La Noche de San Juan y cómo quemar la mochila de trastos y malos hábitos que cargamos
El viejo rito del solsticio de junio sirve para depurar lo innecesario y empezar a vivir con más conciencia. Se trata de quemar esa mochila de trastos y malos hábitos que cargamos
Las fogatas de San Juan marcan la entrada al verano con celebraciones muy variadas a lo largo de España y Portugal, pero también en algunos países del norte de Europa e incluso en Sudamérica, donde da entrada al opuesto solsticio de invierno. Hace varios milenios, los celtas ya celebraban que el Sol estaba en su máximo esplendor, en la noche más corta del año, y encendían hogueras en honor al astro rey para que no abandonara la Tierra. La cristianización del ritual pagano retrasó la celebración del 21 de junio, que es cuando tiene lugar el solsticio, al 23 del mismo mes. Según la tradición, es la noche que nació san Juan Bautista y su padre mandó encender una hoguera para anunciar la buena nueva.
Más allá de sus orígenes, en la actualidad muchas personas ven la verbena de San Juan como un momento simbólico del calendario, en el que no solo se saluda la llegada del buen tiempo.
Durante muchas generaciones, la hoguera ha servido a los estudiantes para quemar los gruesos legajos de apuntes, una vez superadas las asignaturas. Si tomamos las llamas de esta noche como un medio para que arda lo que queremos dejar atrás, este rito ancestral nos ayudará en el arte de soltar todo aquello que no aporta valor a nuestra vida y supone una mochila innecesaria.
Podemos escribir en una hoja lo que queremos depurar y quemarla en casa —con las debidas precauciones—, o bien hacerlo en la hoguera vecinal, si disponemos de una cerca. En el saludable ejercicio de prescindir de todo lo que no necesitamos, podemos establecer tres apartados:
Cosas físicas
Literalmente, las fogatas de San Juan fuera de los entornos urbanos han servido para deshacerse de muebles rotos que han alimentado las llamas. Sin que formen parte de la pira, en la primera sección de la lista podemos apuntar aquellas cosas que no necesitamos y que nos ocupan espacio y tiempo. Podemos empezar por los armarios roperos. ¿Cuántas prendas tenemos acumulando polvo que no nos hemos puesto en años? Un buen propósito puede ser regalar a una institución social todo lo que no nos ponemos para aligerar así nuestro hogar.
Lo mismo puede aplicarse a objetos y cajas que guardamos —en el desván, en lo alto de los armarios, incluso en almacenes alquilados y que pagamos cada mes— y que nunca llegamos a utilizar. En su clásico Simplifica tu vida, la empresaria Elaine St. James proponía un método radical para deshacernos de cosas que ya no necesitamos: “Guárdelas con una etiqueta que indique una fecha a dos o tres años vista, pero no apunte su contenido. Guarde la caja en el altillo, o en el sótano, o donde usted crea conveniente. Una vez al año examine las etiquetas. Cuando llegue a una caja cuya fecha se ha sobrepasado, tírela sin abrirla. Como no sabe qué hay dentro, nunca lo echará en falta”.
Hábitos que queremos eliminar
Si examinamos nuestras rutinas, nos daremos cuenta de que algunas nos ayudan a alcanzar nuestros objetivos —uno de los principales debería ser sentirnos bien— y, por lo tanto, hay que mantenerlas. Sin embargo, hay otras que suponen un claro freno para nuestro progreso o para el tipo de vida que desearíamos estar viviendo. Estas deben ser eliminadas, pero para ello primero hay que identificarlas.
Puede tratarse de malos hábitos alimentarios, que nos provocan pesadez corporal y falta de energía. O bien de una gestión caótica de los horarios de trabajo, lo cual se traduce en déficit de sueño y mal uso del tiempo y de las propias energías. Por no hablar de un manejo inapropiado del dinero, que nos hace vivir a crédito y con la angustia de ir ahogados. Cualquiera que sea el mal hábito que detectemos, al quemarlo en nuestro papel debemos adquirir el compromiso de erradicarlo de inmediato con medidas prácticas.
Relaciones y compromisos sin sentido
En la mochila que cargamos y que merece ser pasto de las llamas, además de los trastos y los malos hábitos, también pesa la forma de llevar nuestra agenda social. ¿Cuántos encuentros y reuniones nos procuran verdadero placer, y a cuántos acudimos solo por compromiso? Todo eso se paga en tiempo. ¿Cuántas personas nos resultan realmente nutritivas y cuántas otras nos cargan y agotan innecesariamente? Merece la pena hacer un poco de criba. Todo el mundo debería analizar cómo y con quién invierte su tiempo. Nuestras horas y días son nuestra principal riqueza.
Rituales de San Juan
— La verbena presenta diferencias según la geografía. Entre los ritos neopaganos para atraer la suerte está saltar siete veces la hoguera o bien, en las poblaciones de costa, entrar en el mar a medianoche y saltar nueve olas.
— Y están las variantes locales. En Menorca coincide con las fiestas patronales y los jinetes ponen a los caballos a dos patas delante de la multitud embravecida.
— Por su parte, en el sur de España hay la tradición de prender fuego a un muñeco de trapo denominado Juanillo. Originalmente, se cree que representaba a Judas Iscariote, aunque con el tiempo puede encarnar cualquier cosa que se quiere dejar atrás, como la pandemia.
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