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El imperio chino del cachemir

Proveedor de las grandes firmas de lujo, el grupo Consinee es el mayor productor de cachemir de alta calidad. Su fundador, Boris Xue, es un pionero en aplicar la inteligencia artificial en la industria de la lana

Jersey 'oversize' y verdugo de cachemir 100% con plumas de ganso, creación del diseñador italiano Luca D’Alena para Consinee.

El ballet mecánico que habría maravillado a Oskar Schlemmer se representa todos los días, ininterrumpidamente, en una fábrica textil de Ningbo, la ciudad de las olas tranquilas en la costa este central de China. Es una coreografía para robots, que se deslizan coordinados, suaves y silenciosos, siguiendo las guías que brillan incrustadas en el suelo de madera de bambú. Unos se alinean para transportar la preciosa fibra cruda, recién descargada; otros extienden sus manos-pinzas para depositarla con mimo en el corazón de la línea de producción, donde entran en escena las gigantescas prima donnas con aspecto de aceleradores de partículas que cardan, peinan e hilan a velocidad atómica la lana mongola. El resultado es un hilo casi invisible, tan fino que solo se aprecia cuando va llenando las bobinas. Con ellas comienza la segunda parte de la danza, un pas de deux eléctrico que las organiza según color y especificaciones de pedido para ser llevadas a continuación en volandas por unos poderosos brazos automatizados hasta el puerto de salida, listas para el envío. Pero el espectáculo, que se desarrolla en penumbra, no se detiene ahí. En la primera factoría de cachemir operada íntegramente por inteligencia artificial de la que haya noticia nunca cae el telón.

Pionera en aplicar los revolucionarios avances informáticos en la industria de la lana mundial, la fábrica inteligente de Ningbo es la joya de la corona del grupo Consinee, un hito de ese nuevo made in China que pondera la calidad por encima de la eficiencia, la celeridad y el volumen. Tal es el empeño del visionario Boris Xue, el Midas de Xian, donde el ejército de guerreros de terracota, que desde hace 25 años convierte el cachemir en oro. Y eso que al principio no lo veía: apegado a la tradición, el saber hacer artesanal y el factor humano, su impulso inicial fue rechazar la propuesta de Siemens para digitalizar la exquisita manufactura de su preciada materia prima. Suerte que, al final, le pudo no tanto la ambición como la perspectiva de desarrollar e implementar el avance tecnológico en su país, cuyas autoridades no han dejado de reconocer desde entonces el logro de este emprendedor.

Boris Xue, fundador del grupo Consinee, inspecciona un vellón de lana en crudo.

Tras las inversiones multimillonarias realizadas en ella entre 2017 y 2021, la conocida como factoría del futuro opera a toda máquina, despachando ella sola 2.000 toneladas de cachemir al año merced a la decena de líneas de producción computarizada en red. La multinacional alemana, la mayor cadena de valor de la electrificación en Europa, proporciona tanto la maquinaria como el software de gestión de operaciones de fabricación (MOM), que transforma los macrodatos en inteligencia práctica para predecir y resolver problemas, entre otras ventajas. El deslumbrante ballet robótico ocupa 27.000 de los 80.000 metros cuadrados de este edificio de seis plantas, un prodigio de economía verde: además de optimizar el rendimiento, su sistema lights-out de fabricación a oscuras —­cada vez más común, por ejemplo, en la industria de la automoción— reduce el consumo energético un 35%. Los escasos trabajadores que se dejan ver parecen más científicos que otra cosa, con sus batas blancas y sus tabletas en ristre. Dominada por un descomunal monitor led, la sala de control central semeja el interior de una nave espacial abandonada. “Es posible que la fuerza laboral acabe siendo sustituida por máquinas, pero las ideas y la creatividad son algo muy humano y no hay tecnología que pueda reemplazarlas”, sentencia Xue.

Gigantescas máquinas robotizadas de procesado del cachemir en la 'future factory' de Consinee.

El digital no es, con todo, el único envite del empresario. En sus dominios también se sigue cardando la lana que da fama a Consinee a la antigua usanza. De hecho, en el megacomplejo principal de Ningbo, la fábrica seminal con la que el grupo textil echó a andar en 1999 continúa al pie del cañón, operando incluso con algunas de sus primeras máquinas, que Xue quiso traer de Italia en su cruzada por la excelencia.

Camiseta de punto de cachemir extrafino, realizada en capas entre las que se han intercalado plumas de ganso: creación de la colección Don’t Want to Wake Up que Consinee presentó en Pitti Uomo el pasado enero.

El recinto incluye, además, otras instalaciones más modernas en las que, aparte de la hilatura, se lava, higieniza y tiñe la lana. En uno de los laboratorios, los químicos experimentan con tinturas vegetales buscando el colorido perfecto; en otro, jóvenes ingenieros textiles peinan e hilan a mano las fibras, testando el material que desborda la construcción destinada a almacén, cinco pisos repletos de fardos de cachemir crudo, separados en distintas plantas según su calidad (blanco, la más elevada; gris, la intermedia, y marrón, algo menos fina). El olor de cabras y yaks lo inunda todo: es la prueba irrefutable de su procedencia, la cabaña caprina que campa a sus anchas por las praderas de Mongolia y las montañas del Tíbet, donde Consinee se provee del 60% de su fenomenal materia prima en explotaciones ganaderas propias. Es la parte del negocio ancestral de la lana que permanece inalterable.

