como sede de la cumbre la Denominación de Origen Calificada (DOCa) Rioja y posicionó a cuatro bodegas de la zona entre las 100 mejores del mundo: la única DO española con más de una en tan cotizada lista.
La ancha vega del río Ebro
En ambas márgenes del río Ebro, flanqueada por la Sierra de Cantabria y la Sierra de La Demanda, la DOCa integra territorio de tres Comunidades Autónomas: La Rioja, Navarra y País Vasco, en las que se ramifican las tres zonas que conforman la Denominación, Rioja Alta, Rioja Alavesa y Rioja Oriental. Más de 65.000 hectáreas y 144 municipios que albergan más de 600 bodegas.
En 2022, Rioja recibió cerca de 750.000 visitas en las 202 bodegas que abren sus puertas al público para ofrecer catas y maridajes, un paseo en bicicleta entre viñedos, un pícnic en el guardaviñas o experiencias inolvidables como un recorrido en globo para disfrutar desde el aire del bello colorido de sus tierras y viñedos. Sin olvidar los tratamientos relajantes de vinoterapia, entre otras muchas actividades.
El otoño, una estación idílica
Esta es la época perfecta para una visita de tres días o un fin de semana largo. Conocer las más bellas catedrales del vino – bodegas vanguardistas, innovadoras, tradicionales, familiares, centenarias– y los pueblos medievales que las acogen es una tentación.
Entre visita y visita es aconsejable recargar energías con un menú riojano en un restaurante tradicional. O, mejor, en una de las muchas bodegas con fogón propio, para disfrutar de unas patatas a la riojana, una menestra de verduras excepcional, las típicas chuletillas al sarmiento, caparrones o bacalao a la riojana. Delicias culinarias típicas, prototipo de kilómetro 0 que, cuando amenaza el fresco, apetecen más que nunca. Siempre maridados con un vino de Rioja, por supuesto.
Llega entonces el momento de pasear y descubrir la historia monumental de los pueblos de la Denominación, entre los que se encuentran algunos elegidos varias veces entre los más bonitos de España: Briones, San Vicente de la Sonsierra, Laguardia… Todos ellos, con varios denominadores comunes: calles estrechas y alargadas, plazas con sugerentes terrazas al sol y callejones protegidos por imponentes murallas medievales. A dos pasos se puede disfrutar de las vistas en alguno de los miradores: el Mirador del Rollo, en Briñas; el Mirador de Briones, el Balcón de Rioja Alavesa o el Mirador del Castillo de Arnedo, en Rioja Oriental, desde donde admirar el Valle del Cidacos. El atardecer abrocha un día otoñal con sabor a Rioja.
El encanto de Haro y Briones
Conviene reservarse una jornada para descubrir Rioja Alta. Durante la mañana, una visita al Barrio de la Estación de Haro, conocida como la Milla de Oro del vino de Rioja. Aquí se concentra el mayor número de bodegas centenarias del mundo: Bodegas Bilbaínas, Muga, Gómez Cruzado, La Rioja Alta S.A., o López de Heredia son algunos ejemplos. Además, se encuentran otras bodegas como Roda, puntera de la innovación que revolucionó el mundo del vino en España. El barrio, sus bodegas y wine bars merecen una cata. Luego, un paseo por Haro, su historia y su cultura y una parada en la bulliciosa Calle de la Herradura para degustar sus famosos pinchos. Por la tarde, visita al Museo Vivanco de la Cultura del Vino, en Briones. Si hay tiempo, el caminante puede reponerse con un masaje a base de productos derivados del vino en un spa, una de las experiencias que ofrecen también algunas bodegas de la Denominación.
Planazo para un día: por la mañana, el Barrio de la Estación de Haro, sede de bodegas centenarias; por la tarde, Briones, la localidad que alberga el Museo Vivanco de la Cultura del Vino
Logroño, un recorrido gastro
La capital de La Rioja merece mucho más que un paseo. Mirando al Ebro (aquí todo el mundo se ahorra la palabra “río”), su casco antiguo y su gastronomía están impregnadas por la cultura del vino, pero también por la influencia del Camino de Santiago. Alrededor de la capital se establecen ocho bodegas (Campo Viejo, Franco Españolas, Marqués de Vargas…) con múltiples actividades lúdicas y culturales. Logroño ostenta el récord de la calle con más bares por metro cuadrado: la popular calle del Laurel, que junto a la calle San Juan conforman un entramado de callejuelas cuajadas de bares con exquisitos pinchos, como champiñones a la plancha, tosta de foie o tataki riojano cumplirán las expectativas del comensal más exigente. Una visita la Concatedral de Santa María La Redonda, que guarda un cuadro de Miguel Ángel, un paseo por el Puente de Hierro o el de Piedra, ambos sobre el Ebro, y subir al Monte Cantabria para disfrutar de una bella panorámica de Logroño son imprescindibles. Para finalizar la escapada, un recorrido de tapas y vinos por cualquier otra zona de bares logroñeses o una cena en alguno de los tres restaurantes con estrella Michelin de la ciudad… Acompañada de un Rioja, por supuesto. O dos.