Montserrat: un enclave para el senderismo, la cultura y la espiritualidad
Esta montaña es uno de los atractivos turísticos más populares de Barcelona gracias a los tesoros que guardan su museo y su basílica. También atrae a los aficionados al astroturismo, pues hay pocos escenarios como este para pasar una noche
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
Por su insólita y majestuosa silueta. Por sus picos de roca redondeada. Por la escalada, con agujas míticas como el Cavall Bernat, y el senderismo. Por lo que significa para los creyentes la basílica; porque La Moreneta, la Virgen negra, es la patrona de Cataluña. Por el atractivo y la mística de los monasterios, este benedictino. Pero también porque es un lugar de peregrinación y celebración, sean o no creyentes quienes suben hasta Montserrat para celebrar algo: un aniversario de boda, un título de liga, el homenaje a una persona fallecida o el centenario de una entidad. El parque natural de la Montaña de Montserrat, en la provincia de Barcelona, es uno de los símbolos físicos y del imaginario de Cataluña. Y también un referente turístico para visitantes de todo el mundo. El macizo se alza como un recortable y es visible desde muchos puntos de la geografía catalana. Y hay tanto y tan distinto que hacer, en relativamente poco espacio, que una familia de tres generaciones podría visitar el parque y que abuelos, hijos y nietos eligieran una actividad distinta sin verse en todo el día: aire libre y deporte, cultura, religión.
En Cataluña quien más quien menos lo ha visitado alguna vez, pero probablemente la mayoría desconozca la oferta y posibilidades de una montaña que en 2023 pisaron casi 2,2 millones de personas. A Montserrat se puede llegar desde Barcelona en transporte público, encadenando trayectos en ferrocarriles de la Generalitat y trenes turísticos: el cremallera y funiculares. Utilizados por casi una cuarta parte de los visitantes, permiten trasladarse de forma sostenible desde la capital catalana, a pocos metros sobre el nivel del mar, hasta 1.000 metros y vistas espectaculares. También se llega en teleférico (el llamado Aeri, en Monistrol; abierto el 17 de mayo de 1930), o en coche, una opción que se busca reducir a la movilidad estrictamente necesaria, porque hay un gran aparcamiento en Monistrol, a pie del cremallera.
A partir de aquí, si se tiene solo un día, la oferta puede llegar a estresar. Hay senderos para todas las condiciones físicas, dependiendo de las ganas que se tenga de echarle horas. El paisaje es único, porque está formado por rocas que eran los sedimentos de la cuenca del Ebro. Su silueta se debe a la erosión del agua sobre materiales de distinta resistencia, que creó grietas y dio lugar a un peculiar relieve con agujas, valles y cuevas. Un paseo sencillísimo por un camino ancho y de piedra y que tiene como premio unas vistas increíbles de la basílica es caminar hasta la Creu de Sant Miquel. Para salvar los desniveles de otros recorridos hay que tirar de piernas o funiculares.
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El camino de Sant Joan sube hasta 1.000 metros y en la misma estación superior de llegada hay un mirador espectacular y un centro de interpretación del Geoparque de la Cataluña Central y el parque natural. El de la Santa Cova acerca a la cueva, la capilla adosada a la roca donde, según la leyenda, unos pastores encontraron la imagen de la Mare de Déu de Montserrat en el año 880. En el camino, excavado en la montaña y que se puede hacer entero andando, está el Rosario monumental, un conjunto de esculturas que representan los 15 misterios de la Virgen, el mayor exponente de modernismo catalán al aire libre. Sufragado con donaciones de particulares y entidades religiosas, en su construcción participó Antoni Gaudí, autor también de uno de los misterios.
Pero para sorpresas culturales, el Caravaggio del Museo de Montserrat, que se encuentra junto a la basílica. Es uno de los tres únicos que hay en España, una maravilla del tenebrismo del Barroco de la que cuesta quitar la vista. En el museo, que se nutrió de las compras del abad Antoni M. Marcet en Roma y Nápoles a comienzos del siglo pasado, y también de donaciones de particulares (una forma neutra de referirse a familias de la burguesía catalana), hay desde piezas de arqueología hasta arte contemporáneo. Entrar en sus salas vale mucho, mucho la pena.
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También merece dedicar un buen rato a la visita de la basílica. Y no solo por escuchar a la escolanía, que también: piel de gallina garantizada ante este coro litúrgico, uno de los más antiguos de Europa (lo mejor es comprobar antes su web para asegurarse el momento). La cripta es impresionante: construida para dar sepultura al abad Marcet y a los monjes que murieron durante la Guerra Civil, el sarcófago del abad es obra del reconocido maestro Joan Rebull. Y no se marchen sin visitar una de las capillas laterales, la del Santísimo, donde el escultor Josep Maria Subirachs (autor de parte de las imágenes de la Sagrada Familia) realizó una sobria, pero imponente obra con un bloque de cemento como protagonista, que sirve de altar y donde esculpió, en negativo, el rostro, manos y pies de Jesús. No nos olvidamos de la Virgen La Moreneta en el trono del camarín. La visita requiere pagar entrada y los mosaicos que decoran la escalera de acceso son impresionantes. Y curiosa es la sala de los exvotos u ofrendas, tanto en la basílica como en la Santa Cova, donde fi eles y visitantes depositan objetos: rosarios, libros, fotos, cascos, pelotas o trofeos.
