Cuando los afroamericanos se apropiaron del estilo de las élites blancas
El libro ‘Black Ivy’ narra el proceso por el que, en los años cincuenta y sesenta, intelectuales, activistas y artistas afroamericanos hicieron suyas las coordenadas indumentarias propularizadas entre los universitarios de clase alta.
El look de la Ivy League es posiblemente uno de los más populares de la historia del universo anglosajón y, por ende, del universo de la moda en general. Las camisas abrochadas hasta el último botón, los polos y blazers, los pantalones khakis, los zapatos loafers y la fulgurante ascensión de marcas como J. Press o Brooks Brothers fueron algunas de las constantes de esta forma de vestir. Según los sabios, la cosa empezó en 1920, pero adquirió estatura y volumen en los años cincuenta, cuando los pudientes jóvenes estudiantes de la Ivy League, que comprendía las universidades de Brown, Columbia, Cornell, Dartmouth, Harvard, Pensilvania, Princeton y Yale, encontraron en el vestuario la forma de gritar al mundo que eran especiales, singulares. Nada hablaba tanto de alguien como ese poder que emanaba desde sus armarios.
El reinado de la Ivy ha sido ampliamente documentado en todos los formatos, incluyendo una sustanciosa bibliografía con tipos como Paul Newman, Steve McQueen, James Coburn y el mismísimo John Fitzgerald Kennedy ejerciendo de hombres anuncio de una tendencia que sigue vivita y coleando. Sin embargo, hay otros aspectos de la influencia del guardarropa de los grandes herederos estadounidenses que no han sido documentados y que le dan al asunto una dimensión completamente distinta. De eso trata Black Ivy, el último escalón en la historia de un vestuario que ha definido a varias generaciones y que ahora se cuenta desde la perspectiva de la comunidad afroamericana.
El libro, publicado por la editorial británica Reel Art Press, viene firmado por Jason Jules, uno de los grandes gurús del estilo en el Reino Unido, cuyo currículo abarca desde sus trabajos como asesor para firmas como Levi’s o Wrangler hasta su faceta de modelo para clientes como Drake’s; la dirección del documental sobre John Simmons, figura clave para entender los patrones estéticos de muchas de las subculturas surgidas en el Reino Unido en el último medio siglo, o el estilismo para bandas como Brand New Heavies, Soul II Soul o Jamiroquai.
“La Black Ivy es una forma de vestir inspirada por el estilo de la Ivy League desde finales de los años cincuenta hasta finales de los sesenta que fue adoptada por la comunidad afroamericana y se convirtió en una forma de reclamar autonomía, libertad e igualdad”, nos explica Jules. “Para mí, todo empezó con Fred Astaire. Yo tendría cuatro años, y lo recuerdo porque fue a esa edad cuando me pusieron gafas. La cuestión es que a mí me gustaba mucho Fred Astaire: me encantaba cómo se vestía. No fue hasta más tarde que descubrí que él se vestía como los muchachos de la Ivy, pero luego lo reinterpretaba y subía el nivel”. Fred Astaire fue la primera inspiración estética de Jules, quien empezó a coleccionar fotos de hombres cuyo estilo le fascinaba. “Pronto noté un patrón: siempre acababa viendo imágenes de activistas, militantes y líderes afroamericanos en la lucha por los derechos civiles. Ahí nació la necesidad de escribir este libro”, recuerda.
En el volumen, Jason Jules abunda en la idea de que aquella hipótesis conservadora que rezaba que las grandes figuras americanas del arte, la cultura y la política adoptaron el estilo Ivy por pura imitación o vocación puramente aspiracional no era más que una forma de desdeñar el modo en el que tipos como Malcolm X, poetas como Ted Joans, LeRoi Jones o el muy icónico James Baldwin consiguieron hacer suyas prendas que lucían personas en extremos opuestos de la pirámide social.
No faltan en este volumen de más de 200 páginas las firmas de algunos de los fotógrafos más célebres de la época, como Dennis Stock, Burt Glinn, Steve Schapiro o William Claxton, los hombres que inmortalizaron a lo más granado de una realeza largamente reivindicada. El libro recorre el camino que llevaba de Washington a Chicago, y de ahí a Nueva Jersey y a Harlem: una ruta que bucea en los lugares en los que empezó la fiebre Ivy, glosada después en portadas de revistas y vinilos de la vanguardia melómana. También refuerza la teoría de que la Black Ivy es una enorme influencia en la manera en la que ahora muchos visten, además de ser clave en la inmensa influencia que el colectivo artístico afroamericano sigue ejerciendo hoy en día.
En el origen de este libro se encuentran los Panteras Negras, organización socialista radical fundada en 1966 por dos estudiantes negros, Bobby Seale y Huey P. Newton, en Oakland, y el mensaje que transmitían con su vestuario. “La boina, la chaqueta negra… Su manera de vestir, su look, infundía miedo en muchas personas. Convertían su vestuario en una suerte de lenguaje. Es el mismo contexto que podemos ver en el breakdance o el hip hop. Es decir, si puedes ponerte a romper beats y convertirlos en algo distinto, ¿por qué no podrías coger un estilo popular de vestir y convertirlo en algo completamente propio? Por tanto, los Panteras Negra tenían un estilo fácilmente definible, pero no es que antes de ellos no hubiera nada. Simplemente le dieron la vuelta a algo que ya existía para transmitir un mensaje. Los mismos tipos que iban vestidos como profesores de universidad voltearon su look y, bum, ya eran una milicia”, resume Jules.
La figura más popular y celebrada del Black Ivy no es otro que el músico de jazz Miles Davis, que se las ingenió para reinventar lo cool en un periodo relativamente reducido de tiempo. Pero Jules fija la mirada en otros colectivos en los que raramente se celebra por sus aportaciones estéticas. “Creo que siempre se habla de los músicos de jazz, de cómo eran la vanguardia. Pero los pioneros de verdad fueron, creo, los intelectuales, los académicos y los poetas. Ellos fueron los que de verdad empezaron esto. Cuando Miles Davis se vestía de un modo determinado estaba inspirándose en esos profesores de universidad. Dicho esto, la persona que más me ha influenciado a mí es precisamente él, Miles Davis, porque fue capaz de crear estilo e identidad más que simple moda. Trabajó durante unos años, dejó un poderoso mensaje para la posteridad y luego se fue”.
Aunque hablemos de algo que sucedió hace más de medio siglo, la Black Ivy no ha desaparecido, sigue viva, mutando con cada generación que se acerca a ella. “Yo diría que la parte más cool del estilo de la Ivy League, la que se mantiene viva hoy en día, sigue los pasos de la Black Ivy. Y la razón por la que la comunidad negra se siente con derecho a vestir así es porque saben que siguen los pasos de tipos como Malcolm X o Miles Davis. Además, hoy contamos con celebridades capaces de actualizar toda esa herencia, incidiendo en ella con sus propias marcas, como los músicos Tyler, The Creator o Pharrell Williams, el primero con Golf Wang y el segundo con Billionaires Boys Club”, concluye Jules.
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