Paisajes artificiales
¿Un fondo marino? ¿Un lago? ¿Unas montañas? En un proyecto reciente, el fotógrafo japonés Taro Karibe experimenta con la inteligencia artificial para crear obras que son fruto de un juego de ilusionismo. El artista visual pide a una herramienta digital que interprete imágenes distorsionadas en un experimento cuya finalidad es explorar si los ojos de la máquina son capaces de ver ilusiones igual que los humanos
Que las grietas y los bultos que sobresalen de las paredes de la cueva de Altamira se aprovecharan para dar relieve a bisontes y que las innumerables estrellas del cielo nocturno se agruparan en constelaciones mediante líneas invisibles muestra que el ser humano ha tenido el deseo de interpretar e imaginar cosas que no están a la vista desde tiempos remotos. El cerebro de nuestra especie está atrapado en una apofenia —el fenómeno de encontrar patrones en sucesos aleatorios y datos sin un sentido aparente— que busca determinadas señales parejas en un mundo caótico.
La inteligencia artificial, que ahora todos nutrimos y con la que interactuamos, está empezando a organizar su propia estructura cerebral. Los algoritmos de reconocimiento —aquellos procedimientos destinados a ver las cosas— están definidos por humanos y, por tanto, no están libres de prejuicios. Dado que las vías neuronales del cerebro humano sirven de modelo para el desarrollo de la IA, no parece descabellado comparar la experiencia humana y la tecnológica. Mi interés por ello me llevó a explorar un experimento psicológico utilizando la IA para hacer que los ojos de la máquina fuesen capaces de ver ilusiones.
En mi primer experimento forcé el mal funcionamiento de un receptor de un televisor LCD y fotografié los fallos resultantes en la pantalla en tiempo real durante programas televisivos como las noticias. Giré y recorté los datos de la imagen e introduje estas imágenes cambiadas de contexto en Photoshop, equipado con la herramienta de inteligencia artificial Adobe Sensei, para utilizarlas con el fin de perturbar el reconocimiento de imágenes del sistema y generar fotografía paisajística. El resultado que dio era como si un pintor moderno hubiera combinado objetos dispares en un solo cuadro.
Cuando empecé a generar estas imágenes, los resultados solían ser paisajes familiares para el ojo humano, parecido a escenas urbanas o naturales. Pero a medida que la IA ha ido evolucionando, la complejidad y la abstracción de los paisajes han aumentado, haciéndolos incomprensibles para el espectador. El título y el concepto de esta obra también se inspiran en la muerte de Orión en la mitología griega. Artemisa, la diosa griega de la caza, mató a su amado, el gigante Orión, en un gran malentendido. Celoso del amor de Artemisa, su hermano Apolo un día señaló la nuca de Orión mientras nadaba en el mar, diciéndole a ella: “Dispara a esa roca y muéstrame lo bueno que es tu arco”. Engañada, Artemisa disparó una flecha al lugar indicado. Y por ello le di a este proyecto el título de Aim an Arrow at the Rock in the Ocean (Apunta con una flecha a la roca del océano).
El mundo está hecho de muchas más versiones de cuentos de las que podemos llegar a suponer. Las malas interpretaciones pueden hacer que este espacio sea cruel y rico a la vez. Los originales y las representaciones de personas y herramientas se acumulan, y los conceptos erróneos siguen uniendo las constelaciones, incluso en este mismo momento.
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