Para quienes con un día no tengan suficiente, Montserrat ofrece varias posibilidades de alojamiento. Dormir en la montaña permite vivir el mágico momento en que el entorno de la basílica y la abadía se vacían de visitantes. Del barullo a un silencio que se puede masticar. Es casi obligado levantarse para ver salir el sol, a menudo entre las nubes que cubren el valle. Aquí hay un solo hotel, que incluye el restaurante Abat Cisneros, con una cocina que sorprende por rica; los apartamentos del edificio Cel·les Abat Marcet, totalmente equipados y evolución de las antiguas celdas en las que durante siglos se alojaron los peregrinos cuando la hospedería del monasterio se quedaba pequeña; y el albergue Abat Oliva, con habitaciones de entre 4 y 10 personas y habitaciones familiares. El monasterio ofrece también una hospedería para quienes “quieran realizar un trabajo espiritual y de interiorización”. Los horarios y normativas se adaptan a la vida monacal, la estancia depende de la disponibilidad y es necesario escribir a la abadía.
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En un viaje costeado por los Ferrocarrils de la Generalitat (FGC), el monje Ignasi Fossas, recientemente ascendido a abad presidente de la Congregación Sublacence Casinense, que agrupa a 70 monasterios de 24 países, destacaba la antigüedad del santuario y el monasterio —la abadía cumple 1.000 años en 2025— y cómo se retroalimentan. “Es un lugar de acogida, encuentro, plegaria y celebración”, decía, y subrayaba su “arraigo local y dimensión internacional”. Por parte de FGC Turismo, su gerente de la división de Montserrat, Laura Vives, señalaba que Montserrat “es un enclave que ofrece naturaleza, cultura y espiritualidad en el centro de Cataluña”. Y recomendaba utilizar el transporte público porque “es la forma más cómoda y sostenible de llegar”, sobre todo porque se trata de un destino turístico sobre frecuentado. Una reciente campaña de la empresa tenía como lema: “Es verdad, puedes subir en coche a Montserrat, crees que es más cómodo. Pero si sigues subiendo en coche, habrá un día en que tus nietos no tendrán ningún Montserrat al que subir”. Del total de turistas que recibe este enclave, la mitad son españoles (el 45% de Cataluña), y la otra mitad, extranjeros. Aparte de Barcelona ciudad, es el segundo lugar que visitan los viajeros después del legado de Dalí en Figueres y el Empordà. Actualmente, las tres principales procedencias son Corea del Sur, Latinoamérica y Estados Unidos. Años atrás, en cambio, el colectivo más numeroso era ruso. Tanto, que en alguna señalización de los espacios más concurridos las dos lenguas extranjeras de los carteles son aún inglés y ruso.
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Celebración del milenario
Este septiembre de 2024 se inauguraron oficialmente las celebraciones del milenario de la abadía de Montserrat, que se cumple en 2025. Mil años desde que el abad Oliva de Ripoll y obispo de Vic fundó el monasterio en 1025. Las celebraciones se prolongarán 15 meses y buscan abrirse a toda la sociedad bajo el lema: Ora, Lege, Labora, Rege te ipsum, In Comunitate (Ora, lee, trabaja, gobiérnate, en comunidad, en español). Parte de la regla benedictina, ora et labora (plegaria y trabajo) e incorpora otras claves de la vida monástica: la lectura, el autoconocimiento y la vida en comunidad. Habrá unos 1.000 actos de carácter religioso, cultural, participativo y social. Actividades que tienen por objetivo “dar a conocer la vida monástica en el siglo XXI, dar testimonio de fe y vida cristiana, promover el diálogo inter religioso, postular Montserrat como espacio de diálogo entre creyentes y no creyentes, poner en valor la cultura o promover el respeto al medio ambiente”.

El museo ha inaugurado ya la exposición Montserrat, mil años de arte y de historia (abierta hasta el 8 de diciembre de 2025); y el Parlament de Cataluña entregó al monasterio la Medalla de Honor de la institución. Una condecoración contra la que protestaron víctimas de pederastia. El actual abad aludió de forma indirecta a una práctica que se produjo en Montserrat con el monje Andreu Soler, ya fallecido, y quien, según una investigación de la abadía, fue un “depredador sexual y pederasta” que abusó al menos de 12 víctimas. “A lo largo de 1.000 años también se cometen errores. Pero todo ayuda a crecer si se reconoce y se acepta con sinceridad”, planteó el padre Manel Gasch al inicio de su discurso. El anterior abad de Montserrat pidió perdón en 2019 por los abusos cometidos por Soler.
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