Anna y Eugeni Bach: “La primera manera de ser sostenibles sería no hacer si no es necesario”
Son, junto a Óscar Miguel Ares, los comisarios de la XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo titulada España vacía, España llena que, tras un año de parón por la pandemia, será una de las citas culturales del verano. Apuestan por una arquitectura con sentido común. Sus proyectos se basan en el aprovechamiento de los recursos y una mayor flexibilidad en el uso de los espacios.
Eugeni Bach (Barcelona, 1974) y Anna Bach (Nummi, Finlandia, 1973) se conocieron en el país de ella, cuando estudiaban primero y segundo de Arquitectura, durante un viaje. “Fue en un edificio de Alvar Aalto [el arquitecto finlandés]”, recuerdan. “Fue más casualidad que otra cosa, pero la arquitectura fue el primer punto en común y lo que nos permitió comenzar a hablar de otros temas”. Empezaron así un largo noviazgo entre Barcelona y Helsinki que, tras idas y venidas (“yo hice un Erasmus allí, luego Anna lo hizo aquí y al terminar la carrera yo estuve trabajando en un estudio finlandés”, cuenta él), culminó con su instalación definitiva en Barcelona. “Anna se vino y empezamos a trabajar con mi padre, el arquitecto Jaume Bach”. Una relación personal y profesional que les llevó a crear su propio estudio en la capital catalana.
Durante muchos años Jaume Bach tuvo un estudio de arquitectura con Gabriel Mora. ¿Cómo surge vuestra trayectoria conjunta y a la vez independiente?
EUGENI. Empezamos con él recién graduados, tras su etapa con Mora. En un momento dado, nos salió un proyecto pequeño para unos amigos y ganó el Premio FAD de la Opinión; se publicó en todas partes, fue seleccionado para la bienal iberoamericana y la española. Generó mucha atención y fue lo que hizo que se nos empezara a conocer como estudio. Pero aún colaboramos con él.
ANNA. Esa casa, que hicimos en la zona de Gaüses, en el Ampurdán, la proyectamos antes de 2008, pero justo cuando la estábamos construyendo estalló la crisis. De repente, se convirtió en algo de mucha actualidad porque era una casa low cost. Muy sencilla, hecha con todo el sentido común y también con algo de ingenuidad…, y hasta entonces solo se hablaba de proyectos grandilocuentes. Una casa económica y sostenible no estaba en boca de nadie. Pero por el estallido de la crisis, y porque es superchula [ríe], se nos puso el foco encima. Paradójicamente, no se tradujo en encargos, pues estaba todo parado.
Este tipo de arquitectura sencilla, con sentido común e ingenio define mucho vuestro trabajo. ¿Cuánto de esto pertenece a vuestro estilo y cuánto es fruto de haber iniciado vuestra trayectoria en ese contexto de crisis económica?
EUGENI. Casi toda nuestra etapa profesional ha sido en un contexto de crisis. Primero la económica y cuando empezábamos a levantar cabeza llegó la pandemia. Pero la verdad es que nuestra manera de hacer es anterior. Cuando éramos estudiantes, el director de la escuela de arquitectura de Helsinki era Juhani Pallasmaa, que abogaba por el sentido común y criticaba la arquitectura espectáculo solo pensada desde la imagen. Nos influenció mucho.
ANNA. Haber estudiado durante el bum inmobiliario de esa época nos produjo una actitud crítica hacia aquella manera de construir. Al mismo tiempo, vivimos en un país que destaca por su arquitectura sencilla y hecha con muy pocos recursos, con materiales locales.
EUGENI. La arquitectura española se distingue por su sentido común. Por eso es tan apreciada internacionalmente. Como las condiciones son siempre tan difíciles, los arquitectos hemos tenido que aguzar mucho el ingenio.
Precisamente trabajar con materiales y recursos locales e integrarse en el entorno o la arquitectura preexistente aportando un valor añadido es otro de vuestros rasgos distintivos. ¿A qué responde?
EUGENI. Tenemos un reto que afrontar en general, no solo nosotros, que es el de empezar a entender la sostenibilidad desde un punto de vista mucho más amplio de lo que estamos acostumbrados. Normalmente, la gente entiende por ello reducir la demanda energética, utilizar materiales reciclables o de cercanía, etcétera. Pero hay un tipo de sostenibilidad que no está tan clara y que genera debate en nuestra profesión en torno a cómo podemos hacer que una edificación sirva para muchas cosas durante mucho tiempo. Para nosotros, la primera manera de ser más sostenibles sería no construir si no es necesario. Por ejemplo, si no hay necesidad de un auditorio en un pueblo de 300 personas, no debería hacerse. Pero si tenemos que construir o intervenir, la cuestión estaría entonces, por un lado, en cómo podemos hacer para recuperar o aprovechar mejor lo que ya está hecho. Por otro, en cómo abordar estos proyectos de modo que no solo sirvan para lo que se te ha pedido, sino que después, si hay un cambio de uso o en la sociedad, ese edificio facilite ese cambio sin mucha intervención. En definitiva, se trata de proyectar arquitecturas que perduren y sean fácilmente transformables como una manera de ser sostenibles a la larga. El debate está en que unos defendemos esta postura y otros la vía reversible: construir consumiendo poco material y que sea fácil de deshacer y reciclar.
