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Jaume Plensa chilla contra la intolerancia

El artista barcelonés regresa al ‘stand’ de EL PAÍS en la feria ARCOMadrid 17 años después con ‘Entre sueños V3.0′, un monumental conjunto de esculturas en alabastro en torno al tema de la inmigración

'Entre sueños V3.0', el conjunto escultórico en alabastro que Jaume Plensa instalará en el stand de EL PAÍS en la feria de arte contemporáneo ARCO, a partir del 5 de marzo.
'Entre sueños V3.0', el conjunto escultórico en alabastro que Jaume Plensa instalará en el stand de EL PAÍS en la feria de arte contemporáneo ARCO, a partir del 5 de marzo.Vicens Giménez
Borja Hermoso

El primer capítulo de esta historia se escribió —se esculpió— en 2008. El segundo llega ahora. Diecisiete años después de su primera intervención en el stand de EL PAÍS en Arco, la Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid, Jaume Plensa (Barcelona, 69 años) recuerda aquella experiencia con sincera satisfacción personal y asegura que es estrecha la relación entre la obra que marca su vuelta a ese recinto con la que allí vivió en 2008. Y, sobre todo, mientras deambula esta mañana entre las monumentales esculturas, los cachivaches del universo de la máquina herramienta, los portones metálicos y los operarios soldando remaches sobre gigantescas cabezas en su inmenso taller-estudio de Sant Feliu de Llobregat (Barcelona), exhibe una abierta preocupación ante el contexto en que se desarrolla este regreso, que no es otro que el de la inmigración y su inagotable arsenal de drama y tragedia: “Vivimos una época de grandes desplazamientos de seres humanos, de gente que no puede seguir en un sitio y ha de ir a otro, que busca un lugar mejor. Y dentro de todo eso está ese mar que antes era el Mare Nostrum y que ahora se ha transformado en un cementerio enorme que se está tragando tantas ilusiones, tantos sueños…”.

Este retorno del artista barcelonés se produce en forma de un conjunto de ocho cabezas en alabastro —siete de ellas mujeres jóvenes y una un joven varón—, todas ellas como siempre en Plensa con los ojos cerrados, una recostada sobre las manos de otra y algunas dispuestas sobre grandes bloques rectangulares con forma de túmulo. Quien quiera buscar aquí metáfora y simbología lo tendrá bien fácil. Su autor ha titulado este conjunto Entre sueños V3.0, en referencia a Entre sueños, la obra que presentó en el mismo espacio hace 17 años, una cabeza de una inmigrante dominicana llamada Irma, de 2,35 metros, con las palabras “hambre”, enfermedad” e “insomnio” grabadas en su rostro y rodeada de 600 kilos de zapatos usados, en lo que Plensa denominó entonces “un homenaje a los extranjeros”. Pero, de manera más genérica, ese título alude a la que es la tercera aproximación del artista a un cierto tipo de obra: “Una obra que, conceptualmente, nació hace muchos años como consecuencia de mi enorme preocupación e inquietud acerca de uno de los problemas más graves y traumáticos que vive el mundo hoy: la destrucción y las migraciones”. Detrás de eso, sí, el drama de los flujos migratorios en general, pero, más concretamente, los dramas humanos en curso en lugares como Gaza, Congo, Ucrania, la frontera mexicana o el Mediterráneo. “Y tantos y tantos lugares y comunidades destruidos irreflexivamente por nuestra arrogancia e instinto depredador”, insiste.

Detalle de tres de las ocho cabezas que componen 'Entre sueños V3.0', en el taller-estudio de Plensa.
Detalle de tres de las ocho cabezas que componen 'Entre sueños V3.0', en el taller-estudio de Plensa.Vicens Giménez (© Vicens Gimenez)

La cabeza de ese joven varón rodeado de mujeres en la obra que presentará en Arco es la primera gran cabeza masculina que ejecuta Jaume Plensa, perenne hacedor de efigies femeninas en alabastro y en mármol, en madera y en bronce, en acero y en hierro, en aluminio y en resina, siempre con los ojos cerrados y muchas veces pidiendo silencio… “He incluido por primera vez este rostro masculino porque, primero, me parece que tiene unas facciones bellísimas, y segundo, porque es un amigo mío que vive en Girona, que vino desde Ghana para buscar otra vida y que se llama Lamine”.

