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Maneras de vivir
Columna
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Nos comerá la caspa

Que el sistema democrático está en crisis es una amarga obviedad que no me canso de repetir, porque necesitamos regenerarlo

En el centro de la imagen Ana López Navaja, profesora de Lengua y Literatura y asesora de igualdad en la formación del profesorado de la Consejería de Educación de la Generalitat Valenciana, durante un receso de la jornada Women's Legacy: Our Cultural Heritage for Equity en el Palau de les Arts en 2022.
En el centro de la imagen Ana López Navaja, profesora de Lengua y Literatura y asesora de igualdad en la formación del profesorado de la Consejería de Educación de la Generalitat Valenciana, durante un receso de la jornada Women's Legacy: Our Cultural Heritage for Equity en el Palau de les Arts en 2022.Monica Torres
Rosa Montero

Hace muchos años leí un artículo de Gregorio Peces-Barba, uno de los padres de nuestra Constitución, reconocido jurista y pieza clave del Partido Socialista. Había en él una idea que me llamó la atención y que espero no citar mal; venía a decir que los partidos de izquierdas, durante su gestión gubernamental, tienden a promover leyes que favorecen la igualdad social, y que por su parte los partidos de derechas, cuando llegan al poder, legislan más a favor de las libertades individuales. Y que ambas cosas eran necesarias y que por eso la alternancia de partidos y la interacción terminaba modulando mejor las necesidades de una democracia avanzada. Como se deduce claramente de semejante reflexión, cuando se publicó vivíamos en unos tiempos políticos más inteligentes y generosos que los actuales; hoy sólo sabemos sacarnos los ojos unos a otros.

Que el sistema democrático está en crisis es una amarga obviedad que no me canso de repetir, porque necesitamos reavivarlo y regenerarlo cuanto antes si no queremos que nos coma la caspa. Una de las consecuencias de esa crisis es un desánimo generalizado y un lugar común que me tiene harta: “Todos son iguales”. Pues no. El problema es que no. No todos son iguales. Y si nos encogemos de hombros y nos abstenemos de decidir, ¿qué sucederá? Ya lo he dicho antes. Nos comerá la caspa.

Aquí va un ejemplo. Hace dos años escribí un artículo anunciando el lanzamiento de un proyecto colosal, el Women’s Legacy: Our Cultural Heritage for Equity (legado de las mujeres: nuestro patrimonio cultural para la equidad), un programa europeo para la inclusión de los logros femeninos en los contenidos educativos. Todo fue idea de la investigadora española Ana López Navajas (Valencia, 1962), una verdadera genia empeñada en crear no una historia feminista, sino “una historia rigurosa, científica y completa” de la que no se hubiera extirpado a la mitad de sus protagonistas. Consiguió que la Consejería de Educación valenciana liderara el proyecto, añadió como socios a otras organizaciones internacionales y logró fondos de la UE. Durante tres años, casi 300 personas han creado un archivo con tres catálogos (arte, música y literatura) con obras de mujeres, más un cuarto apartado, el más importante, que ofrece contenidos educativos adaptados a las materias. Es decir, no se centran en las mujeres sino en las materias, y en cada tema se menciona a aquellas que fueron relevantes, en ciencia, política, milicia o lo que fuere. El contenido es de libre acceso en todo el mundo en español, inglés y catalán. “Nada de lo que colgamos es relato, nada es doctrina, nos limitamos a dar datos. Y cuando mencionamos a una mujer la ponemos en contexto con otras, porque es importante desterrar la falsa idea de que las mujeres que destacaron son excepciones”. El archivo aún está en desarrollo y faltan por subir muchas fichas, pero es formidable (womenslegacyproject.eu).

Tras este logro de trascendencia mundial, Ana presentó otro proyecto a la UE desde la consejería y se lo volvieron a conceder. Este segundo proyecto era especialmente importante porque, por un lado, iban a hacer una transferencia del programa al sistema educativo francés, pero además, y sobre todo, porque contaban con la colaboración del Real Instituto de Estudios Interreligiosos de Amán, en Jordania. Iban a penetrar en el mundo árabe recuperando su patrimonio y había previsto un evento de presentación dentro de un año al que ya se habían sumado universidades de Marruecos, Túnez, Egipto, Qatar, Dubái… Pero en esas llegaron las elecciones y la Generalitat Valenciana pasó a manos del PP (y de Vox: recuerden que el vicepresidente y consejero de Cultura es un torero voxiano). Y ahí se acabó todo. Quitaron a Ana de coordinadora y pusieron en su lugar un comité de trabajadores de la consejería que entraron en tal parálisis que sólo puede entenderse como un boicoteo frontal del proyecto: no firmaron el necesario convenio con las organizaciones asociadas, no asistieron a las reuniones… Desesperadas, tres de las asociadas (dos francesas y una jordana) se retiraron enviando cartas muy duras. Un mes después, la consejería declaró que no había podido encontrar reemplazos y que cancelaba el proyecto. Ni siquiera era dinero suyo, sino de la UE: 400.000 euros que tendrá que devolver. Tanta saña, tanta incultura y tanta ceguera. No, no todos son iguales.

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