Todo es verdad
Afirmaba un personaje de John le Carré que en nuestros días había que pensar como un héroe para alcanzar un grado de decencia simplemente normal. La señora de la foto, Delia Servin, es una persona normal que ha de hacer, sin embargo, esfuerzos titánicos para llegar a fin de mes. Por aclararnos, Delia cobra 1.080 euros, de los que dedica 350 al alquiler de una casa que comparte con su hijo y su nuera, que aportan 450. El resto se va en gastos comunes que no es preciso enumerar, aunque ya se deduce que comen poca carne y poca fruta, productos de primera necesidad que, como la vivienda, crecen muy por encima de los salarios. Dice Delia que el mes que logra ahorrar 25 euros le parece mentira, aunque lo normal es que gaste un poco más de lo que gana: lo que en términos coloquiales llamamos ir con la lengua fuera, siempre detrás de la realidad como el galgo detrás de la liebre mecánica.
La comparación puede parecer cruel, pero se ajusta, igual que el guante de látex a la mano, a la situación económica de nuestro tiempo. De acuerdo con la información facilitada por el Banco de España, de la que se hacía eco este periódico el 7 de julio, la inflación había aumentado el número de personas vulnerables hasta el punto de que el porcentaje de familias incapaces de hacer frente a los gastos básicos había alcanzado ya el 9%. Sube el salario mínimo, descienden las cifras del paro, se controla la inflación, se ofrecen ayudas puntuales, etcétera. Todo eso es cierto, tan cierto como que las desigualdades no dejan de extenderse. Significa que algunas cosas son más ciertas que otras.
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