Junto a él, el rostro callado de una niña hija de madre vietnamita y padre catalán. Más allá, la cara ovalada de una bella muchacha dominicana de rasgos achinados. Y una chica valenciana, y otra de Aragón, y otra, una belleza de rasgos cruzados, hija de padre catalán y madre japonesa. Una ONU de alabastro en nombre de la diversidad, el cruce y el mestizaje. El conjunto, es lo menos que puede decirse, no pasa inadvertido. No parece aventurado apostar a que será uno de los iconos visuales de la edición 44ª de Arco (del 5 al 9 de marzo).

Estos siete rostros de rasgos occidentales, asiáticos, africanos o mezcla de todos ellos representan una variedad de razas y orígenes que simbolizan, a ojos de su creador, ese estado de transición del que Plensa asegura con gesto contrariado: “No sé cómo acabará”. Frente al panorama oscuro de tantos cadáveres en el mar y en la tierra, de tanta intolerancia y de tanto profesional de la identidad mal entendida, el hecho de que sea un periódico el que le haya invitado a hacer saber su indignación personal a través de una obra de creación en una feria de arte le ilusiona especialmente: “Un periódico es una base de trabajo extraordinaria para transmitir ideas y futuro. Y en este caso, un artista se convierte en mensajero, y yo creo que esa combinación de arte y mensaje es importante. Así que este proyecto me hace especial ilusión, porque creo que la prensa tiene un rol clave en la evolución de las ideas en el mundo contemporáneo”.

La cuestión de la injusticia consistente en que los instalados dueños de un cómodo presente no quieren que lleguen los aspirantes a instalarse, aun con un incierto futuro, no es nueva en la obra de Jaume Plensa, que sostiene que el mundo entero es hoy “un kilómetro cero en el que ya no cabe aquello de las fronteras y las banderas”. En 2019 instaló en Nueva York, dentro de la exposición monumental Frieze Sculpture, una gran obra, Behind the Walls, una cabeza que se tapaba los ojos en la época en que un tal Donald Trump construía un muro para separar México de Estados Unidos. Era una cabeza de niña de 7,5 metros de altura hecha de resina blanca. Situada en la entrada de The Channel Gardens, en la Quinta Avenida, esta obra invitaba a los visitantes a reflexionar sobre la ceguera autoimpuesta y la necesidad de enfrentar la realidad.

Para Plensa, aquella pieza constituía una representación directa de cómo a menudo el ser humano se cierra al mundo que lo rodea para sentirse más cómodo. “Fíjate en la evolución de las cosas, que este señor haya vuelto a la presidencia de Estados Unidos, con millones de votos, con cantidad de gente por todo el mundo a favor de él… Es decir, que el mundo evoluciona hacia situaciones muy intransigentes, y yo creo que el arte tendría que intentar introducir, no sé, una cierta ternura y la visión de un futuro que abrace al ser humano. Ostras, yo creo que todo el mundo es emigrante en algún momento de su vida, todos venimos de otros sitios, de más cerca o de más lejos”. Y el autor de Entre sueños V3.0 concluye con una frase que se parece a una profesión de fe: “El 80% de mi obra está en países que no son este, así que yo sería un verdadero desagradecido si pensara que el que viene aquí para buscar una vida nueva no se lo mereciera”.

"Entre sueños", la obra que Plensa presentó en 2008 en el stand de EL PAÍS en ARCO.
"Entre sueños", la obra que Plensa presentó en 2008 en el stand de EL PAÍS en ARCO.Gorka Lejarcegi

Y por supuesto, el artista no cejará en el empeño de quejarse amargamente ante lo que está pasando. Por un lado, sigue adelante con la producción de sus célebres esculturas-signo, esas cabezas y esos torsos poblados de letras procedentes de diferentes abecedarios universales, en lo que supone otra reivindicación de mezcla y tolerancia. Además, en la próxima edición de la feria de arte Art Basel de Basilea, y dentro de la plataforma de exposición de proyectos especiales Unlimited, Plensa expondrá una serie de puertas sobre las cuales están grabados los 30 artículos de la Declaración Universal de Derechos Humanos. “Yo estoy obsesionado con ese texto porque es bellísimo, aunque más que una declaración es un poema, porque en la práctica no aplicamos ni una coma de él, todo se queda en un deseo de ser mejores. Esto se escribió después de la II Guerra Mundial, cuando queríamos ser mejores y que no reprodujeran los desastres que se habían producido, pero está claro que el ser humano tropieza una y otra vez en la misma piedra”, sostiene.