ANNA. Para nosotros ese modelo no funciona, porque la mayor parte de los residuos de un país desarrollado provienen de la construcción y el desescombro. Aún se oye mucho eso de que es más caro arreglarlo que tirarlo abajo y construir de nuevo. Sí, pero ¿para quién? A la sociedad le sale más caro gestionar el residuo, el gasto energético de sacar todo el escombro y el material nuevo una y otra vez. Es un derroche, mientras que, si un edificio está bien construido y dura mucho, puede que el gasto inicial haya sido mayor, pero a la larga compensará a nivel de sostenibilidad. Quizá tenemos que construir edificios bien pensados y muy duraderos, planteando el interior a modo de capas que vayan apareciendo y desapareciendo en función del uso que se haga del espacio con el tiempo.
Esto ya lo hacéis en vuestros proyectos. Se percibe en las funciones abiertas que otorgáis a los espacios y también en esas estructuras independientes a modo de grandes módulos.
EUGENI. Sí, lo llamamos multiplicidad. Consiste en entender las diferentes partes de un proyecto como distintas capas, para que sean sistemas abiertos. Cumplimos con las necesidades de un cliente, pero lo hacemos de manera que la capa del uso sea una más que se añade a las distintas capas del proyecto.
ANNA. En realidad, es una capa de uso y tiempo, de modo que en el futuro se puedan hacer cambios sin que resulte un pegote. En nuestro proyecto de una casa-estudio en la calle de Valencia de Barcelona se aprecia muy bien en la estructura que diseñamos a lo largo de todo un lateral, que alberga los usos más importantes pensando también en las futuras funciones del espacio que el cliente ya preveía.
EUGENI. Hacemos escenarios que permitan la vida y cumplan sus funciones, pero que, si esta vida cambia, dejen flexibilidad para modificarse. Lo hacemos con estas estructuras añadidas y de otros modos. Somos mucho de actuar poco y ser precisos. Como si fuera acupuntura, tocando solo lo estrictamente necesario. Si podemos resolver algo haciendo la mitad, ¿por qué vamos a tocar todo?
¿Puede tener esa austeridad influencia finlandesa?
ANNA. Igual es un poco protestante, sí. Pero en realidad es más bien una contrarreacción al derroche de principios de los años dos mil. Y también un poco de mentalidad de campo y de economía de medios y recursos: de a ver qué tengo para resolver esto. La vivienda de Gaüses lo refleja muy bien, porque trabajamos con los constructores del pueblo y los materiales que había.
¿Qué reflexión persigue la temática España vacía, España llena que habéis planteado con Óscar Miguel Ares para el comisariado de la XV Bienal Española de Arquitectura y Urbanismo?
EUGENI. Surgió con motivo de la propuesta que la propia bienal lanzó cuando sacó a concurso el comisariado. Las candidaturas debían proponer una temática en torno a estrategias de conciliación. Y nosotros planteamos asociar esa formulación al ámbito de la “España vacía, España llena” para reflexionar sobre estas dos grandes realidades territoriales que se dan en este país. En Europa no hay ningún otro lugar con unas diferencias de densidad de población tan grandes como en España. A través de esta propuesta para la bienal, buscamos analizar y debatir cómo la arquitectura y el urbanismo tienen que responder a problemas similares en dos tipos de territorios tan diferentes. Por ejemplo, no puede ser igual proyectar una residencia de ancianos en un pueblo pequeño que en una gran ciudad.
ANNA. Cuando hablamos de “España vacía, España llena” conviene puntualizar que no hablamos exactamente de la España rural y la urbana, porque muchas zonas rurales pertenecen a la España llena. Lo que buscamos analizar es cómo las arquitecturas se relacionan con su entorno, poniendo de relieve la responsabilidad de nuestra profesión de conciliar con las distintas realidades que la envuelven. Nos gustaría que la bienal se convirtiera en un foro en el que hablemos de arquitectura y urbanismo desde esta visión territorial tan dispar y en el que estas dos Españas se encuentren, porque son dos realidades territoriales que a menudo se dan la espalda: desde la España llena no se ven las problemáticas de la vacía, y desde la vacía, a veces, se tiene una idea distorsionada de la llena.
EUGENI. Se han presentado 581 proyectos que nos ofrecen un panorama fantástico de lo que se ha hecho en los últimos tres años, con una diversidad de planteamientos importante. El contenido promete.
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