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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Algo tendrá que pasar, si el Gobierno valenciano quiere aguantar

Las coaliciones de partidos que se disputan los mismos votos suelen funcionar bien los tres primeros años de legislatura, hasta que, ante una nueva convocatoria ante las urnas, cada uno marca su territorio

Amparo Tórtola
Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau escenifican los primeros acuerdos para formar Gobierno en 2019.
Ximo Puig, Mónica Oltra y Rubén Martínez Dalmau escenifican los primeros acuerdos para formar Gobierno en 2019.MÒNICA TORREs

A finales del pasado año la prensa recogía la noticia de la muerte de George Blake, un espía británico que alcanzó la fama por haber actuado como agente doble al servicio de la Unión Soviética. El finado nunca se reconoció a sí mismo como un traidor. En una entrevista concedida a una cadena estadounidense en la década de los noventa, Blake se justificó así: “Para traicionar, primero tienes que pertenecer; y yo, nunca pertenecí. Nunca me sentí británico”.

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En este ejecutivo de coalición -tres marcas electorales y seis partidos- que gobierna la Comunidad Valenciana desde hace casi seis años, es fácil reconocer actitudes similares a las de nuestro espía. Los reiterativos episodios de desencuentros, discrepancias y enfrentamientos entre los miembros del Consell autonómico o sus organizaciones, no entran, desde su óptica, en la categoría de traición o deslealtad. Porque no se sienten parte de un engranaje político común, aunque formalmente y según sanciona el Diario Oficial de la Generalitat Valenciana, todos forman parte del Gobierno autonómico. Blake tampoco sentía su pertenencia a Gran Bretaña, aunque actuase bajo su bandera.

“Algo tendrá que pasar” es la frase que repetía hace unos días un alto cargo de la Generalitat inquirido sobre el futuro del Gobierno del Botánico, a la vista de la erosión que padece y que se acentúa semana tras semana.

Resumimos: en el peor y más dramático momento de nuestra historia reciente, cada integrante del Consell ofrece una receta diferente para afrontar la pandemia y frenar el avance del coronavirus. Para hacer llegar sus matizaciones a la opinión pública despliegan todo un arsenal de recursos, lo que incrementa el desasosiego de los administrados, que solo aspiramos a observar claridad de ideas y eficacia en aquellos que tienen delegadas las responsabilidades de gobierno. Cada jornada, a las siete de la tarde, sumamos muertos, positivos, hospitalizados e intubados en UCI. Nos queda la opción de emular a Benito Mussolini y repetir con escepticismo aquello de: “Rezar, si bien no ayuda, ciertamente no hace daño”.

Las coaliciones de gobierno integradas por partidos que se disputan los mismos votos en el caladero electoral suelen funcionar bien, en circunstancias normales, los tres primeros años de legislatura. A medida que se acerca una nueva convocatoria ante las urnas, cada partido se siente obligado a marcar su territorio respecto al otro y a escenificar las diferencias que les distancian. Así sucedió en la primera legislatura del Botánico, con matices: la tan laureada vía valenciana del mestizaje se ha consagrado como eficaz en muy pocos departamentos; en la mayoría, ha sido origen de tensiones que han ralentizado, cuando no paralizado, la gestión. La diferencia respecto al momento actual es que en los primeros años del Botánico se ponía sordina a las discrepancias. Ahora, se enchufa el altavoz.

En esta su segunda edición las circunstancias son todo menos normales. La pandemia y su gestión ha sometido a prueba la estabilidad del Consell, evidenciando su fragilidad, y todo apunta a que los efectos políticos de la crisis sanitaria sobrevivirán a esta. Las organizaciones que componen el Consell valenciano se han puesto en modo preelectoral antes de tiempo.

Por tanto, sí, algo tendrá que pasar. No ahora, en mitad de la emergencia; pero sí cuando el momento álgido de la crisis quede atrás. Y no hay muchas opciones: o una remodelación del Consell que le aporte una capa de maquillaje para aguantar hasta la siguiente cita con las urnas -prevista para la primavera de 2023- o un adelanto electoral -otoño de 2022- que clarifique y evalúe el respaldo que obtiene cada uno de los partidos tras su actuación y gestión durante la larga crisis. Que Compromís o Unidas Podemos abandonen el barco del Gobierno no tiene visos de opción realista.

También los hay que no pueden esperar y deciden abrir nuevos frentes, de carácter interno u orgánico, que añaden inestabilidad al Gobierno de la Generalitat. La organización valenciana de Podemos, capitaneada por la diputada autonómica Pilar Lima, hace honor a su trayectoria imparable de deglutir liderazgos y descuartizarse entre ellos. Ayer, sábado, su Consejo Ciudadano aprobó la destitución de Naiara Davó como síndica portavoz del partido en las Cortes Valencianas y su sustitución por ¡Pilar Lima! La decisión deberá ser ratificada mañana, lunes, por mayoría de los ocho diputados del grupo parlamentario, cuyas fidelidades están repartidas entre Davó y Lima. ¿Se romperá el grupo? ¿Cómo repercutirá en el Consell? Unidas Podemos cuenta en el Gobierno con un vicepresidente, Martínez Dalmau, afín a Davó, y una consellera, Rosa Pérez, afín a Lima.

Leemos en la cuenta de Twitter de Arturo Pérez Reverte: “Pasó ya definitivamente el tiempo en que podías disimular tu ambición. Ahora tu único refugio es el poder” (Tácito. Historias. II, 76).

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