No está demasiado contento ni es demasiado optimista con el panorama actual de la política, según explica con cierta pesadumbre: “Es un momento muy mediocre en la política internacional. Algunos dicen: ‘Tenemos lo que nos merecemos’. Pues yo no estoy seguro de eso. Lo que pasa es que se buscan soluciones facilonas a los problemas, hay gente que no quiere pensar y entonces se apunta a tonterías y a cosas muy banales. Esto es peligroso. A veces pienso que es una suerte ser artista, porque así no necesitas un psiquiatra. La realidad paralela que tú puedes crear como artista a menudo define mejor lo que está pasando que la realidad misma. No hay más que ver los grabados de Goya o las pinturas de El Bosco: mira cómo retrataban el drama y cómo acertaban, mucho más que cualquier pintura realista”. El autor de la obra que protagonizará el stand de EL PAÍS en Arco se incluye, pues, en ese escrutar lo que ocurre en el mundo, pero no desde la actualidad cotidiana y el día a día —”para eso estáis los periodistas”— sino desde otro ángulo, más apartado y más sereno.

Jaume Plensa posa entre las cabezas de alabastro de 'Entre sueños V3.0'.
Jaume Plensa posa entre las cabezas de alabastro de 'Entre sueños V3.0'.Vicens Giménez

Una de las cuestiones que más obsesiona a Jaume Plensa en lo que tiene que ver con su obra desde un punto de vista técnico es el problema de la escala, algo que parece de cajón si de ámbitos escultóricos y arquitectónicos estamos hablando, pero que para nada, vistas algunas esculturas y vistos algunos edificios construidos con vocación de esculturas (y cuyo sentido de la funcionalidad es una broma). Entre la exposición de obras en una galería o en un museo y la que tiene lugar en un gran espacio público —los dos ejercicios más habituales en su trayectoria—, ¿dónde se sitúa la exposición de una obra en un stand de una feria, un espacio por antonomasia cerrado y a menudo, más que limitado, limitante? “Un stand, como espacio, tiene su personalidad propia. Me acuerdo de que, siendo bastante joven, hice uno en la FIAC de París [Foire Internationale d’Art Contemporain, sustituida en 2022 por Art Basel Paris] con un galerista con el que yo trabajé muchos años. En aquella ocasión, el stand era una sola escultura, y fue un shock. Me nombraron Caballero de las Artes y las Letras de Francia por aquel stand, como artista revelación”. De hecho, y en referencia a su regreso a Arco, considera la idea de una feria de arte como “un lugar público, un punto de encuentro con un impacto enorme”.

En cuanto a la opción del alabastro escogida esta vez dentro de la inacabable gama de materiales que suele emplear, Jaume Plensa argumenta así su elección, que enlaza directamente con el argumento de la obra: “El alabastro representa muy bien al ser humano porque tiene esta fragilidad que hace que parezca que no está acabado de construir del todo, como la vida de las personas, ¿no?, que parece que siempre se está construyendo. Pero a la vez tiene una luz interior, y esto yo lo he sostenido muchas veces, incluso en el peor de los casos el ser humano puede iluminar la vida. Esto es algo a tener en cuenta cada vez que alguien repudia una comunidad, una sociedad o una cultura. Estas fronteras que marcamos, estas puertas que cerramos permanentemente…”.

Varias cabezas esperan a ser embaladas en el estudio de Plensa para partir a diferentes destinos.
Varias cabezas esperan a ser embaladas en el estudio de Plensa para partir a diferentes destinos. Vicens Giménez

Él trae el alabastro de Aragón. “Allí tienen el mejor del mundo, viene exactamente de la zona de Pina de Ebro, donde apenas llueve. Es que el alabastro, si se moja, se deshace, se convierte en una especie de escayola, así que hay que ir a buscarlo a zonas donde no llueva”. En la medida de lo posible, y salvo excepciones como un mármol de Vietnam prácticamente sin veta que le tiene fascinado, Plensa intenta buscar sus materiales en lugares cercanos. Por eso el alabastro que más le gusta viene de Aragón y el mármol que más le gusta viene de Macael (Almería). “Me gusta mucho más que el de Carrara, porque es más cristalino pero también más resistente”, añade.

