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La vida secreta de las monjas del Barroco: una historia de lesbianismo, misticismo y polvos mágicos

Ana Garriga y Carmen Urbita locutan ‘Hijas de Felipe’, el ‘podcast’ en el que narran el lado más desconocido y truculento de la vida monacal en el siglo XVI y lo acercan a un presente tal vez no tan místico, pero sí igual de escabroso y dislocado

Ana Garriga (izquierda) y Carmen Urbita, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.
Ana Garriga (izquierda) y Carmen Urbita, en el monasterio de San Lorenzo de El Escorial.Matías Uris

Hay amigos que juegan a imaginar qué animal les representa. Ana Garriga (Salamanca, 32 años) y Carmen Urbita (Madrid, 32 años) tienen claro qué nombre de profesas se pondrían. “Yo sería Encarnación de la Paz”, anuncia Urbita, “Ana, sor Petronila de las Llagas”. Una conversación extraña si no fuera porque estas dos amigas locutan un pod­cast sobre monjas truculentas con visiones místicas, lesbianismo disfrazado de hermandad entre religiosas y polvos mágicos que agitan el alma cocinados en algún que otro monasterio en el siglo XVI.

Se bautizaron a sí mismas Hijas de Felipe un día que, al sacarse una foto mientras cursaban sus doctorados en Providence (Rhode Island, EE UU), se vieron cadavéricas, blancas y con ojeras, y no pudieron imaginar mejor símil que con las descendientes de Felipe II. La realidad es que parecen dos siamesas separadas al nacer. Hijas de padres laicos y ateos —”muy de izquierdas”—, ambas decidieron con nueve años, y sin conocerse, bautizarse para hacer la comunión. Más tarde coincidieron en el mismo instituto, pero no mediaron palabra. Sin embargo, las dos estudiaron carreras relacionadas con la historia de la literatura y quedaron igualmente fascinadas por los escritos de las monjas barrocas. Se conocieron en 2016, cuando comenzaron sus doctorados en Estados Unidos. “Y fue un flechazo”, admite Garriga.

Parecido a aquello que sintió cuando descubrió a santa Teresa y la versión censurada de su libro Camino de perfección. Quedó irremediablemente cautivada por una cita: “Porque los gobernantes del mundo son todos varones, hijos de Adán, y no hay virtud de mujer que tengan por sospecha”, recita Garriga de memoria: “Yo ahí dije: ‘Madre mía, menuda reina santa Teresa”. A Urbita la hechizó una lectura sobre la vida de Juana de los Ángeles, una monja francesa endemoniada: “Y una vez que entras, ya no sales”.

En contraste con la historia oficial, en Hijas de Felipe —que así se llama su podcast— sacan de los pies de página a los personajes silenciados y las rutinas olvidadas, y los mezclan con referencias a la cultura actual como Soy Georgina o el himno enfurecido del colectivo feminista Las Tesis.

Más allá de explicar, al fin, a sus familiares y amigas el embrujo barroco que las envuelve, comenzaron el podcast en abril de 2020 por puro menester terapéutico. A veces por Zoom, a veces en el baño del piso de Garriga en Rhode Island como santuario de grabación, y con el tiempo comido por sus doctorados. Les inquietaba la solemnidad académica, el corsé en el lenguaje, la tímida divulgación de sus hallazgos más jugosos, como aquella relación carnal entre la monja teatina Benedetta Carlini y la hermana Bartolomea o la ocasión en que un elefante descendió las escaleras de El Escorial.

Carmen Urbita (izquierda) y Ana Garriga, en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que mandó construir Felipe II.
Carmen Urbita (izquierda) y Ana Garriga, en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, que mandó construir Felipe II.Matías Uris

Aunque tocan todo tipo de chismes, desde el acceso a la vivienda hasta la moda en los siglos XVI y XVII, sus oyentes quieren historias de monjas. “Esa fascinación repentina por recuperar historias de la vida conventual femenina es generacional. Nosotras lo abordamos desde el afecto: leemos y hablamos de estas mujeres como si fueran amigas”, dice Urbita.

Para ellas, el Barroco es un periodo de crisis e incomprensión. “Cuando nosotras hablamos de que llevamos muchos años vagando por el mundo como bilocadas, y conectamos la bilocación de las monjas con el FOMO [miedo a perderse algo] actual, la gente se siente aludida”.

De momento, no se han granjeado enemigos ni en el ateneo ni en los conventos. Solo han recibido una pequeña llamada de atención de la conservadora del monasterio de las Descalzas Reales: “Por favor, no llaméis reborns (muñecos hiperrealistas) a las esculturas policromadas”.

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