Corazón roto
Las grietas del asfalto nos traen a la memoria las gráficas de la fiebre corporal, de la fiebre bursátil, de la fiebre climática, no sé, hay fiebre en todas partes. El mismísimo termómetro quema antes de que nos lo metamos por el culo. En este caso, las produjo, en Japón, un movimiento de tierras formidable. Vemos a la gente fuera de las viviendas, por si se ocasionara otra sacudida y la gráfica se extendiera a los cimientos y los edificios colapsaran. Hay jóvenes sentados sobre las grietas que nos recuerdan un poco (y por añadirle poesía al asunto) a las notas musicales colgadas de los pentagramas. He aquí, pues, un resumen de todo: de la evolución del dinero, del calentamiento global y del consuelo de la música. Eso es la vida, ¿no? Una rara y desequilibrada combinación de economía, de enfermedad y cultura.
Los japoneses construyen edificios que se cimbrean como el junco cuando sus raíces se agitan. Digamos que son edificios encajadores, flexibles, edificios con cintura, capaces de recibir el impacto y de obligarlo a desplazarse. Después de observar atentamente esta foto, al acostarme, imaginé que la grieta recorría el planeta, atravesaba el fondo de los mares como los cables telefónicos, llegaba a mi ciudad y se prolongaba secretamente por las calles hasta llegar a mi casa y colarse debajo de mi cama. Tuve la impresión de que el mundo, en su totalidad, estaba agrietado y de que lo que veía al consultar la evolución de mi fiebre, de la temperatura global o del Ibex 35 no eran representaciones gráficas, sino auténticas fisuras abiertas en el corazón de todos los sistemas.
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