Las fibras de lana, una vez cardadas, se tiñen con pigmentos vegetales de distintos colores, proceso que evita el uso de químicos en aras de la sostenibilidad.

En el extrarradio de la localidad, un par de fábricas más completan la ingente producción del grupo: 10.000 toneladas al año de fibra natural hilada y tejida de alta calidad, de las que 3.000 son 100% cachemir (lo que representa entre el 10% y el 15% del total mundial). Una de ellas está consagrada al reciclado del material, que en un 70% proviene de stock —el llamado preconsumo—, aunque todo indica que pronto cambiarán las tornas. “El porcentaje del posconsumo [tejidos y prendas usados] irá en aumento no solo porque el cachemir resulta cada vez más escaso, sino además porque la demanda de productos de economía circular se ha disparado”, informa Xue, que suele desplazarse hasta la instalación al menos una vez al día para comprobar una producción que ya alcanza otras 3.000 toneladas anuales.

Fardos de lana cruda de camino a las factorías de Ningbo, donde se producirá la magia del cachemir.

De paso, si hay cosecha, aprovecha para aprovisionarse de hortalizas en el huerto que los operarios de ambas factorías cultivan en aras de un entorno medioambientalmente comprometido, paneles fotovoltaicos para proveer de energía al complejo incluidos. Digitalización inteligente aparte, Consinee también saca pecho liderando la reducción de la huella de carbono y la trazabilidad en el gigante asiático.

La cabra changthangi es la fuente del cachemir.

Lo fascinante del grupo es que su origen y desarrollo coincide en el tiempo con el cambio/ajuste del modelo económico en China y su apertura comercial al mundo. “Hasta los años noventa del siglo pasado, el Estado era el propietario de las fábricas. Las empresas textiles eran públicas y cuando llegó la reconversión fueron cerrando una a una. Yo trabajaba en la Administración y sentía que aquello era una catástrofe, tantos expertos y conocimientos perdidos. Entonces decidí dejar mi puesto gubernamental para emprender un proyecto propio, animado por el auge del consumo de lujo en Hong Kong. No tenía aún los medios para confeccionar un artículo con el que competir, pero sí sabía cómo proveer a las marcas del material más codiciado”, explica Boris Xue (en mandarín, Xue Jingli).

El empresario, que ahora tiene 50 años y, a su manera, sigue siendo un hombre del partido, se mudó a Ningbo por amor, siguiendo a la que luego sería su esposa (a la que conoció mientras cursaba Comercio Internacional en la Universidad de Baoji, donde se licenció en 1995), y allí levantó su imperio textil. Sus fábricas y edificios de oficinas lo proclaman en sus fachadas naranja rodeadas del verde de árboles y jardines: pronunciados juntos, los fonemas chinos de ambos colores significan “magnífico”, “glorioso”.

De tanta grandeza también da fe su excelsa clientela. Marcas como Louis Vuitton, Valentino, Ralph Lauren, Burberry, Dior, Prada, Chanel…, no hay enseña de lujo, o casi, que confeccione sus artículos de cachemir con otro que no sea el de máxima calidad que les proporciona Consinee, bien bajo la etiqueta homónima, bien con la más especial TopLine (cachemir mezclado con otras fibras para obtener efectos de fantasía, conocido como fancy yarn). Y aún produce una tercera marca, ICCI (Infinity Creativity Chinese Innovation), de cachemir ligero destinado a las firmas de moda de gran consumo, Inditex y H&M, entre ellas.

Habitual de ferias y pasarelas internacionales, el grupo expande además horizontes apoyando a jóvenes diseñadores y colaborando con entidades del alcance del salón Pitti Immagine Uomo de Florencia, donde ha comenzado a ensayar el que podría significar un nuevo salto monumental: el diseño y confección de su propia colección de moda de lujo, que de momento presenta solo de manera testimonial, sin fines comerciales (la última, una poética interpretación de la ropa interior llevada al exterior ideada por el crítico Angelo Flaccavento y diseñada por Luca D’Alena). El próximo mes de junio inaugurará en su sede de Ningbo un nuevo espacio de arquitectura dinástica destinado a showroom y residencia creativa, con un majestuoso patio central para celebrar desfiles y presentaciones. Mientras, el empresario, único accionista de su emporio, le da vueltas a la idea de sacar su compañía al parqué bursátil, consciente de la necesidad de ampliar capital si pretende seguir creciendo.

“Me gusta esta industria. Vender el mejor cachemir del mundo es todo lo que quiero en la vida”, confiesa Xue, a pesar de todo, un tipo tímido y humilde que gusta de cocinar para los amigos y compartir mesa con sus trabajadores. Puede que sus hijos, todavía demasiado jóvenes, no continúen el negocio, pero no se resigna a ser el último emperador del cachemir: “Aquí no tenemos esa tradición, pero desearía hacer de esta una empresa al estilo italiano, en el que el conocimiento y la experiencia pasan de generación en generación”.

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