Las siete cabezas del conjunto, refinadas, silenciosas y longilíneas como siempre en su obra, surgen de entre la piedra informe. Su autor deja la base así, en estado bruto, para que se aprecie el contraste brutal entre el material virgen y el resultado final. “Intento aprovechar en la piedra también su piel”, susurra junto a una de sus hijas, “porque la piel es la que tiene el registro exterior, y luego tiene un alma dentro, que es lo que genera la belleza. Es una combinación contradictoria de lo brusco con lo refinado. La gente que trabaja el alabastro suele descartar todo esto y se queda solo con el corazón de la piedra. Pero a mí me parece que lo demás, esa piel, esa brusquedad, es una maravilla”. El resultado final es el producto de un sofisticado proceso creativo donde se entremezclan idea, espiritualidad, materia y tecnología. Jaume Plensa escanea las cabezas de sus modelos y el resultado obtenido es una malla en 3D que el artista barcelonés posteriormente manipula hasta dar con los volúmenes y las formas deseados. Utiliza modelos reales que encuentra por la calle o a través de conocidos, modelos con nombres y apellidos que prefiere preservar. “Es fundamental respetar tal cual el rostro de la modelo. Yo a eso lo llamo la máquina de la verdad. Pero lo cierto es que esa persona, una vez transformada en obra, ya no existe, ya es otra”, explica.

Esta preparación, traslado e instalación de Entre sueños V3.0 le pilla a Jaume Plensa inmerso en medio de una hiperactiva agenda de exposiciones nacionales e internacionales. Por un lado, ha vuelto por partida doble a la localidad francesa de Valence, donde ya expuso hace 30 años, con una muestra en el museo de la ciudad (Être là, “estar ahí”, hasta el 4 de mayo) y con una obra pública de cuatro metros de altura en acero inoxidable, Le messager (el mensajero) en la plaza des Ormeaux, delante del museo. En Madrid continúa abierta (Espacio Fundación Telefónica, hasta el 4 de mayo) la exposición Materia interior, un conjunto de 15 obras que supone un recorrido por su quehacer creativo de los últimos 30 años. El pasado día 19 la galería Senda, de Barcelona, abrió sus puertas a la exposición Murmuri (murmullo), un conjunto de obras en alabastro, bronce, cristal de Murano, hierro y papel. Y también acaba de exponer entre los arcos góticos de La Lonja de Palma de Mallorca su instalación Mirall, compuesta de dos grandes estructuras metálicas en forma de cabeza tituladas Invisible Laura e Invisible Rui Rui.

Jaume Plensa, en plena tarea en su estudio de Sant Feliu de Llobregat, supervisando la soldadura de una de sus obras.
Jaume Plensa, en plena tarea en su estudio de Sant Feliu de Llobregat, supervisando la soldadura de una de sus obras.Vicens Giménez

Toda esa tropa de cabezas, mallas, bloques de piedra, estructuras metálicas y moldes gigantes que conformarán todas esas obras de arte desperdigadas por medio mundo convive entre chispas, soldaduras y operarios de buzo azul en el taller-estudio de Jaume Plensa en Sant Feliu. Es lo que podría denominarse un arte previo, o bien lo que será arte sin aún serlo. Todo ello da pie a esta reflexión acerca de la convivencia entre lo creativo y lo industrial, indispensable en su obra: “Al artista se lo llama creador, vale, de acuerdo, pero ese creador no existiría sin este entorno de artesanos y técnicos, un entorno casi industrial. Los escultores siempre estamos rodeados de gente, y la colaboración con ellos es fundamental, la escultura es algo muy coral. Tenemos un pie en la poesía y un pie en la industria, y vivimos en una estrecha relación con la materia; yo me he pasado años en las fundiciones. Por eso precisamente dibujo, porque en el dibujo sí que puedes aislarte, el proceso es directo de tu cabeza a la mano, y esto es muy necesario, también”.

Poesía e industria, arte y tolerancia. Y una pizca de denuncia cabreada en el borde del vaso. No es mal cóctel para una feria.

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Sobre la firma

Borja Hermoso
Es redactor jefe de EL PAÍS desde 2007 y dirigió el área de Cultura entre 2007 y 2016. En 2018 se incorporó a El País Semanal, donde compagina reportajes y entrevistas con labores de edición. Anteriormente trabajó en Radiocadena Española, Diario-16 y El Mundo. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.
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